“En los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía, mientras que en los países autoritarios lo que no se percibe es la naturaleza económica de la violencia”
Bertolt Brecht

"Hay que aprender de los errores del siglo XX y superarlos. El capitalismo no lo ha hecho. Los socialistas deben hacerlo"
Tariq Ali

"La cuestión no es mercado sí o mercado no, es qué espacio tenemos que concederle al mercado para que tenga efectos positivos y qué espacio tenemos que quitarle para que no tenga efectos negativos"
César Rendueles ("Capitalismo canalla" antídoto para "Los enemigos del comercio" de A. Escohotado)

"Los poderosos siempre han perseguido a los alfabetizadores, a los que paraban las balas con columnas de periódico, a los que hacían escudos con libros cargados de metáforas y razones. También a los que han hecho visibles a los invisibles, a los que enseñan a decir no con una sonrisa y también a los que enseñan desde el monte a recordar que no hay que vivir de rodillas"
J.C. Monedero

Qué son los PsyOps: "Los daños que causan las PsyOps [Operaciones Psicológicas] se reflejan en la aparición de cambios en el plano cognitivo y mental (...) Toda operación militar, y por tanto toda operación psicológica, tiene que contar con una cadena de mando. El análisis detallado de los mensajes a través de Twitter y Facebook ha permitido descubrir «nodos de red», o sea estados mayores implicados en la operación. Estos están entrenados en el uso de métodos de control de las multitudes para crear una situación de contagio entre individuos de diferentes medios y orígenes. De esa manera, los estados mayores logran localizar fácilmente los «repetidores de opinión», o sea los individuos que influyen sobre los demás. Los especialistas pueden entonces optar entre informarlos sobre el proyecto o mantenerlos en la ignorancia de lo que está sucediendo"
Valentin Vasilescu (experto en inteligencia militar)

"Gozamos de tres bienes de valor incalculable. La libertad de conciencia, la libertad de palabra y la prudencia de no usar nunca ninguna de las dos". Mark Twain.


jueves, 31 de octubre de 2019

Autogestión vs instituciones

Carlos Taibo:

"Por lo que al PSOE se refiere –sólo prestaré atención a las fuerzas políticas de ámbito estatal–, la visión más común identifica en él un partido social liberal, tributario de la trama de grandes empresas y bancos, inmerso en el deleznable juego de las puertas giratorias, adalid, al cabo, de una lamentable reforma laboral y de una no menos lamentable ley mordaza, incapaz de romper amarras con el nacionalismo de Estado y supeditado, en suma, a la miseria de la UE y a las imposiciones del imperio norteamericano. Hace media docena de años hubiera resultado difícil imaginar que alguien que creyese en eso que se llamaba izquierda transformadora aceptase de buen grado que el proyecto mayor de esta última fuese un pacto con el mentado Partido Socialista. Hoy, y al calor de Unidas Podemos, lo anterior ha acabado por parecer natural. La jugada se ha llevado –parece– lo poco que olía a proyecto emancipador en el partido morado, convertido en una sórdida fuerza socialdemócrata, aberrantemente jerarquizado, ciego, en los hechos, ante lo que se nos echa encima en el terreno ecológico y entregado a la hermosa tarea de blandir las virtudes de la Constitución en vigor. No hay motivos para concluir que promete algo diferente, antes al contrario, Más País, una iniciativa que se levanta sobre el supuesto prestigio de un dirigente que, promocionado con descaro por los medios, fue responsable mayor, en Podemos, del asentamiento de un sinfín de flujos jerárquicos y autoritarios. Y que se dispone a repetir la jugada. Vaya retoños que ha generado –pensarán tantas compañeras– la nueva política (...)
Tiene sentido, de cualquier modo, que, más allá de esa percepción sobre los partidos y sus dobleces –que, repito, alcanza hoy por igual a  abstencionistas recalcitrantes y a votantes de nariz tapada–, escarbe en una segunda querencia que se revela en el mundo anarquista/libertario. A su amparo se aprecia una contestación abierta de la democracia liberal y, con ella, y por cierto, de las miserias de los Estados del bienestar. De resultas, se subraya que la primera se levanta en un escenario lastrado por lacerantes desigualdades, bebe de mayorías artificiales que son el producto de una premeditada distorsión de las adhesiones populares, en su trastienda operan formidables corporaciones que son las que al cabo imponen las reglas del juego y, en suma, y cuando las cosas vienen mal dadas, no duda en hacer uso de la fuerza a través de la represión que conocemos en nuestras calles o a través de golpes de Estado o invasiones asestados en países del Sur que disponen de materias primas golosas. De semejante consideración no puede sino derivarse un rechazo palmario de lo que suponen los liderazgos, la desmovilización, un agotado sindicalismo de pacto y la violencia cotidiana que ejercen el capital y sus tentáculos. 
Pero despunta también, en un tercer escalón, una crítica frontal del papel desempeñado por los medios de incomunicación. Hace unos días, e invoco una circunstancia personal, pasé por el mal trago de engullir, en un canal de televisión, una tertulia que partía de la certeza de que la abstención es un pecado que hay que castigar y enmendar. Esa genuina plaga contemporánea que son los tertulianos alimenta un pluralismo de circuito cerrado que permite discutir airadamente, sí, sobre las vergüenzas del régimen –el bipartidismo, la corrupción, la maltrecha división de poderes o, incluso, la república y la monarquía– mientras proscribe, en cambio, todas las disputas que afectan al sistema. ¿Se imaginan que en un plató de televisión se debatiese sobre el trabajo asalariado, la plusvalía –¡ay la plusvalía!–, la mercancía, la alienación, la explotación, el patriarcado, las guerras imperiales o el colapso que viene? ¿Y se imaginan, más aún, que en los medios se explicase que la jornada de ocho horas fue ganada, cien años atrás, por un sindicato llamado CNT, se recuperase la memoria de las colectivizaciones desarrolladas durante la guerra civil, se pusiese el dedo en la llaga de lo que supuso el caso Scala en el marco de la impoluta transición democrática que nos venden o se sacasen a la luz tantas manipulaciones policiales?
No falta, en fin, y en un cuarto salto, el recordatorio de algo importante: la incapacidad manifiesta que el sistema que nos imponen, aberrantemente cortoplacista, muestra en materia de encaramiento y resolución de aquellos problemas que lo son de fondo y de largo recorrido. La consideración de esos problemas, con un gobierno de izquierdas o sin él, tiene, en el mejor de los casos, un carácter testimonial y retórico, como nos lo recuerdan muchas de las demandas que llegan del feminismo que no es de Estado y la certificación de que para dar réplica al cambio climático hay que contestar su cimiento mayor, que no es otro que el capitalismo. En este orden de cosas no queda sino concluir que esta maravillosa democracia de la que nos han dotado da la espalda una y otra vez a las generaciones venideras, a muchos de los habitantes de los países del Sur y a los integrantes de las demás especies con las que, sobre el papel, compartimos el planeta. Y, claro, y gestos efectistas aparte, a la mayoría de las mujeres y a las muchas desheredadas que habitan entre nosotras.
En el mundo que hoy me interesa menudean las voces que recuerdan, con todo, que la debilidad de nuestras instancias autogestionarias sigue siendo un problema mayor, y ello por mucho que éstas hayan ganado peso en los últimos años. Tan es así, que hay que concluir que con frecuencia se equivoca el mensaje: debiera ser la defensa cabal de la autogestión desde abajo lo que explique el rechazo que provocan elecciones e instituciones, no vaya a ocurrir que nos quedemos en el vacío de una crítica de unas y otras que no nazca de la fortaleza –a buen seguro que trabada, de nuevo, por la represión– de nuestros espacios autónomos. Debe partirse, en cualquier caso, de la firme creencia de que todo terreno ganado por la autogestión es un terreno perdido por las instituciones. Y de la certificación de que no hay  ningún ejemplo sólido que ilustre cómo desde estas últimas se han defendido, de manera consistente, prolongada y no interesada, los espacios autogestionados, desmercantilizados y, ojalá, despatriarcalizados que se han ido perfilando. No es sencillo explicar, en suma, qué tienen en la cabeza quienes creen que el sindicalismo de pacto, con las migajas que obtiene, es una alternativa honrosa frente a la ignominia del capital"


