Andrés Piqueras:
"Desde que cobra cuerpo la fase neoliberal del capitalismo, se
multiplican e intensifican las manifestaciones brutales de violencia de la
clase capitalista y de su instrumento de poder: el Estado. Porque violencia es
saltarse a la torera los artículos constitucionales de carácter social. Porque
violencia es convertir el mercado laboral en un estercolero, en donde cada
contrato es una humillación de la población trabajadora. Violencia es que haya
millones de personas desempleadas y hogares donde no entra un solo sueldo.
Violencia es tener a casi el 30% de la población en riesgo de pobreza, y a casi
la mitad con problemas para llegar a fin de mes. Violencia es haber llegado a
desahuciar más de 500 familias al día, y que de nuevo millones de hogares no puedan
cubrir los gastos energéticos imprescindibles.
Pero violencia es también que las oligarquías no paguen
impuestos para mantener los servicios públicos y evadan y defrauden a mansalva.
Violencia es que mientras se tiene casi la mayor tasa de pobreza infantil de
Europa, los 20 españoles más ricos ganen más de 1.700.000$ por hora. A escala
mundial estamos ante la mayor desigualdad jamás alcanzada por la humanidad: el
1% de la población mundial cuenta con más activos que el 50%.
Nunca he visto a nuestros representantes políticos
“constitucionalistas” condenar estas violencias. Antes bien, y como con
recochineo, nos quieren hacer creer que las mismas, y las desigualdades que
acarrean, son compatibles con la Democracia.
La ilusión democrática en el capitalismo consistió en la
igualdad y libertad de decisión formales, mientras que se mantenían profundas
desigualdades estructurales. A partir de confundir lo formal con lo real es que
la clase capitalista o sus delegados políticos, nos pueden hablar hoy de
“igualdad” con una siniestra sonrisa.
La “ilusión democrática” ha sido más o menos aceptada o creíble
mientras fue de la mano de un crecimiento económico que permitió servicios
básicos, la mejora de las condiciones de vida y el movimiento en la escala
social mediante el poder adquisitivo. La “ilusión democrática” se instaló como
cultura: ésta era la única forma posible de entender la democracia. El Estado
se encargaba de proporcionar la dimensión socio-emocional e ideológica, para
producir vínculos afectivos o de complicidad entre él mismo, los individuos y
el capital.
Pero hoy que el sistema capitalista da muestras evidentes de
vejez y genera más crisis que crecimiento, los Estados cada vez pueden ofrecer
menos a sus poblaciones. Más bien las deparan desempleo y empleo basura,
deterioro galopante de los servicios, nuevas generaciones sin futuro,
destrucción ambiental, empobrecimiento de las grandes mayorías, militarización
y guerras. Mientras, las familias, léase las mujeres, se tienen que reventar
trabajando para atender todo lo que el mercado laboral expulsa o no cubre con
sus ridículos salarios, todo lo que el Estado va dejando de proporcionar. Eso
también es violencia.
Como advierten los académicos franceses, Dardot y Laval, la
democracia de esta fase del capitalismo, post-neoliberal, tiende
progresivamente a vaciarse para pasar a no ser más que la envoltura ideológica
de un gobierno de guerra social. La ley se ha convertido en el instrumento
privilegiado de la lucha contra la democracia, con lo que la democracia se
vacía de su sustancia sin que se suprima formalmente. Lo que quiere decir, a la
postre, que se utiliza a la democracia para erradicar todo atisbo de
democracia.
Una vez
que la democracia deviene antidemocrática, entonces sí, los fascistas también se hacen demócratas. Ahí está Vox
para demostrarlo. En España, a todos los que jamás condenaron el franquismo,
como el PP, y se sienten a gusto cogobernando con falangistas, como Ciudadanos,
se les empezó a llenar la boca de democracia.
También nos hablan de “igualdad” ante de la ley, cuando
defienden un rey irresponsable ante ella, con una hermana absuelta de cargos
por gracia divina. Nos proclaman la “independencia” del poder judicial mientras
los principales partidos políticos se pegan por poner a “sus” jueces, a dedo.
Mismos jueces que absuelven luego a los partidos de sus corrupciones, como bien
saben en la calle Génova.
Una vez que la democracia se ha hecho antidemocrática, entonces
ya se puede empezar a acusar de “violentos” a quienes se oponen a todo ello y sancionar
penalmente cualquier manifestación popular, artística o laboral en virtud de
alguna nueva tipificación jurídica incorporada como Mordaza Social. Y los
poderosos o sus representantes comienzan a repetir toda la retahíla: “dentro de
la ley todo, fuera de la ley nada”; “siempre dentro del marco de la ley” o “el
imperio de la ley”. Y el delito de odio, que se hizo para proteger minorías
sociales, de repente se aplica a quien se mete con la policía. Y por supuesto,
jamás te dejarán ejercer un voto que pueda transformar este estado de cosas.
¿Referéndum para ejercer el derecho de autodeterminación?: ilegal. ¿Protección
contra desahucios?: ilegal. ¿Denunciar, como hizo Assange, espionajes, oscuras
manipulaciones políticas, intervenciones en países ajenos y masacres?: ilegal.
¿Revelar la identidad de los evasores fiscales?: ilegal ¿Nacionalizar la Banca
y las empresas?: sólo para rescatarlas con el dinero de todos y luego a
privatizarlas otra vez.
Repitamos, en suma: todos los avances sociales se han conseguido
primero contra las leyes del capital, y una vez realizadas ciertas conquistas,
yendo más allá de ellas. Y eso no se ha hecho, no se hace, sin dolor ni
enfrentamiento. Sin fuerza social"
https://blogs.publico.es/dominiopublico/29843/democracia-y-violencia/
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