“En los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía, mientras que en los países autoritarios lo que no se percibe es la naturaleza económica de la violencia”
Bertolt Brecht

"Hay que aprender de los errores del siglo XX y superarlos. El capitalismo no lo ha hecho. Los socialistas deben hacerlo"
Tariq Ali

"La cuestión no es mercado sí o mercado no, es qué espacio tenemos que concederle al mercado para que tenga efectos positivos y qué espacio tenemos que quitarle para que no tenga efectos negativos"
César Rendueles ("Capitalismo canalla" antídoto para "Los enemigos del comercio" de A. Escohotado)

"Los poderosos siempre han perseguido a los alfabetizadores, a los que paraban las balas con columnas de periódico, a los que hacían escudos con libros cargados de metáforas y razones. También a los que han hecho visibles a los invisibles, a los que enseñan a decir no con una sonrisa y también a los que enseñan desde el monte a recordar que no hay que vivir de rodillas"
J.C. Monedero

Qué son los PsyOps: "Los daños que causan las PsyOps [Operaciones Psicológicas] se reflejan en la aparición de cambios en el plano cognitivo y mental (...) Toda operación militar, y por tanto toda operación psicológica, tiene que contar con una cadena de mando. El análisis detallado de los mensajes a través de Twitter y Facebook ha permitido descubrir «nodos de red», o sea estados mayores implicados en la operación. Estos están entrenados en el uso de métodos de control de las multitudes para crear una situación de contagio entre individuos de diferentes medios y orígenes. De esa manera, los estados mayores logran localizar fácilmente los «repetidores de opinión», o sea los individuos que influyen sobre los demás. Los especialistas pueden entonces optar entre informarlos sobre el proyecto o mantenerlos en la ignorancia de lo que está sucediendo"
Valentin Vasilescu (experto en inteligencia militar)

"Gozamos de tres bienes de valor incalculable. La libertad de conciencia, la libertad de palabra y la prudencia de no usar nunca ninguna de las dos". Mark Twain.


miércoles, 25 de diciembre de 2019

Cuartetas de extensión máxima


La asociación Canaán nos recuerda que la cristiandad
es una herencia palestina, Jesús lo fue si la tradición
y Flavio Josefo no se equivocaron demasiado. Trump
sigue hoy mismo firmando para la destrucción de ese origen.




El Nord Stream 2 va uniendo los destinos comerciales
y energéticos entre Europa y Rusia, para enfado de Trump,
tecnología y materias primas maridadas en peligrosa alianza
para la supremacía estadounidense. Seguimos hablando de gas.



Bezos se descalabra en su programa espacial, sus utopías
de marketing en sus grandes pantallas de receptores conexos,
privilegiados y soñadores de presente marmóreo y estrés, en comanda,
para recuperar apenas las glorias lunares hoy inservibles para todos.




Habitualmente son los gallos quienes juegan al juego de la gallina,
la política se trenza de pulsos absurdos que eclipsan el pulso
financiero de esclavización en curso, la caída de la tasa de ganancia
sobre nuestras huecas cabezas empeñadas en postales navideñas.





Hay un rey que hoy reconoce cierta diversidad territorial (sic) en su reino,
sentencias que deben acatarse cuando los tribunales europeos señalan
a España, conculcadora de derechos básicos, sin que se haga eco la prensa
que se escuda en los miles de millones para el estado de la lotería de este año.




Ahí resides, núbil e instantánea, es ese recordatorio por whatsapp
de felices fiestas que no son fiestas sino cultos obligados al consumo
en colectivo familiar. Cuántos de los bichos de los platos en extinción
masiva, el pulpo rapiñado del mar del Sahara con denominación gallega.




Rearmes y más gas


Rafael Poch:

"Nord Stream 2 está casi terminado. Solo falta un 20% del trabajo. Las sanciones contemplan congelar en Estados Unidos los fondos de las empresas europeas implicadas y retirar los visados para entrar en el país a sus ejecutivos. Una empresa suizo-holandesa que coloca los tubos submarinos del gaseoducto frente a las costas danesas (Allseas) ya ha anunciado la suspensión de sus trabajos.
La inclusión de estas sanciones en el paquete del presupuesto militar es plenamente coherente con las declaraciones de los responsables americanos. “Es evidente que Estados Unidos tendría un problema si la tecnología alemana se uniera con las materias primas rusas, por eso desde hace un siglo es objetivo principal de Estados Unidos impedir una alianza germano-rusa”, ha dicho el consejero de seguridad George Friedman.
Que las sanciones por Nord Stream 2 son asunto geopolítico, lo ilustra el hecho de que su pauta se repite en muchas otras operaciones económicas y comerciales, todas ellas con un claro objetivo: destruir las relaciones que los aliados europeos establecen con los adversarios estratégicos de Estados Unidos.
La pauta Nord Stream 2 es la misma que conocen los esfuerzos europeos por salvar el acuerdo nuclear con Irán, un gran país adversario y un gran mercado repleto de oportunidades de negocio para las empresas europeas. La misma pauta que preside la agresiva exigencia de Washington para que la Unión Europea excluya a la compañía de telecomunicaciones china Huawei de la construcción de la red 5G en Europa. El secretario de Estado para seguridad y economía, Keith Krach, ha amenazado con reducir la cooperación a nivel de servicios secretos con aquellos países europeos que se abran a Huawei. En el caso alemán, la misma reacción agresiva ha ocasionado en Washington las noticias de un incremento -del 5% al 10%- de la participación del consorcio automovilístico chino BAIC (Beijing Automotive Industry Holding) en Daimler, que tiene importantes intereses en el enorme mercado chino del automóvil.
El denominador común de esta política es destruir los puentes económico-comerciales entre los aliados europeos y los países adversarios de tal forma que en caso de conflicto militar esos puentes no interfieran.
Las sanciones por Nord Stream 2 han provocado un gran griterío en la Unión Europea. El ministro de exteriores alemán, Heiko Maas, ha escrito en Twitter que, “la política energética europea se decide en Europa, no en Estados Unidos. Rechazamos por principio las intervenciones y sanciones exteriores con efecto de extraterritorialidad”. La cámara de comercio germano-alemana pide contramedidas contra lo que diputados conservadores alemanes como Joachim Pfeiffer califican de “acto hostil”.
Junto a este griterío, el vector militar europeo, dominado por la OTAN, es decir por Estados Unidos, sigue su propio curso, consagrando la esquizofrenia de la Unión Europea germanocéntrica. Entre abril y mayo de 2020, la OTAN celebrará las mayores maniobras militares de su historia en Bélgica, Alemania, Holanda, países bálticos y Polonia, con participación de 44.000 soldados de dieciocho países. En estas maniobras (Defender Europe 20) “Alemania será el principal eje logístico”, proclama con orgullo el Bundeswehr. Y algo parecido ocurre hacia China. Bajo el mando de Annegret Kramp-Karrenbauer (“Frau KK”), se envían unidades navales alemanas, junto a las francesas y británicas, a navegar por el Mar de China meridional: “es hora de demostrar presencia en la región junto a nuestros aliados”, dice la ministra ¿Tiene algún sentido esta esquizofrenia?
Como dice Wolfgang Streeck la cosa se pone seria. Cuando dentro de unos años, Alemania gaste el 2% de su PIB en su ejército, eso ya superará por si solo en un 40% al gasto militar de Rusia, que ya dedica hoy catorce veces menos que la OTAN. Francia y Alemania han perdido su confianza en Estados Unidos (Trump es de gran ayuda en eso), constata Streeck, pero no se ponen de acuerdo en las prioridades. “Francia tiene poco interés en Europa oriental, mientras que Alemania necesita de ella como mercado y reserva se mano de obra”. Francia ya tiene su paraguas nuclear, mientras que Alemania depende de sus aliados. El foco de Francia son sus guerras poscoloniales en África occidental, donde sus intereses rivalizan con Estados Unidos y China, algo que no interesa demasiado a Berlín…
Un reciente y extenso estudio de la Stiftung Wissenschaft und Politik, uno de los principales centros de pensamiento del establishment alemán, titulado “El papel de la OTAN para la defensa de Europa”, explica con bastante claridad el sentido de esta esquizofrenia alemana de tender puentes económico-comerciales con países como Rusia, China e Irán, mientras mantiene la subordinación militar hacia Estados Unidos que destruye esos mismos puentes. La simple idea que subyace es que para poder romper con el actual esquema subordinado a Washington en materia de defensa, las potencias europeas deben antes rearmarse y hacerse fuertes militarmente"


miércoles, 11 de diciembre de 2019

Cuartetas bajo cuerda




La sociedad civil encaramada por los jóvenes se encabrita 

contra la vigésimo quinta cumbre fallida para salvarnos del clima,

tres cuartas partes del cual envenenado por cien corporaciones.

Los grandes empresarios nos animan a que reciclemos en casa.








En Bolivia el golpe de estado del litio, los hijos del uranio africano

aplastados por contaminante maquinaria militar, el Oriente Próximo 

que albergara el paraíso se deseca, Venecia se ahoga de la mano

de las islas del Pacífico: un futuro sumergible con trazas de huracán.