domingo, 27 de octubre de 2019

Chomsky sobre Chile

 
"Chile enfrenta una explosión social debido al aumento en el precio del transporte público, el país sudamericano tiene un per cápita similar a Portugal pero una distribución de ingresos de las peores del mundo, los medios y partidos políticos Parecen sorprendidos, ¿Es sorprendente en su opinión?
Para nada sorprendente lo que ocurre en Chile. Estas son las consecuencias que eran perfectamente previsibles tras el asalto neoliberal a la población en los últimos 40 años, verificadas constantemente en todo el mundo. En los Estados Unidos, por ejemplo, el 0.1 por ciento de la población ahora posee más del 20 por ciento de la riqueza, la mitad de la población tiene un patrimonio neto negativo, los salarios reales son casi los mismos que hace 40 años, por primera vez en un siglo la mortalidad está aumentando, principalmente entre los blancos en edad laboral y un largo etcétera.
El país era generalmente descrito como el lugar de América Latina que demostraba que el neoliberalismo era un sistema digno de imitación, era presentado como ejemplo por Bolsonaro antes de ganar las elecciones, era ilusorio?
La dictadura de Pinochet proporcionó condiciones experimentales perfectas para la aplicación de los principios neoliberales guiados por las principales figuras de la doctrina. Fue un fracaso total. Para 1982, la economía colapsó. El estado tuvo que intervenir radicalmente. Los economistas internacionales bromearon diciendo que era "el camino de Chicago hacia el socialismo". Sin embargo, los efectos perniciosos permanecieron y continuaron.
Pero en el caso chileno se ha argumentado que a pesar de seguir las recetas de Friedmann, la dictadura de pinochet no privatizó su principal empresa, la minería del cobre ¿Por qué cree que se alejó del dogma?
Los expertos de Chicago fueron lo suficientemente inteligentes como para apartarse del dogma en el caso de CODELCO, una productora de cobre estatal altamente eficiente y una fuente importante, si no la principal, de ingresos para el Estado.
Al comienzo de esta crisis, las autoridades parecían no entender por qué los estudiantes protestaron, dado que “a ustedes no le subimos el pasaje”, el concepto de solidaridad les parecía desconocido.
Margaret Thatcher expresó bien el dogma neoliberal: no hay sociedad, solo individuos, solos para enfrentar las devastadoras fuerzas del mercado. La solidaridad es un crimen. Es por eso que desde la década de 1920, las principales figuras del neoliberalismo, von Mises, Hayek y otros, han acogido con satisfacción la violencia estatal a gran escala para destruir los sindicatos y otras interferencias similares a la "buena economía". Pinochet por ejemplo.
Parte de la ira de los manifestantes se dirige hacia los medios de comunicación, porque algunos  en un primer momento parecían poner más énfasis en la destrucción material que en las víctimas del estallido, el neoliberalismo supone que el derecho a la propiedad es superior al derecho a la vida, ¿de dónde viene esa idea, del capitalismo?
Como le he comentado el neoliberalismo fue fundado por von Mises y otros en Viena en la década de 1920. Es una versión particularmente salvaje del capitalismo. Ganó poder con Reagan y Thatcher, con efectos devastadores en gran parte del mundo. Esa es la razón básica de la ira, el resentimiento y el desprecio por las instituciones políticas que están barriendo gran parte del mundo, creando oportunidades para los demagogos de ultraderecha como Trump, Bolsonaro, Orban, Salvini y otros que buscan desviar la ira justificada hacia chivos expiatorios como inmigrantes , negros, musulmanes, etcétera. Una táctica milenaria, con graves consecuencias"
 
 

miércoles, 23 de octubre de 2019

Violencias


Andrés Piqueras:

"Desde que cobra cuerpo la fase neoliberal del capitalismo, se multiplican e intensifican las manifestaciones brutales de violencia de la clase capitalista y de su instrumento de poder: el Estado. Porque violencia es saltarse a la torera los artículos constitucionales de carácter social. Porque violencia es convertir el mercado laboral en un estercolero, en donde cada contrato es una humillación de la población trabajadora. Violencia es que haya millones de personas desempleadas y hogares donde no entra un solo sueldo. Violencia es tener a casi el 30% de la población en riesgo de pobreza, y a casi la mitad con problemas para llegar a fin de mes. Violencia es haber llegado a desahuciar más de 500 familias al día, y que de nuevo millones de hogares no puedan cubrir los gastos energéticos imprescindibles.
Pero violencia es también que las oligarquías no paguen impuestos para mantener los servicios públicos y evadan y defrauden a mansalva. Violencia es que mientras se tiene casi la mayor tasa de pobreza infantil de Europa, los 20 españoles más ricos ganen más de 1.700.000$ por hora. A escala mundial estamos ante la mayor desigualdad jamás alcanzada por la humanidad: el 1% de la población mundial cuenta con más activos que el 50%.
Nunca he visto a nuestros representantes políticos “constitucionalistas” condenar estas violencias. Antes bien, y como con recochineo, nos quieren hacer creer que las mismas, y las desigualdades que acarrean, son compatibles con la Democracia.
La ilusión democrática en el capitalismo consistió en la igualdad y libertad de decisión formales, mientras que se mantenían profundas desigualdades estructurales. A partir de confundir lo formal con lo real es que la clase capitalista o sus delegados políticos, nos pueden hablar hoy de “igualdad” con una siniestra sonrisa.
La “ilusión democrática” ha sido más o menos aceptada o creíble mientras fue de la mano de un crecimiento económico que permitió servicios básicos, la mejora de las condiciones de vida y el movimiento en la escala social mediante el poder adquisitivo. La “ilusión democrática” se instaló como cultura: ésta era la única forma posible de entender la democracia. El Estado se encargaba de proporcionar la dimensión socio-emocional e ideológica, para producir vínculos afectivos o de complicidad entre él mismo, los individuos y el capital.
Pero hoy que el sistema capitalista da muestras evidentes de vejez y genera más crisis que crecimiento, los Estados cada vez pueden ofrecer menos a sus poblaciones. Más bien las deparan desempleo y empleo basura, deterioro galopante de los servicios, nuevas generaciones sin futuro, destrucción ambiental, empobrecimiento de las grandes mayorías, militarización y guerras. Mientras, las familias, léase las mujeres, se tienen que reventar trabajando para atender todo lo que el mercado laboral expulsa o no cubre con sus ridículos salarios, todo lo que el Estado va dejando de proporcionar. Eso también es violencia.
Como advierten los académicos franceses, Dardot y Laval, la democracia de esta fase del capitalismo, post-neoliberal, tiende progresivamente a vaciarse para pasar a no ser más que la envoltura ideológica de un gobierno de guerra social. La ley se ha convertido en el instrumento privilegiado de la lucha contra la democracia, con lo que la democracia se vacía de su sustancia sin que se suprima formalmente. Lo que quiere decir, a la postre, que se utiliza a la democracia para erradicar todo atisbo de democracia.
Una vez que la democracia deviene antidemocrática, entonces sí, los fascistas también se hacen demócratas. Ahí está Vox para demostrarlo. En España, a todos los que jamás condenaron el franquismo, como el PP, y se sienten a gusto cogobernando con falangistas, como Ciudadanos, se les empezó a llenar la boca de democracia.
También nos hablan de “igualdad” ante de la ley, cuando defienden un rey irresponsable ante ella, con una hermana absuelta de cargos por gracia divina. Nos proclaman la “independencia” del poder judicial mientras los principales partidos políticos se pegan por poner a “sus” jueces, a dedo. Mismos jueces que absuelven luego a los partidos de sus corrupciones, como bien saben en la calle Génova.
Una vez que la democracia se ha hecho antidemocrática, entonces ya se puede empezar a acusar de “violentos” a quienes se oponen a todo ello y sancionar penalmente cualquier manifestación popular, artística o laboral en virtud de alguna nueva tipificación jurídica incorporada como Mordaza Social. Y los poderosos o sus representantes comienzan a repetir toda la retahíla: “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”; “siempre dentro del marco de la ley” o “el imperio de la ley”. Y el delito de odio, que se hizo para proteger minorías sociales, de repente se aplica a quien se mete con la policía. Y por supuesto, jamás te dejarán ejercer un voto que pueda transformar este estado de cosas. ¿Referéndum para ejercer el derecho de autodeterminación?: ilegal. ¿Protección contra desahucios?: ilegal. ¿Denunciar, como hizo Assange, espionajes, oscuras manipulaciones políticas, intervenciones en países ajenos y masacres?: ilegal. ¿Revelar la identidad de los evasores fiscales?: ilegal ¿Nacionalizar la Banca y las empresas?: sólo para rescatarlas con el dinero de todos y luego a privatizarlas otra vez.

