Noam Chomsky:
"La socialdemocracia, sí. A veces se le llama “la edad de oro del
capitalismo moderno”. Esto cambió en los setenta, cuando se estableció
la era del neoliberalismo en la que vivimos desde entonces. Si te
preguntas qué clase de era es, pues su principio fundamental es
desactivar los mecanismos de solidaridad social y soporte mutuo, y el
compromiso popular en la determinación de las políticas.
No se
llama así. Se le llama “libertad”, pero “libertad” implica subordinación
a las decisiones de un poder concentrado, no responsable, privado. Eso
es lo que significa. Las instituciones gubernamentales –u otros tipos de
asociaciones que posibilitan la participación de la gente en la toma de
decisiones– son sistemáticamente debilitadas. Margaret Thatcher lo dijo
muy educadamente: “la sociedad no existe, solo existen individuos”.
De
hecho, estaba parafraseando, seguramente de forma inconsciente, a Marx
quien, en su condena de la represión en Francia, dijo “la represión está
transformando a la sociedad en un saco de patatas, solo individuos, una
masa amorfa que no puede actuar conjuntamente”. Era una condena. Para
Thatcher, es un ideal –y eso es el neoliberalismo. Destruimos, o como
mínimo desacreditamos los mecanismos de gobierno a través de los cuales
la gente, al menos en principio, puede participar en la medida en que
esa sociedad sea democrática. Así que debilitadlos, desacreditad a los
sindicatos, a otras formas de asociaciones, dejadlos como un saco de
patatas y, mientras tanto, transferid la toma de decisiones a poderes
privados y no responsables; todo con la retórica de la libertad.
¿Qué
conlleva esto? La única barrera que nos protege de estas destructivas
amenazas es una sociedad comprometida, una sociedad informada y
comprometida que actúe conjuntamente para desarrollar los medios que
permitan hacer frente a estas amenazas y responder a ellas. Esta ha sido
sistemáticamente debilitada, deliberadamente. Quiero decir, en los
setenta hablábamos de esto. Hubo un gran debate entre la élite sobre el
peligro de que hubiera demasiada democracia y la necesidad de lo que
llamaron “moderación” en la democracia, para que la gente fuera más
pasiva y apática, para que no moleste demasiado; eso es lo que hacen los
programas neoliberales. Lo mezclas todo y ¿qué sale? Una tormenta
perfecta.
—Todo el mundo ve los titulares, con el Brexit,
Donald Trump y el nacionalismo hindú y el nacionalismo en todas partes y
Le Pen; se ponen más o menos juntos y sugieren un fenómeno mundial
real.
—Está claro y era predecible. No se puede saber en qué
momento pero, cuando se imponen políticas socioeconómicas que conducen
al estancamiento o al declive para la mayoría de la población, a
deslegitimar la democracia, a que las decisiones políticas no estén en
manos del pueblo, el resultado es gente descontenta, enfurecida y
atemorizada. Y este es el fenómeno que, de forma engañosa, se conoce
como “populismo”.
—No sé qué piensas de Pankaj Mishra pero a
mí me gusta su libro “La edad de la ira”, que empieza con una carta
anónima a un periódico de alguien que dice “Deberíamos admitir que no
solo estamos aterrorizados sino que también estamos desconcertados.
Desde el triunfo de los vándalos en Roma y el norte de África, nada ha
sido tan incomprensible y difícil de revertir” (...)
Este hecho no tiene
precedentes históricos, exceptuando situaciones tras catástrofes,
guerras o cosas parecidas. Fue un periodo largo en el que los salarios
reales habían decrecido, aunque se amasaron riquezas en algunos
bolsillos. También fue una época en la que se crearon nuevas
instituciones, instituciones financieras. Si nos fijamos en los años
cincuenta y sesenta –la llamada época dorada– los bancos estaban
conectados con la economía real. Esa era su función. No había caídas en
la banca porque había regulaciones de los mercados financieros.
A
principios de los años setenta hubo un cambio drástico. En primer
lugar, las entidades financieras se inflaron a gran escala. En 2007
obtuvieron un 40% de beneficios. Por lo tanto, dejaron de estar
conectadas a la economía real.
En Europa, la forma en que se
desacredita a la democracia es muy directa. Las decisiones están en las
manos de una troika que no ha sido elegida: la Comisión Europea, que no
se vota; el FMI, por supuesto no votado; y el Banco Central Europeo.
Ellos son los que toman las decisiones. Así que la gente está enfadada,
está perdiendo el control de sus vidas. Ellos son los que sufren las
consecuencias de las políticas económicas, y el resultado es ira,
desilusión, descontento, etcétera.
Hemos visto en las pasadas
elecciones francesas que los dos candidatos eran ajenos al
establishment. Los partidos centrales se han hundido. Lo vimos en las
elecciones americanas. Dos candidatos fueron capaces de movilizar a las
masas: uno de ellos era un multimillonario odiado por el sistema, el
candidato republicano que ganó las elecciones –pero fijaros en que una
vez toma posesión es el antiguo sistema el que dirige el país. Puedes
manifestarte en contra de Goldman Sachs durante el periodo de campaña,
pero asegúrate de que se encarguen de la economía cuando seas
presidente.
—Así que la cuestión es, en un momento en que la
gente está casi lista para actuar y casi lista para reconocer que este
juego no funciona, ¿tenemos la capacidad, como especie, de actuar en
consecuencia, de adentrarnos en ese estado de perplejidad y, más
adelante, pasar a la acción?
—Pienso que el destino de
nuestra especie depende de ello; recuerda, no es solo desigualdad,
estancamiento, estamos ante un desastre terminal. Hemos creado la
tormenta perfecta. Estos deberían ser los titulares de cada día. Desde
la Segunda Guerra Mundial hemos creado dos medios de destrucción. Desde
la era neoliberal hemos desmantelado la forma en que los manejamos. Esas
son nuestras tenazas, eso es a lo que nos enfrentamos y, si no
resolvemos ese problema, estamos acabados.
Quiero volver al libro
de Pankaj Mishra “La edad de la ira” por un momento. No es la edad de
la ira, es la edad del resentimiento contra las políticas
socioeconómicas que han dañado a la mayor parte de la población durante
las últimas generaciones que, conscientemente y como principio, han
desvirtuado la participación democrática. ¿Por qué no debería haber ira? (...)
Esto ha sido diseñado así. Mira los años
setenta: en el panorama, el panorama de la élite, había una gran
preocupación con el activismo de los años sesenta, un período
tumultuoso. Hizo que el país se convirtiera en civilizado, lo que para
ellos puede ser peligroso. Lo que pasó es que grandes sectores de la
población –que habían sido pasivos, apáticos, obedientes– intentaron
entrar en la escena política de una u otra forma para presentar sus
intereses y preocupaciones. Los llaman de “especial interés”. Eso
significa minorías: la gente joven, los ancianos, los agricultores, los
obreros, las mujeres… En otras palabras: la población. La población es
un “especial interés” y su función es observar en silencio; esto está
claro"
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=250023
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