En la cama me recorre la espalda el escalofrío del mundo.

Sudan o Gabón penden de decisiones climáticas en las que carecen

de peso alguno. Alejandro Sanz ha viajado en su jet a la cumbre

para dar un discurso edificante de sumisión virtuosa a los poderosos.



https://encromaticas.blogspot.com/

martes, 10 de diciembre de 2019

Fracaso histórico del capital




"Las manifestaciones de los últimos 12 meses en Chile, Ecuador, Perú, Haití, Irak, Irán, Hong Kong y hasta Francia han adquirido un carácter insurreccional por sus dimensiones y la amplitud de sus reclamos. Muchos pensarían que estos movimientos no tienen un hilo conductor y que todos obedecen a causas distintas. Los detonadores, en cada caso, parecerían ser muy distintos. Pero un análisis más cuidadoso permite identificar varias raíces comunes, en las que se mezclan las políticas de austeridad, una profunda desigualdad, el dominio del capital financiero y la concentración de poder de mercado en pocas corporaciones. Son los rasgos definitorios de esta etapa del capitalismo que se ha denominado neoliberalismo. 
Las señales del fracaso y ruina del neoliberalismo se encuentran en todas partes. La creciente e intensa desigualdad es, quizás, la señal más poderosa. Proviene de muchas causas, entre las que destaca la contracción en los salarios desde la década de los años 1970. El estancamiento económico en que ha caído la globalización neoliberal es otro signo de que algo está muy mal en las entrañas del capitalismo mundial. Ponerle la etiqueta de estancamiento secular a este proceso de ralentización puede servir para calmar las conciencias y ayudarlas a ahuyentar los malos augurios. Pero cuando uno pregunta por las causas de este fenómeno, casi nadie se atreve a poner el dedo en la llaga: el estancamiento secular se debe a una caída en la inversión que, a su vez, está ligada a una baja en la tasa de ganancia.
El sector financiero, que en las primeras etapas del capitalismo le fue aliado fiel, hoy se ha convertido en una máquina que impone su racionalidad a la economía real y mantiene su rentabilidad a través de la especulación. La masa de liquidez que hoy ocupa su espacio de paraísos fiscales rebasa los 22 billones (castellanos) de dólares. Las prioridades de la política macroeconómica obedecen a los mandatos del capital financiero, mientras el desempleo y subempleo son la cicatriz de estas políticas. El deterioro de los servicios de salud y educación en la mayoría de los países desarrollados es un hecho bien documentado. Finalmente, todo esto se acompaña de un proceso destructivo en todas las dimensiones del medio ambiente. Cambio climático fuera de control, pérdida de biodiversidad, erosión de suelos y contaminación de acuíferos son sólo algunos de los aspectos más claros de este deterioro que hoy es una amenaza para toda la humanidad.
¿Cómo leer este proceso de ruina del capitalismo? Una posible respuesta es ver en esto el fracaso de una forma particular de capitalismo, el neoliberalismo, pero no del proyecto histórico planteado por el capital. Todo esto exige un análisis más cuidadoso de lo que constituye el neoliberalismo.
En la década de los años 1930 los economistas ultraliberales Ludwig von Mises y Friedrich Hayek buscaron inyectar nueva energía a la ideología de un liberalismo que no había sabido qué hacer con el ascenso del fascismo, que no estaba resolviendo los problemas económicos de su tiempo y que, además, veía en la teoría macroeconómica de Keynes una amenaza. Usaron toda la superchería de la ideología del mercado libre para lograrlo. El resultado fue un adefesio que el marxista Max Adler calificó por vez primera de neoliberalismo.
Tal como lo describieron Von Mises y Hayek, el nuevo sistema era la esencia del capital. En su mediocridad como economistas, estos autores develaron la esencia de la economía política burguesa y enseñaron la esencia del capital. Su actividad panfletaria sentó las bases de lo que después sería la agenda neoliberal en teoría económica y en política: privatizar todo, desregular la vida económica y dejar actuar a las fuerzas del mercado. En pocas palabras, en el neoliberalismo no encontramos una excrecencia del capitalismo, sino la expresión más pura de su esencia. Y desde esa perspectiva, la ruina del neoliberalismo es efectivamente el fracaso del capital"