Repitamos, en suma: todos los avances sociales se han conseguido primero contra las leyes del capital, y una vez realizadas ciertas conquistas, yendo más allá de ellas. Y eso no se ha hecho, no se hace, sin dolor ni enfrentamiento. Sin fuerza social"


https://blogs.publico.es/dominiopublico/29843/democracia-y-violencia/

domingo, 20 de octubre de 2019

Memoria histórica

 
Joan Garcés:

 
 
"Hay que distinguir entre efectos y causas. El país está viviendo circunstancias muy problemáticas en lo económico, en lo social y en lo político. El debate está alrededor de los hechos que, en mi opinión, son solo las consecuencias o efectos. Creo que tenemos que fijarnos más en las causas. Y estas causas hay que mirarlas en la continuidad de la impunidad de los crímenes cometidos por la dictadura y el hecho de que esa impunidad se perpetua hasta hoy.
Uno de los efectos de esa impunidad es la continuidad de los restos de Franco en el Valle de los Caídos. ¿Por qué no lo retiró el gobierno de Suárez? ¿Por qué no lo retiró Felipe González? Me parece, además, muy sintomático que la retirada se produzca a la vez que se da la revuelta en Catalunya, que invoca al antifranquismo de una manera muy militante.
"La situación es mucho más compleja que un referédum entre independencia sí o independencia no"
Por otro lado, la marcha de los pensionistas también hay que vincularla con la altísima tasa de desempleo que hay en los jóvenes. Sin embargo, hablamos de los pensionistas, pero no hablamos apenas de las causas económicas profundas que están en la base de esos desajustes económicos que provocan que los pensionistas marchen sobre Madrid o que los jóvenes en Catalunya se rebelen contra el Estado. Muchos de los jóvenes que están en Catalunya pidiendo independencia están en situación de desempleo o con empleos precarios.
Es importante que tengamos en cuenta que la agudización de la crisis política en España y Catalunya comenzó a la vez que la crisis económica. Se puede observar cómo el número de independentistas en estos años se ha multiplicado por tres o por cuatro. Una de las derivaciones de la crisis económica de 2008 y de las pocas herramientas que tiene el Estado español para hacerle frente debido a su integración en el Euro es la multiplicación del paro en los jóvenes y de la acción independentista.

¿Qué tiene que ver la impunidad del franquismo con la situación que vive Catalunya?

Hay un vínculo muy profundo. Por una parte, en la manera en la que el Estado español responde a la acción independentista. Por otra parte, en la medida en la que la revuelta en Catalunya tiene un componente abiertamente antifranquista y contrario a la perpetuación de las estructuras políticas españolas que tienen sus raíces en el franquismo. Este antifranquismo que hay en Catalunya se ve ahora, pero no solo. Cuando Franco murió la única parte del Estado que reivindica la legalidad republicana, de la institucionalidad republicana, es Catalunya y exige en las calles de manera masiva el reconocimiento del presidente de la Generalitat que estaba en el exilio. Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos acceden a restaurar la Generalitat. No hay ninguna otra parte de España donde esto se produce. Por tanto, la revuelta republicana en Catalunya no puede verse solo como un fenómeno de hoy. 
"La revuelta en Catalunya tiene un componente abiertamente antifranquista"
Lo grave de la situación que hoy atraviesa España y Catalunya es la ausencia de un pacto como el que en 1930 firmaron las fuerzas republicanas, socialistas y nacionalistas de diversa índole en San Sebastián, el conocido como Pacto de San Sebastián, que fue el germen de la II República. Ahora, la revuelta republicana catalana se ha aislado del resto del país. Fuera de Catalunya no encuentra con quien articularse. No tiene aliados potentes en Madrid, Galicia, Euskadi, Valencia, Canarias... Esas alianzas sí estaban en el Pacto de 1930 y esa circunstancia ha llevado a los republicanos catalanes a una vía de aislamiento en su confrontación con el Estado español. Una situación que, estratégicamente, es muy negativa para los catalanes hoy salvo que una intervención extranjera en un futuro a medio plazo cambie la situación. 

¿Usted contempla el escenario de una intervención extranjera decisiva?

Lo mismo ocurrió en la Constitución de la I República Española. El artículo 1 decía: "Componen la Nación Española los Estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Filipinas, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, Regiones Vascongadas". En aquel momento había un movimiento autonomista muy fuerte en Cuba y hay dos posiciones en la península. Por una parte, una posición que apostaba por la República federal y que apostaba por dialogar con los secesionistas cubanos y llegar a acuerdos que sean aplicables allí y aquí. Y después estaba la respuesta de la vía más absolutista y conservadora, que se vio en la Restauración borbónica de 1874 y su líder, Cánovas del Castillo. Este hombre dijo que lo que pasaba en Cuba era una cuestión de "filibusteros, bandoleros y bandidos", es decir, lo que hoy llamaríamos terroristas, y que con esta gente no se podía hablar. Esa crisis del Estado español también se resolvió con una intervención extranjera. Las potencias extranjeras retiraron su apoyo a la posición española de mantener Cuba dentro de la Corona y Estados Unidos interviene y se produce la desintegración de Cuba y Puerto Rico. 
"La incapacidad de buscar acuerdos entre españoles puede propiciar que la resolución de este conflicto llegue de fuera de España"
Lo mismo puede pasar ahora. Estamos en una crisis de Estado y las dos partes (España y Catalunya) están pidiendo una intervención extranjera. Las dos partes apelan una y otra vez a la Unión Europea. Y ese es, en mi opinión, el problema más grave. La falta de acuerdo, la renuncia o la incapacidad de buscar acuerdos entre españoles puede propiciar que la resolución de este conflicto llegue de fuera de España. En este caso, la decisión que tomen los países extranjeros será siempre según sus intereses y no la de los ciudadanos españoles o catalanes. 
Entonces, para mí, la reflexión es la siguiente: ¿Qué hacer en estas circunstancias de crisis? Una vez más estamos como en una situación del primer tercio del siglo XIX. Podemos reprimir o buscar fórmulas de acuerdo. Mi postura es que siempre es mejor un acuerdo imperfecto entre españoles a que la suerte de todos la decida una potencia extranjera en función de sus intereses. 

