Rafael Poch:
"Asistimos estos días a la triple y simultánea implosión del poder en
Francia, Reino Unido y Alemania. Los tres principales socios de la Unión
Europea afrontan erupciones de distinto signo que confluyen en el mismo
resultado, un peldaño más abajo en el proceso desintegrador en curso.
En
Francia Macron está acabado. Podemos discutir la evolución del proceso y
cuanto durará. Es posible que el Presidente confirme los pronósticos
del Napoleon le petit e intente un golpe de fuerza. También es
posible que acabe abandonando el Elíseo en helicóptero, pero el
resultado será el mismo: su política de darle la puntilla a 30 años de
neoliberalismo en Francia para ponerla de una vez por todas en
línea con el conjunto europeo, se ha demostrado impracticable. Los
franceses no quieren más degradación, piden un cambio de política y
Macron es incapaz de concederles ese cambio.
Tras la digna
revuelta griega, dramáticamente traicionada por Syriza, y el agotamiento
del 15-M en España, es la primera vez que el factor social actúa en la
UE, de una forma clara y rotunda -con un inequívoco componente de clase-
desde la quiebra de 2008. El vaso se ha desbordado. Habrá que ver qué
impulsos de ejemplo lanza hacia otros países, lo que en 2011 llamamos el
efecto 1848 .
Los franceses no son antieuropeos, más
bien fueron los inventores de la integración europea. No se oponen al
cambio, más bien quieren un cambio socialmente progresivo y no
regresivo. Respecto a la violencia, no se mide en escaparates, cubos de
basura y mobiliario urbano dañado: se mide en millones de vidas
degradadas a lo largo de por lo menos una generación. El Estado y la
República se repliegan ante la mundialización favoreciendo los intereses
de los más acomodados e incrementando las desigualdades. Todo esto es
evidente para cualquier persona normal que lo sufra, pero no lo es para
los no afectados: el grueso de los políticos y del complejo mediático
desconectados de la vida de los comunes.
En el Reino Unido la
crisis es resultado del caos que provoca la aplicación de la voluntad de
la población expresada en un voto democrático sobre la salida del país
de la UE. Hasta el referéndum del Brexit de junio de 2016 ninguna
votación de ciudadanos europeos desfavorable a la política de la UE
ahora cuestionada en Francia fue atendida. Se trata de 8 consultas a lo
largo de 24 años que comienzan en 1992 en Dinamarca hasta Holanda en
2016, pasando por Irlanda, Francia y Grecia. Siempre se les hizo volver a
votar, se impuso lo mismo por otras vías, o simplemente se ignoró. El
Brexit fue una excepción en todo eso y crea un montón de dificultades,
en primer lugar porque Bruselas tiene que lograr que el asunto salga mal
a fin de que la salida no se haga atractiva allí donde existe terreno
abonado; desde Italia a Polonia, pasando por Hungría y, sobre todo, por
Francia… La pregunta sigue siendo: ¿qué tipo de club es ese del que no
puedes salir sin ser duramente castigado? Hay que analizar qué reflexión
sobre la UE introduce esa pregunta para la población europea que asiste
al espectáculo del Brexit desde la barrera.
En Alemania el
triple desmonte practicado se salda con la salida de la canciller
Merkel. Se trata del desmonte social heredado de la agenda 2010 de Schröder y disolvente de la cohesión social interna, se trata del impulso anti europeo del nacionalismo exportador potenciado por el dumping salarial de aquella agenda, y se trata del fin de la ostpolitik
que ha vuelto a destacar tropas alemanas junto a la frontera rusa.
Resulta que esa triple calamidad de la Europa alemana también desemboca
en una crisis política. Se disuelve el bipartidismo de los volksparteien
(CDU y SPD) para consagrar un amplio abanico. La CDU es la última
fuerza que aún obtiene más del 25% del voto. Como dice Jakob Augstein,
“el último volkspartei de Alemania”, cuyo Bundestag ya cuenta con el
mayor grupo parlamentario de ultraderecha del continente. En ese
contexto Merkel se va, entregando el testigo a una continuadora antes de
que el triple fiasco de su gestión se haga evidente.
Vista desde
el bunker central del euro en Frankfurt, la situación es prodigiosa. La
crisis política afecta por igual a las tres variantes; el Reino Unido
no está en la moneda única, Francia es una clara víctima del euro y
Alemania no solo está en el euro sino que es su administradora, la
guardiana de su ortodoxia y su principal beneficiaria. ¿Cómo hay que
interpretar esto? ¿Cuándo se preguntarán los tecnócratas del BCE y de la
Comisión por la viabilidad de la política de austeridad? Hasta el
momento no han visto venir nada, ni el Brexit, ni la revuelta en Francia
ni el avance ultra por doquier y también en Alemania. ¿Será
diferente ahora? No lo creo. Con esta triple y simultánea implosión del
poder en los países centrales de la UE, la austeridad tal como la
conocíamos está muerta pero sus autores no se dan cuenta. Es, podríamos
decir, el momento soviético del proceso de crisis desintegradora que vive la Unión Europea"
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