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=263343

viernes, 6 de diciembre de 2019

Cumbres en la calle

 
La sociedad civil encaramada por su juventud se manifiesta contra la vigésimoquinta cumbre fallida para salvarnos del clima, encabritado por nuestra actividad industrial depredadora. Tres cuartas partes de ese impacto lo producen cien grandes corporaciones. Los empresarios se ufanan de concienciación apelando a los hábitos de consumo individuales. Llevan razón: sin ellos esas cien empresas no gobernarían el mundo. Y entonces apelar a los gobiernos a secas sería más útil. La clave está  en recusar el propio sistema económico que lo fía todo al beneficio privado de una oligarquía de muy pocos.
Por ejemplo deteriora la educación pública en beneficio de la empresa privada mientras los informes internacionales certifican la degradación de la nueva ley que acatamos ciegamente: cada vez menos alumnos saben ciencias. Pero es que los niveles de lectura y comprensión lectora de las autoridades competentes tampoco remontan por aquí.
El trasfondo es la desigualdad inducida, la acumulación por desposesión de Harvey. Tras la crisis las empresas internacionales se arrojaron como buitres sobre los restos de lo público y común, y derechos como vivienda y sanidad, o el ocio ciudadano, y eso lo agrava todo. La propia huella ecológica de las grandes tecnológicas es inasumible.
Pero tranquilos, el fascismo viene a poner orden en el berenjenal de las protestas.
 