¿No cree que un referéndum puede solucionar el conflicto?

Creo que la situación es mucho más compleja que un referéndum entre independencia sí o independencia no. Creo que la solución pasa por reformas profundas dentro del Estado español, que incluye también a Catalunya, y por ofrecer esas reformas a los ciudadanos de Catalunya y del resto del Estado. Unas medidas que superen los déficits extraordinarios y estructurales que tiene el Estado español. Eso me parece lo prioritario. Tenemos que hablar con los catalanes, independentistas y no independentistas, y buscar con ellos fórmulas para que se sumen a esa política de reformas estructurales profundas para todo el Estado. No le queda duda de que fuera de Catalunya estas reformas van a encontrar unas resistencias brutales. Reducir el problema catalán a independencia sí o independencia no... pues no creo que sea tan sencillo el asunto"

https://www.publico.es/politica/joan-garces-encontramos-solucion-catalunya-decidira-potencia-extranjera.html

 

miércoles, 16 de octubre de 2019

Escándalo

 
"Durante los últimos tres años, el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan ha realizado tantos recortes de libertades que resulta imposible hacer el recuento. Centenares de cargos electos y los colíderes del partido democrático HDP —una coalición formada por el movimiento kurdo y parte de la izquierda turca— han sido encarcelados; decenas de miles de maestros, jueces y funcionarios, purgados por motivos ideológicos. Lo relevante para la comparación con la sentencia del Procés no son los números —la escala turca es inmensamente mayor que la española— sino la naturalidad con la que televisiones, periódicos, intelectuales, tertulianos y tuiteros turcos aceptan la represión. Están convencidos de que viven en una democracia cuasi perfecta y cualquier crítica a la falta de libertad es interpretada como un ataque de los terroristas kurdos y una conspiración internacional antiturca.
La sentencia dictada por el Supremo es una vergüenza. Condena a activistas sociales a nueve años de prisión por convocar movilizaciones pacíficas. Condena a los miembros del Govern a penas más altas que la mayoría de los 33 procesados por el golpe de Estado del 23F o del intento de golpe de Ynestrillas (padre), que en 1980 fue condenado a seis meses de prisión por intentar asaltar con un tanque el Palacio de la Moncloa. Y es una vergüenza la naturalización de la represión por parte de televisiones, periódicos, intelectuales, tertulianos y tuiteros españoles. Están convencidos de que viven en una democracia cuasi perfecta y cualquier crítica a la falta de libertad es interpretada como un ataque de los secesionistas catalanes y una conspiración antiespañola.
Porque fuera de España, igual que pasa con la represión de Turquía, resulta obvio para cualquiera con una mínima sensibilidad democrática. Recibo mensajes de cargos de Syriza preguntando si de verdad el Tribunal Supremo había dictado las penas que reportaban los diarios o era un fallo de traducción. El diputado tory (conservador y unionista) escocés Murdo Fraser declara que “aunque comprendo que se trata de un asunto que compete a los tribunales y al poder judicial español, no veo el sentido de que el Gobierno de Madrid encarcele a los líderes catalanes por una acción esencialmente política”.
Otro escocés, Iain Macwhirter, ex rector de la Universidad de Edimburgo, periodista de la BBC y comentarista político de The Herald and the Sunday Herald, escribe “¡13 años por ayudar a organizar un referéndum pacífico! Incalificable. Lamento que la Unión Europea no haya condenado esta violación de los derechos civiles fundamentales”. La laborista Emily Thornberry proclama en la Cámara de los Comunes que “la sentencia dictada ayer en Madrid contra los políticos independentistas catalanes es innecesaria, desproporcionada y totalmente contraproducente”.
El Bloco portugués va más allá. Condena “a reiterada tentativa por parte do Estado Espanhol em procurar resolver um conflicto eminentemente político a través da repressão e da prisão” y exige “à libertação de todos os presos políticos catalães, ao regresso dos exilados sem represálias e ao fim da repressão na Catalunha”. Los tertulianos españoles, sin embargo, ven lógica la sentencia. Es el Estado de Derecho. Somos una democracia ejemplar. Esto no es un problema para las libertades en España, solo es el fruto de la espiral demente de los independentistas catalanes.
La policía le revienta un ojo a un chaval —uno más, como en el 1 de octubre, en las huelgas, en los desalojos— en las protestas del Prat. En Eldiario.es lo cuentan así: “Un hombre ha sido herido por el estallido de su globo ocular”. Qué mala suerte que te estalle un ojo durante una manifestación. En La Sexta dicen que le están operando de urgencia pero “a esta hora no se puede asegurar que vaya a perder la visión”. La misma tele llama “brutal agresión” al manotazo que desequilibra a María Grima, la militante de Vox que provoca con una rojigualda a los manifestantes en Tarragona. El País sube la apuesta por el periodismo de calidad con el siguiente tuit: “Una madre con su hijo en brazos hace una peineta a los cientos de manifestantes que están cortando la C-58 en Terrasa”. Piqueras en Tele5 se muestra preocupadísimo por los turistas y los contenedores de Barcelona. Jorge Bustos dice que Barcelona es una ciudad sin ley pero no deberíamos perder el tiempo comentando lo que dice un gilipollas.
La PAH publica un contundente comunicado expresando la preocupación por la criminalización de la protesta, que a partir de ahora podrá ser considerada sedición. Ecologistas en Acción considera que la sentencia del Tribunal Supremo contiene una inaceptable criminalización de la protesta y de la desobediencia civil
En Catalunya la reacción va mucho más allá del independentismo y el activismo. El festival de de Sitges, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, el Barça, el Primavera Sound publican comunicados criticando la sentencia. Da lo mismo, los medios de ámbito estatal siguen tratando las protestas como una cuestión de orden público provocada por independentistas exaltados. La radio del Primavera Sound suspende la programación y anima a salir a la calle. El festival Womanz se aplaza. Varias editoriales anuncian que no tendrán lugar presentaciones de libros. El programa deportivo La Sotana cancela su emisión y publica tuits desde el aeropuerto. La reacción de enfado a tu alrededor es inmensa pero cuando enciendes la tele solo ves una caricatura."
 

