Con la fría y despiadada Hillary Clinton, señora de la guerra, y la misma empatía que un calamar, sobradamente demostrada desde su apoyo entusiasta a la Guerra de Irak hasta su activa destrucción de Libia de la que alardeó, esto no es broma, mucho cuidadito con Siria. Y más cuando nos hallamos en un periodo de caos sistémico, de pugna hegemónica como los que condujeron a ambas guerras mundiales.
"Las guerras que se libran hoy día son todos conflictos
internacionalizados. En todos, directa o indirectamente, están presentes
los intereses geoestratéticos de las principales potencias, ya sea
porque la venta de armas y/o la reconstrucción de lo destruido es un
jugoso negocio, ya sea porque esas guerras expresan las disputas
político-económicas por áreas de influencia con un valor global. Las
interminables guerras del África negra (por el control de recursos
estratégicos como, por ejemplo, el coltán) o del Oriente Medio (por el
control del petróleo), son la manifestación de planes imperiales de
dominación, donde participan empresas de distintos países capitales
llamados “centrales”. Y esas, sin ningún lugar a dudas, son guerras
mundializadas. ¿Qué hacen soldados europeos en Afganistán? ¿Qué hacen
los portaviones estadounidenses en el Mar Rojo? ¿Por qué fuerzas de la
OTAN bombardean Libia o Egipto?
Todos esos son conflictos
mundiales. Tras la fachada de la OTAN o de la ONU vienen las petroleras,
las grandes empresas euro-estadounidenses, las inversiones de la gran
banca mundial. ¿No son reparticiones mundiales esas, que recuerdan la
Conferencia de Berlín de 1884/5, donde unas cuantas potencias
capitalistas europeas se dividieron el dominio del África?
Ahora,
en forma alarmante, se nos habla de una posible guerra mundial.
¿Llegaremos realmente al holocausto termonuclear disparando los más de
15.000 misiles con carga nuclear? (cada uno de ellos con una potencia
destructiva 30 veces mayor a las bombas de Hiroshima y Nagasaki) ¿Qué se
juega en esa posible “nueva” guerra mundial? (...)
Por eso
hoy día la posibilidad de una nueva guerra mundial está abierta. Pero
cuando se dice “mundial”, se está hablando de la confrontación de la
potencia dominante: Estados Unidos, con quienes efectivamente le hacen
sombra, Rusia y China. Y fundamentalmente con esta última: el avance del
yuan sobre el dólar es irrefrenable. Lo que se juega verdaderamente en
esta posibilidad de locura nuclear es la supremacía que vino detentando
el principal país capitalista del mundo hasta ahora, momento en que
empieza a ser seriamente cuestionado.
El capitalismo, en tanto
sistema planetario, y también su locomotora, la economía estadounidense,
desde el año 2008 cursan una profunda crisis de la que no se terminan
de recuperar. En ese escenario, el auge de China y su incontenible
pujanza, resulta una afrenta insoportable. Ante ello, la posibilidad de
una guerra funciona como válvula de escape, como salida de emergencia.
Aunque, por supuesto, la guerra no es ninguna salida.
Hoy por hoy,
el sistema capitalista mundial, liderado por Estados Unidos, cada vez
más está manejado por inconmensurables capitales de proyección global,
con megaempresas que detentan más poder que muchísimos gobiernos de
países pobres. Las decisiones de esas corporaciones globales, en muchos
casos exclusivamente financieras -en otros términos: parásitos
improductivos que viven de la especulación- tienen consecuencias también
globales (...)
En esa lucha por mantener la supremacía, o dicho
de otro modo, por no poder un centavo de la ganancia capitalista, la
geoestrategia de Washington apunta a asfixiar por todos los medios a sus
rivales, a sus verdaderos rivales, que no son ni la Unión Europea ni
Japón, que son, sin vueltas de hojas, el eje Pekín-Moscú. La guerra,
lamentablemente, es una de las opciones, quizá la única, en esta lucha a
muerte.
Comentario marginal: hablamos de civilización, pero por
lo que se ve, la dinámica humana no ha cambiado mucho en relación a la
historia de nuestros ancestros: las cosas se siguen arreglando -más allá
de cualquier pomposa declaración- en relación a quién tiene el garrote
más grande. El pequeño -y desgarrador- detalle es que hoy, ese garrote
se llama misil balístico intercontinental con ojiva nuclear múltiple.
De
darse un enfrentamiento entre los gigantes, definitivamente se usaría
material nuclear. Los países que detentan armas atómicas son muy pocos:
Gran Bretaña, Francia, India, Pakistán, Israel (aunque oficialmente
declara no tenerlas), Corea del Norte, China, todos ellos en una escala
moderada, y en mayor medida, con infinitamente mayor capacidad
destructiva: Rusia y Estados Unidos. A la Unión Soviética la terminó
asfixiando la carrera armamentista; a Estados Unidos, el negocio de las
armas le provee una cuarta parte de su economía. De hecho uno de cada
cuatro de sus trabajadores laboraba en la industria bélica. Es obvio que
la guerra alimenta al capitalismo. Pero sucede que jugar con energía
nuclear es invocar a los peores demonios.
No hay dudas que para
esas mega-empresas ligadas a la industria militar (Lockheed Martin,
Boeing, Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics, Honeywell,
Halliburton, BAE System, General Motors, IBM), todas estadounidenses, la
guerra les da vida (¡y dinero!)"
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