Cumbre del valle de lágrimas


"A medida que la crisis ecológica se profundiza y nos lleva al célebre “punto de inflexión” –que nos aproxima a una catástrofe planetaria– intentan convencernos de que el “reverdecimiento” de la economía mundial nos apartará de un futuro muy negro. De alguna manera, contra toda lógica, hemos adoptado una fe colectiva en la disposición de los gobiernos y las grandes empresas por hacer lo correcto. La huella de carbono se verá drásticamente reducida gracias a una combinación de estratagemas de mercado y tecnologías mágicas. Y, según avance sin complicaciones la mitigación del efecto invernadero, las fuerzas dominantes podrán volver a hacer lo que mejor se les da hacer: entregarse a su religión de acumulación y crecimiento sin límites.
Este escenario tan bellamente adornado resulta ser la más deprimente y paralizante de todas las grandes ilusiones. Y en ningún otro lugar su influencia es más fuerte que allí donde viven los mayores villanos medioambientales: Estados Unidos.
El pomposo Acuerdo del París de 2015 se vendió como la gran esperanza, pero sería más preciso definirlo como un ejercicio bienintencionado de futilidad, algo que el prestigioso climatólogo James Hansen, definió desdeñosamente como “un engaño sin propuestas de acción, solo promesas”. En París, los 200 miembros participantes propusieron la fórmula 20/20/20: reducción de emisiones de carbono del 20 por ciento, incremento de las fuentes de energía renovables del 20 por ciento y aumento de la eficiencia energética general del 20 por ciento. Teóricamente, eso mantendría la temperatura global media a menos de 2 grados (idealmente de 1,5º) por encima del nivel preindustrial.
El problema es que todos los objetivos son voluntarios y no hay mecanismo que obligue a su cumplimiento. Según el Acuerdo de París, cada nación (actualmente las 187 signatarias) determina sus propios planes, establece sus propios resultados e informa de sus iniciativas para la mitigación de carbono. La realidad es que todavía ninguno de esos países ha avanzado en la implementación de metas consistentes con la prescripción 20/20/20, y la mayor parte de ellos se encuentra muy lejos de dicho objetivo. Aunque el presidente Trump ha retirado a EE.UU. del Acuerdo, su huella de carbono resulta no ser peor que la de otros grandes emisores (China, India, Rusia, Japón, Alemania, Canadá o México).
A pesar de que muchas naciones han incrementado su utilización de energías limpias, el aumento del crecimiento económico global ha supuesto un aumento paralelo de las emisiones de carbono: un 1,6 por ciento en 2017, un 2,7 por ciento en 2018, y se anticipan aun mayores incrementos para 2019. La economía fósil se mueve a toda velocidad: las extracciones de petróleo y gas han alcanzado registros históricos y no se espera que vayan a disminuir. Incluso con un aumento significativo de las renovables, como el que se ha producido en China, India, EE.UU. y Europa, se prevé un aumento constante de la huella de carbono por el incremento total del crecimiento económico y el consumo de energía. Los 10 países más contaminantes representan en la actualidad el 67 por ciento del total de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y hay pocos cambios a la vista.
Recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), un organismo que difícilmente se podría tildar de radical, proyectaba que en 2030 la producción global de combustibles fósiles duplicaría con creces a la cantidad que deberíamos consumir si queremos revertir el calentamiento global. En otras palabras, los acuerdos de París estaban vacíos de contenido. El informe del PNUMA concluía, extrapolando los datos de emisiones de los ocho países más contaminantes, que la “humanidad” avanza por una senda suicida hacia el desastre ecológico marcado por aumentos de temperatura de cuatro grados o quizás más.
En cualquier caso, aunque las principales naciones cumplieran los objetivos 20/20/20, poco cambiaría. En realidad, la suma de todos los compromisos adquiridos en París no mantendría la temperatura por debajo del aumento de dos grados (o más) en las próximas décadas. El consumo global de combustibles fósiles ligado al aumento del crecimiento anularía tales esfuerzos, de manera que las estrategias de mitigación de carbono existentes serían ilusorias. De hecho, muchos observadores aplicados creen que ya es demasiado tarde y que, cargados con el lastre de una herencia de fracaso político, vamos directos hacia un desastre planetario. Oleadas de protestas climáticas por todo el mundo intentan incrementar la indignación pública, pero estas protestas (y otras anteriores) todavía no han generado el tipo de oposición política cohesionada capaz de revertir la crisis. Estamos atrapados en un ciclo de futilidad, una inmovilidad psicológica a la que David Wallace-Wells llama “nihilismo climático” en su libro “El planeta inhóspito” (1). Las protestas masivas que se producen un entorno así no se traducen automáticamente en un cambio de sistema, ni siquiera en reformas de gran calado como las asociadas a los diferentes Green New Deals.
En opinión de escritores como Wallace-Wells, estamos atrapados en un mundo que avanza inexorablemente hacia un aumento de cuatro o cinco grados hacia el final del siglo, si no antes. Este autor concluye afirmando que “si los próximos 30 años de actividad industrial trazan un arco ascendente similar al de los últimos 30 años, regiones enteras serán inhabitables para los estándares actuales”. El cataclismo ecológico asolará grandes regiones de Europa, América del Norte y del Sur. En este escenario, la economía mundial sufrirá tal destrucción que la famosa teoría de la crisis de Karl Marx parecerá tibia. Wallace-Wells añade: “Un calentamiento de tres grados desencadenará un sufrimiento superior al que han experimentado los seres humanos a lo largo de milenios de tensiones, conflictos y guerra total”.
Además de la “actividad industrial”, Wallace-Wells podría haber mencionado el ámbito aún más problemático de la agricultura y la alimentación: ese será el eslabón más débil de un sistema en crisis. En la actualidad, el 80 por ciento del agua dulce se dedica a la agricultura y la ganadería, y la mitad se emplea para la producción de carne. Vivimos en un mundo en el que se necesitan unos de 20.000 litros de agua para producir un kilo de carne de ternera y 685 litros para un litro de leche. La mitad de toda la superficie cultivable se dedica a pastos, y no parece que esta cantidad vaya a disminuir con la industrialización de nuevos países. La huella de carbono de la agricultura destinada a la alimentación animal podría alcanzar el 30 por ciento del total, o incluso más, si consideramos su uso de combustibles fósiles. Dado que más de 2.000 millones de personas se ven actualmente privadas de agua y alimentación adecuadas, sería preciso considerar seriamente la grave insostenibilidad de la agroindustria capitalista.
A pesar de los llamamientos para “salvar el planeta” y el reciente auge del “activismo por el clima”, pocos países han puesto en marcha un programa destinado a reducir radicalmente las emisiones de carbono. Para los gobiernos y las élites empresariales todo sigue igual. En su libro “Leviatán climático” (2), los escritores británicos marxistas Geoff Man y Jonathan Wainwright se lamentan: “La posibilidad de conseguir una rápida reducción del carbono global que mitigue el cambio climático ya ha pasado. Las élites mundiales, al menos, parecen haberla abandonado, si es que alguna vez se la tomaron en serio”. En vez de eso, parece que han optado por una política de adaptación a un planeta en continuo calentamiento.
Los mismos gigantes corporativos que dominan la economía mundial son los que toman las decisiones que afectan al futuro ecológico. En la actualidad, y según afirma Peter Phillips en “Gigants” (3), las 385 transnacionales que dominan el sistema mundial están valoradas en 255 billones de dólares y gran parte de ese dinero está invertido en el sector de los combustibles fósiles. Estados Unidos y Europa poseen casi dos tercios de esa cantidad. No más de 100 compañías son responsables de al menos el 70 por ciento de todas las emisiones de GEI. En la cumbre de esta pirámide, 17 gigantes financieros dirigen la economía del mundo capitalista. Hasta la fecha, no hay señales de que los caciques del capitalismo fósil estén dispuestos a desviarse de su curso históricamente destructivo"