 
 

sábado, 12 de octubre de 2019

El día de las fuerzas amadas


Y para más símbolos, el paracaidista con la bandera de España termina abrazado a una farola: para caídas, esa...
Daniel Bernabé:
"Los estadounidenses celebran su día nacional conmemorando una guerra de independencia, los franceses lo hacen recordando una revolución, nosotros, los españoles, tenemos nuestro día nacional situado en algo así como el acontecimiento fundacional de un imperio, y quizá aquí se halle la explicación para que seamos uno de esos países que está recostado permanentemente en el diván contándole al psicoanalista, entre la pesadumbre y el aburrimiento, sus problemas de identidad.
Mientras que los italianos, por poner un ejemplo concreto, andaban en el siglo XIX desangrándose para unirse en algo que no existía, Italia, los españoles andaban desangrándose por mantener un imperio en decadencia que no era suyo, sino del que eran parte. Por mantener algo que existía pero que iba a dejar de existir. Franceses y británicos aprovecharon para quedarse con los restos.
Mientras que otros construían su comunidad imaginada, la nación, nosotros empezamos a construir la nuestra contra los franceses, pero la cosa se quedó a medias porque la otra identidad, la del Imperio Español desmembrándose, se quedó con la energías y los entusiasmos. En resumen, a Rolex o a setas, que dicen los vascos. La cosa se quedó a medio hacer y lo que restó de siglo fue una lucha entre una cierta idea de progreso y reacción, que fue lo que nos contó Galdós en muchos de sus libros, primera manifestación literaria plenamente nacional.
A la segunda, ya generacional, la del 98, se le quedó en la cara y en la letra el rictus serio, que es lo que pasa cuando sabes que lo que viene es tan malo como lo que no acabas de dejar: Abascal y Fernando VII, con toda una serie de oscuros y sanguinolentos personajes mediando entre ellos, forman parte del mismo hilo histórico, ese que despreció a Alejandro Sawa, cronista netamente moderno de una carrera que resumió en un libro titulado Declaración de un vencido, por regodearse en Pedro Luis de Gálvez, un desgraciado cuyo único talento fue aprovechar el cadáver de su criatura para pasearlo en una cajita por las tabernas y forzar la sordidez de la limosna.
Si hablamos tanto de la nación es porque la máquina ideológica de la nación funciona, nos guste o no. Todas las máquinas tienen un sólo uso, y el de la nación es dotar de un anclaje sentimental al Estado. Morir en una guerra por la oficina del catastro no es lo mismo que hacerlo por la grandeur, emociona claramente menos. Alguien se dió cuenta -ese señor llamado proceso histórico- que para unir territorios, para que se pudiera comerciar sin cambios de moneda, ley y medidas cada veinte leguas hacía falta un Estado, y a ese Estado una idea que provocara identidad y pertenencia.
Esa máquina, una vez puesta en marcha, ha tenido un sólo uso, pero ha servido para diferentes aplicaciones. A veces progresistas, como en África, Asia o América Latina donde los procesos de descolonización se basaron en la nación pero, además, caminaron rápidamente hacia el socialismo: ni en Cuba, China o Vietnam se podía haber librado una guerra revolucionaria si antes no hubiera habido una por la emancipación del país.
La aplicación reaccionaria es la que ustedes, a poco que sean despiertos, ya habrán notado: la patria es la manera de hacer pasar los intereses de unos pocos por los deseos de la mayoría. Por eso cuando alguien dice esto es bueno para España normalmente suele querer decir que es bueno para tal o cual gran empresa, y en términos generales, bueno para una clase muy determinada de personas, esas a las que hemos bautizado como las del Ibex.
Pero entonces llegó el neoliberalismo, esa restauración victoriana sin enaguas pero con squash y tecno-pop, y se imaginó que podía prescindir de las ideas religiosas e incluso nacionales, y por supuesto acabar con las de clase. Lo último le salió a la perfección. Lo primero no. En tres décadas, casi ya cuatro, hemos tenido un califato en el sur del Mediterráneo y un resurgimiento de la ultraderecha nacionalista, por citar dos plagas. Es lo que sucede cuando abusas de ambición fraccionadora, que al final entra una angustia considerable y queremos ser parte de algo mucho más más grande. No siempre bueno.
“El verdugo es mi suegro, yo sólo estoy aquí para que no me quiten el piso”. Con esta brutal frase resumía uno de los personajes más tremendos de Berlanga su relación con la identidad. Un tipo que hereda el trabajo del suegro por heredar el piso, que piensa que podrá esquivar la carga que toda asunción de identidad lleva consigo, pero que acaba siendo lo que en principio juega a ser. Para que no nos quiten el piso, por sentirnos más solos que la una mientras que la tormenta de la crisis arreciaba, por creernos algo más que ese vecino con otro tono de piel o acento, nos agarramos a las banderas. La roja pretendía ser mundial, pero se arrió una Nochebuena y nos dejó a los obreros a solas perdidos entre colorines.
Si España empezó a medias, si en el primer tercio de siglo La visita del obispo fusiló a la Tertulia del Pombo, en este principio de siglo XXI la idea de España ha vuelto con más fuerza que nunca. La trajo Zapatero con el patriotismo constitucional -como muchas de las cosas que hizo con buena intención, en este caso unir la idea cívica a la nacional- pero al final se quedaron con ella los de siempre, que pregunten por la sede de FAES.
Aznar colocó aquella gigantomaquia banderil en Colón, precisamente el personaje que da sentido al 12 de Octubre, cuando algunos pensamos que debería estar, algo más pequeña, eso sí, en la Plaza de la Paja, donde ahorcaron a Riego. Lo primero por dignidad nacional, lo segundo para recordar a los que se llama paternalmente “el pueblo” que fueron cómplices gozosos de aquella infamia.
Con el lógico furor adanista que vino tras el 15M se nos olvidó que las luchas para resignificar las líneas nacionales de España no habían sido nuevas. El caso es que mientras que los intelectuales de la política del cambio daban vueltas en torno a aquello, la restauración nacional de la derecha se nos había colado por ósmosis de bandera: la sacamos felices para celebrar los éxitos deportivos y cuando nos quisimos dar cuenta la estábamos empuñando contra los catalanes independentistas. A por ellos, cuando en el fondo ellos éramos nosotros.
Si la idea nacional funciona como máquina sentimental de complicidades, si la victoria por la apropiación nacional ha sido para la derecha, hoy y en el 39, donde además de matar a la revolución se nos robó el país con ayuda de alemanes, italianos y rifeños, ¿es España irreformable como idea política progresista?
Max Aub, que consiguió volver al país para no reconocerlo, como esas aves que no sienten a las crías que cayeron del nido, escribió un cuento donde a un obrero, muerto por un golpe de calor, se le parten las piernas para que encaje en un ataúd que llega como esas camisas prestadas, tarde, mal y sin las medidas adecuadas. La izquierda no encaja en España, España no ha encajado en la izquierda, porque se ha olvidado que las ideas siempre tienen una medida, una base real de la que parten.
Que España como idea sea de la derecha es el resultado a que como país también lo sea. Si las grandes empresas, la judicatura, los cuerpos armados, la religión, los informativos y hasta el entretenimiento son en su mayoría de derechas, es decir, lo que constituye los engranajes de un país, es normal que su idea también lo sea. La izquierda no puede transformar sólo la idea de país si no aspira a transformar también el país en sí mismo, apelar a su imagen apelando también a su fondo. Pero para eso la izquierda primero tiene que librar definitivamente su pugna interna y ver qué camino quiere tomar: el de la fascinación posmoderna o el de su hilo rojo.
Y luego entender España, sin arrogancia pero también sin paternalismo.
España es tan dramática como trágica, lo que significa que tras la representación esperanzada suele venir el desastre. No hay fatalismo, hay dos siglos de pasodoble entre Sorolla y Zuloaga. Lo cual no implica que el resultado deba ser ese. No todas la verbenas acaban en navajazos, algunas también son como el día de Fiesta de Serrat.
Tras el drama de el proceso independentista catalán vendrá la tragedia de la sentencia al mismo. Quizá los que quieran transformar España en líneas progresistas deban empezar por atender esta cuestión, no por escorarla, como si no fuera con ellos. Un país, que quiera aspirar a algo más que a ser una máquina de imposiciones de una parte muy pequeña de su población, debe ser capaz de integrar a aquellos incluso que quieren abandonarlo. Hay todo un proyecto de involución reaccionaria jugando desde hace unos años justo en los parámetros contrarios.
Si no podemos obviar los Doce de Octubre ni los Onze de Setembre, si España no puede dejar de ser dramática, al menos intentemos que deje de ser trágica. Que el humanismo de Machado se imponga al sentimiento unamuniano, que la valentía de Nakens quede por encima del oportunismo de Aznar y Zubigaray, que García y Galán entren en los cuarteles y Millán Astray salga de ellos. Que las verbenas se escuchen más que las fiestas de sociedad, que las asambleas sindicales se impongan a los consejos de administración, que la voz del último de los españoles valga tanto como la del primero"

jueves, 10 de octubre de 2019

Otoño caliente

 
"Este año hablamos de otoño caliente con un doble significado.
Por un lado, seguramente se llevarán a cabo acciones importantes para hacer frente o, mejor dicho, para concienciar de la grave situación mundial a que ha llevado el calentamiento del planeta, lo que cada día que pasa se hace más evidente. En Islandia han celebrado una ceremonia de duelo por un glaciar que ha desaparecido, un fenómeno ya generalizado en todo el planeta y que pone en cuestión el suministro de agua a parte de la población de la única Tierra que tenemos.
Y también podemos hablar de un otoño caliente en términos de temperaturas, más calurosas que el año pasado. 2019 está siendo un año especialmente caluroso y desgraciadamente no será el último que superará las cifras anteriores. Las acciones programadas intentarán aumentar la consciencia de las personas que vivimos y sufrimos los cambios climáticos, de quines notamos el incremento de la temperatura. Las que sufren carencia de agua o deben abandonar su territorio ya son bastante conscientes: porque en los países del Sur sufren las consecuencias de lo que se hace en el Norte.
El calentamiento ha disminuido las tierras útiles para cultivar, la subida del nivel del mar ha inundado algunos territorios... y el proceso continuará si no lo impedimos. Aumenta el número de personas que deben abandonar sus tierras y paralelamente aumenta la represión de los poderosos contra aquellas que les quieren hacer frente, contra las que quieren revertir el proceso.
Las acciones previstas intentarán explicar y dar a conocer, por ejemplo, que los gastos militares contaminan más que la producción, también contaminante, de carne. Que viajar en avión contamina mucho más que cualquier otro medio de transporte... Tenemos que conseguir darnos cuenta que estamos amenazando de muerte la Pachamama, el nombre que dan a la naturaleza los autóctonos de los países americanos. Tenemos que recordar que la naturaleza no necesita a la especie humana, pero que en cambio nosotros sí necesitamos a la naturaleza para sobrevivir. Es irracional no cuidarla.
Porque...
Si hoy mil millones de personas pasan hambre y 2.000 millones están sin agua;
3.000 millones pasarán hambre en 2025 y 4.000 millones no tendrán agua.
Y, si seguimos sin cambiar,
5.000 millones tendrán hambre en 2035 y 6.000 millones carecerán de agua.
Quizás llegarán a 7 mil millones los muertos en 2045.
¿Y... seguiremos? ¿Qué haremos ante este futuro previsible? ¿Cambiaremos? ¿Pondremos en peligro las condiciones de vida de nuestros descendientes?
Las luchas deben ser globales, puesto que sólo tenemos un planeta Tierra y es necesario defenderlo frente a los que lo intentan destruir consciente o inconscientemente. Hay incendios inmensos en Siberia, en la Amazonia y, de otro cariz, en África subsahariana que no se pueden o no se quieren controlar. Hemos tenido uno bien cerca, en Canarias, difícil de controlar y apagar... Quizás los próximos años habrá incendios que no se podrán apagar, nos dicen algunos estudiosos del tema.
Algunas personas se preguntan a quién son útiles estos territorios una vez quemados. ¿Qué pasaba, o todavía pasa, con los bosques que se queman en nuestro país? Los grandes incendios que comentamos pueden aumentar las superficies cultivables para alimentar el ganado utilizado por la industria de la carne. Que se venderá (y compraremos) en Europa y en EEUU. También pueden facilitar la extracción de minerales escasos, que son necesarios para la fabricación de los aparatos tecnológicos que gran parte de la población occidental utiliza. Los que tienen el poder económico y condicionan el poder político están invirtiendo en políticas de marketing "ecológico", pero el presupuesto en medio ambiente se ha reducido a menos de la mitad en los últimos años.
La lista de activistas del Sur asesinados por su activismo social y ambiental, como Ken Saro Wiwa o Berta Cáceres, es inmensa. El movimiento ecologista tiene que ser internacionalista, debemos aprender de las personas que saben respetar la vida. Debemos conocer que con el sistema capitalista actual no hay futuro para la mayoría. Greta Thunberg ha iniciado unas luchas que siguen miles de jóvenes y adolescentes; los Fridays For Future están aumentando su incidencia en institutos y universidades. Seguramente no es casualidad la presencia creciente de las mujeres: feminizar las luchas y las acciones aumenta su incidencia.
Será importante que en las escuelas e institutos, a lo largo de este curso, se hablen y trabajen estos temas [1]. Con nuevas energías, con ilusiones renovadas para ayudar a cambiar el mundo. Las criaturas y los adolescentes aprenden mejor si constatan que pueden cambiar aquello que les rodea. Las prácticas de Aprendizaje Servicio pueden ayudar a interactuar con la realidad, a concretar con acciones aquello que aprenden con la discusión y la investigación...
Estudiar el sistema de alimentación humana de todo el planeta o investigar el porqué de la obsolescencia de los aparatos tecnológicos actuales nos puede conducir a conocer por qué quema la Amazonia o por qué van apareciendo en el mercado, muy a menudo, nuevas aplicaciones que nos animan a comprar. Después de hablar, después de percibir pena y disgusto por la situación, podemos intentar buscar alguna alternativa práctica a nuestro alcance. Podemos hacer algo, aunque sea pequeño, por ejemplo:
Elegir aquello que ponemos en nuestros platos. Incluso las Naciones Unidas recomiendan un cambio de dieta, recomiendan introducir más cereales, legumbres, frutas y verduras. Será bueno para los animales, para nuestra salud y para el futuro del planeta. Podemos comprar alimentos de proximidad.
Hacer durar más años nuestros móviles, frenando las ganas de adquirir inmediatamente la nueva aplicación que aparece en el mercado.
Sin perder de vista que nuestro poder es limitado. Nuestras pequeñas acciones son muy importantes, pero se enfrentan al poder de quienes promueven un tipo de alimentación en base a la carne, que sólo podemos seguir los privilegiados, de quienes aumentan exponencialmente sus beneficios fabricando aparatos y máquinas que hay que cambiar cada vez más a menudo, o de quienes aumentan la oferta de viajes en avión, el tamaño de los cruceros y los transportes innecesarios de mercancías de un extremo al otro del mundo. Por eso, apelar solamente a la responsabilidad individual, cambiando nuestros hábitos de consumo no es suficiente. Se necesita también salir a la calle y denunciar en público la situación, presionar por un cambio de políticas, por un cambio del sistema económico que nos aplasta y destruye la Tierra.
En los centros escolares habrá que llevar a cabo unos currículos que abracen las crisis ecosociales, los límites del crecimiento y las alternativas justas para todas las personas, no sólo para las que se lo pueden pagar. No basta con una asignatura o un proyecto, hace falta que toda la enseñanza apunte en la misma dirección"
 
 

domingo, 6 de octubre de 2019

Reescribiendo Historia

 
Rafael Poch:
 

"Ahora esa misma ideología, que en la Europa de los años, sesenta, setenta y ochenta habría sido considerada desvergonzado disparate reaccionario, avanza impulsada por la dinámica de nueva tensión con la Rusia postsoviética (cuyo “comunismo” es igual a cero), acusada de “amenazar Europa” pese a que su gasto militar es más de catorce veces inferior al del conglomerado noratlántico que la rodea. En este despropósito, que retrata un aspecto del regreso de la Europa parda, no hay nada de casual.
Algunos países del Este de Europa, enemigos históricos de Rusia son utilizados para la estrategia de división continental impulsada desde Washington. Es sabido, y los documentos oficiales de los estrategas de Washington así lo proclaman desde hace años, que imposibilitar el ascenso de la Unión Europea como sujeto autónomo, por ejemplo con una política independiente en Oriente Medio, es el objetivo estratégico de Estados Unidos en el continente, por lo que es imperativo mantener una tensión artificial con Rusia. Una relación normalizada de la Unión Europea con la nación más poblada de Europa y la más rica en recursos, además de su principal suministrador energético, es condición sine qua non para esa hipotética autonomía.
Los gobiernos de países como Polonia y las repúblicas bálticas actúan como el caballo de Troya de ese propósito, con el que sus gobiernos ultraconservadores sintonizan -por razones históricas bien comprensibles dada la tormentosa relación de esos países con Rusia en el siglo XIX y XX. Su ingreso en la OTAN y en la UE fue priorizado desde Estados Unidos por esa razón y sus gobiernos tienen en ese papel de acicate anti ruso su principal carta de influencia en Washington y en Bruselas (...)
La llamada teoría de los totalitarismos intentó explicar el hecho histórico de que en el siglo XX algunos sistemas tuvieron un nivel de coerción y control político tan superior al de la mayoría de las dictaduras, que merecían una nueva categoría. Pero el término totalitarismo no tiene un claro contenido y sí claros inconvenientes. Uno de ellos es que no es un concepto histórico, sino propagandístico cuyo uso se generalizó durante la guerra fría. En la práctica sirvió para rehabilitar a los nazis y movilizar a Occidente contra el comunismo. Desde ese término, los propagandistas occidentales introdujeron la idea del “comunismo” y el estalinismo como despotismos sin relación alguna con el pasado, obviando toda explicación histórica. La historia de la autocracia y el absolutismo rusos, con una larga tradición secular y de la que el estalinismo fue genuina expresión en las condiciones técnicas del siglo XX, simplemente desapareció en beneficio de una cruzada ideológica encaminada a demonizar la peligrosa idea de la nivelación social.
Fue así como una teología de la maldad explicó, por ejemplo, la compleja historia del acuerdo germano-soviético de agosto de 1939, que viene después, y no antes, de acuerdos similares de no agresión firmados por Polonia con los nazis contra la URSS, o del espectáculo de Munich que convenció definitivamente a los soviéticos de que los liberales occidentales acabarían aliándose con los nazis contra la URSS, o por lo menos dejándoles hacer en el Este, tal como el propio Hitler confirma en sus reflexiones póstumas transcritas por su último secretario personal, Martin Bormann.
Tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, la teoría del totalitarismo se utilizó para presentar al nazismo y al comunismo estalinista como hermanos gemelos, ignorando la diferencia ideológica fundamental; que no puede haber un “buen” nazismo, contrario a todo planteamiento humanista, pero sí un “buen” socialismo que desarrolle ideales humanistas radicalmente antagónicos con el antihumanismo estalinista.
El punto de vista de Primo Levi
Todo esto era bastante banal en la Europa de la guerra fría. En uno de los libros más importantes del siglo, la Trilogía de Auschwitz (1971), Primo Levi, un superviviente de aquella catedral de la historia europea, relataba en estos términos las diferencias entre los Lager alemanes y los soviéticos. La principal, decía, “consiste en su finalidad”:
Los Lager alemanes constituyen algo único en la no obstante sangrienta historia de la humanidad: al viejo fin de eliminar o aterrorizar al adversario político, unían un fin moderno y monstruoso, el de borrar del mundo pueblos y culturas enteros. A partir de mas o menos 1941, se volvieron gigantescas máquinas de muerte: las cámaras de gas y los crematorios habían sido deliberadamente proyectados para destruir vidas y cuerpos humanos en una escala de millones; la horrenda primacía le corresponde a Auschwitz, con 24.000 muertos en un solo día de agosto de 1944. Los campos soviéticos no eran ni son, desde luego, sitios en los que la estancia sea agradable, pero no se buscaba expresamente en ellos, ni siquiera en los años más oscuros del estalinismo, la muerte de los prisioneros: era un hecho bastante frecuente y se lo toleraba con brutal indiferencia, pero en sustancia no era querido; era, en fin, un subproducto debido al hambre, el frío, las infecciones, el cansancio. En esta lúgubre comparación entre dos modelos de infierno, hay que agregar que en los Lager alemanes, en general, se entraba para no salir: ningún otro fin estaba previsto más que la muerte. En cambio en los campos soviéticos siempre existió un término: en la época de Stalin los “culpables” eran condenados a veces a penas larguísimas (incluso de quince y veinte años) con espantosa liviandad, pero subsistía una esperanza de libertad, por leve que fuera.
De esta diferencia fundamental nacen las demás. Las relaciones entre guardias y prisioneros, en la Unión Soviética, están menos deshumanizadfas: todos pertenecen al mismo pueblo, hablan la misma lengua, no son “superhombres” e “infrahombres” como bajo el nazismo. Los enfermos, aún mal, son atendidos; ante un trabajo demasiado duro es concebible una protesta, individual o colectiva; los castigos corporales son raros y no demasiado crueles: es posible recibir cartas y paquetes de víveres de casa; en una palabra, la personalidad humana no está negada ni se pierde totalmente. En contraposición, al menos por lo que hacía a los judíos y gitanos, en los Lager alemanes el exterminio era casi total: no se detenía ni siquiera ante los niños, que murieron por centenares de miles en las cámaras de gas, caso único entre las atrocidades de la historia humana. Como consecuencia general, los niveles de mortandad resultan bastante diferentes en los dos sistemas. Al parecer, en la Unión Soviética, en el periodo más duro, la mortandad era de un 30 por ciento de la totalidad de los ingresados, un porcentaje sin duda intolerablemente alto; pero en los Lager alemanes la mortandad era del 90-98 por ciento.
En conclusión, los campos soviéticos siguen siendo una manifestación deplorable de ilegalidad y deshumanización. Nada tienen que ver con el socialismo sino al contrario: se destacan en el socialismo soviético como una fea mancha; han de considerarse más bien como una barbarie heredada del absolutismo zarista de la que los gobiernos soviéticos no han sabido o no han querido liberarse. Quien lea las Memorias de la casa de los muertos, escrito por Dostoyevski en 1862, no tendrá dificultad en reconocer los mismos rasgos carcelarios descritos por Solzhenitsin cien años después. Pero es posible o, más bien, es fácil imaginar un socialismo sin Lager: en muchas partes del mundo se ha conseguido. No es imaginable, en cambio, un nazismo sin Lager.
La historia es una obra en construcción. Cada generación, grupo social y nación, la reescribe a su medida constantemente. A lo que asistimos hoy en la Unión Europea es a la reescritura de una versión de la historia de la Segunda Guerra Mundial de la derecha polaca, acorde con los planes estratégicos de Estados Unidos para mantener al continente divido y en tensión interna"
 
 

jueves, 3 de octubre de 2019

Greenwashing

 
Daniel Bernabé
 
"El fenómeno de los niños prodigio del activismo no es nuevo, por lo que sorprende que los medios lo pasen por alto, como si Thunberg fuera única y primera en su especie. Thunberg es, sin duda, un gran producto político, uno especialmente adaptado a la infantilización sentimental de la sociedad, pero uno que también cuenta con la connivencia de un periodismo que necesita obtener visitas a toda costa y que ya no se atreve a adoptar una postura crítica, simplemente plantear una serie de dudas razonables, frente al último fenómeno extraído de una probeta.
Lo realmente desconcertante es cómo un adulto de inteligencia media puede creer que una niña decide por su cuenta iniciar una huelga escolar climática hace un año y que doce meses después sea un icono mundial recibido por Obama y Lagarde, que viaja en un velero acompañada de un príncipe monegasco y cuenta con voz en las tribunas de los organismos más importantes del mundo. Perdonen que levante una ceja en señal de desconfianza, pero rara vez quien posee los resortes de poder decide pegarse un tiro en el pie dando facilidades a quien les confronta.
Si descartamos que Thunberg tenga capacidades de control mental –cosas más raras se han visto–, hemos de deducir que, evidentemente, hay una serie de patrocinadores detrás de la niña. Y no hablamos de ninguna extraña conspiración, sino simplemente de la forma habitual en la que funcionan la cosas en nuestra época. Alguien tiene una serie de intereses y, mejor que hacer lobby, recurre a una protagonista amable para que el público acepte con entusiasmo el cuento que se les ha propuesto, eso que ahora se llaman narrativas.
¿Estamos por aquí afirmando que el cambio climático o en general los problemas ecológicos son un cuento? Ni mucho menos. Probablemente nos enfrentemos como especie a un reto global de dimensiones catastróficas. Lo que decimos es que Thunberg, al margen de sus deseos, es el enésimo fenómeno que va a permitir que los trabajadores acaben pagando los platos rotos de la transición productiva y además lo acepten de buen grado. La pretensión real puede ser una impostergable adaptación económica para paliar el cambio climático, pero exonerando al capitalismo y manteniendo las tasas de beneficio, cargando sobre los hombros de la clase trabajadora y los países empobrecidos la factura. Ya pasó en la crisis del 2008.
El fenómeno Thunberg cuenta, en primer lugar, con un discurso emocional pero desestructurado políticamente, que no señala ni los cómos ni los porqués, que evita poner el acento en corporaciones empresariales concretas y que pasa de puntillas por el gigantesco complejo industrial-militar norteamericano, pero que además fomenta una peligrosa idea de que "la clase política" es la única responsable del calentamiento global, sin asumir que la mayoría de esos políticos son el consejo de administración, en los organismos públicos, del gran capital. La diferencia de añadir apellido a la culpabilidad es que mientras que en el segundo caso protegemos la democracia, en el primero podríamos estar tentados de verla como un impedimento. De la eco-tecnocracia al eco-fascismo hay tan sólo unos ligeros matices.
De hecho, muchos líderes políticos, de forma similar a los propios medios de comunicación, intentan subirse como pueden al carro de la niña sueca, temerosos de enfrentarse a alguien obligatoriamente popular. Además, estos políticos obvian que desde hace treinta años se han aprobado protocolos para atajar la crisis climática. Que parezca que antes de Thunberg sólo existe el vacío les libra de responder por qué esos protocolos no se han aplicado con efectividad.
La respuesta no es que no se sepa lo qué hacer, ni siquiera que en último término no haya voluntad política para hacerlo, el problema es que en un entorno capitalista de una producción cada vez más desordenada esos protocolos son inasumibles: chocan frontalmente con los modelos de los mismos entes supranacionales, como el FMI, que reciben y agasajan a Thunberg. Y eso no se puede asumir delante de los focos.
Sorprende –sinceramente ya más bien poco– que el progresismo no se esté dando cuenta de la dinámica que genera la propuesta Thunberg. Se diría, escuchando a muchos activistas y líderes, sinceramente fascinados con la joven nórdica, que lo único que importa es la concienciación y el movimientismo, cuando la población sabe perfectamente que tenemos un problema climático, es más, cuando la mayoría hace lo que puede por paliarlo. Por otro lado que alguien se sume a una movilización hoy apenas garantiza nada más que la expresión de la preocupación de un sumatorio de individualidades respecto a un tema. Si el progresismo detesta la movilización al estilo del siglo XX no puede luego esperar resultados parejos a los del pasado.
Este progresismo happening parece conformarse con que sucedan cosas, sin preguntarse muy bien por qué suceden o cuál es el poso que van a dejar. Se desea movilizar a una gran cantidad de personas, sin saber muy bien hacia dónde conduce ese movimiento. Conceptos como organización, poder, ideología o estrategia se han vuelto pecaminosos y ya, a lo único que se aspira es a ser meros acompañantes por si, con suerte, se pega algo del charme y las simpatías se traducen en votos. ¿Que ha quedado de la indignación española del 15M? Esa es la pregunta que este progresismo happening debería responder y no seguir con su desesperada escapada hacia adelante, en muchos casos como resultado de la enésima venganza interna para acabar con tradiciones políticas realmente útiles durante décadas.
De hecho, el greenwashing, la coartada de tal producto o empresa mediante lo ecológico, no es el asunto de fondo, sino simplemente un síntoma de una política vaciada que se adquiere como un bien identitario de consumo. Estas semanas la gente se define como pro-Greta o anti-Greta, intentando situarse histéricos en un mercado donde mostrar unas paradójicas diferencias uniformizantes. En el punto más demente las discusiones giran en torno a si el producto Thunberg posee privilegios por ser blanca y europea o sufre opresiones por ser mujer, joven y padecer síndrome de Asperger, como el célebre Sheldon Cooper . ¿Cuál es el personaje de ficción y cuál el real? La misma pregunta vale para la política progresista. A Trump, cómodo, le vale con bromear sardónicamente: su electorado es lo que espera.
En el colmo de la mezquindad y la estrechez de miras, el progresismo happening acusa a cualquiera que critique al producto Thunberg de celebrar la inacción, planteando el "qué hacer" como pregunta irrebatible que apela a la moralidad individual, de una forma muy parecida a los sacerdotes señalando desde el púlpito a los malos creyentes que se plantean dudas teológicas. La respuesta a esa pregunta es bien sencilla: lo que ya se está haciendo y de hecho se lleva haciendo décadas.
En Latinoamérica, pero también en la India y África, hay una tupida red de militantes ecologistas que además suelen hacer coincidir sus acciones con lo sindical, lo comunitario y lo étnico, dando a esa palabra llamada interseccionalidad un valor real, y no el maltrato identitario al que ha sido sometida por los departamentos universitarios de Europa y Estados Unidos. La diferencia es que estos militantes no tienen espacio en los medios, no son recibidos por el FMI, los príncipes no les prestan los yates y, lo peor, son asesinados a centenares cada año . Su problema es que plantean aún un tipo de política en el que los protagonismos brillan por su ausencia, que ataca los problemas sistémicamente y que organiza a las personas de modo estable elevando su nivel de conciencia. Un muy mal producto, al parecer, para un siglo donde importan más las narrativas que las acciones.
Greta Thunberg, en el mejor de los casos, acabará como Cullis-Suzuki o Malala, escribiendo ese tipo de ensayos que se venden en los aeropuertos. Mientras países como Alemania ya anuncian dinero para la transición industrial ecológica, otros hablan de Green New Deal, maneras eufemísticas de nombrar la gigantesca reestructuración productiva que se va a llevar a cabo para intentar evitar la nueva crisis que se nos avecina y que, con la excusa ecológica, destruirá miles de puestos de trabajo estables transformándolos en empleos precarios pero con la etiqueta verde.
O esta transición se lleva a cabo de forma democráticamente ordenada, planificando la economía para el beneficio de la mayoría de la población, o nos quedaremos sin derechos y sin planeta.
No digan luego que no les avisamos"