Entrevista a la filósofa Luciana Cadahia
"El término de la postpolítica es un término que ha posicionado bien Chantal Mouffe; consiste en entender que la socialdemocracia europea se ha convertido en una socialdemocracia neoliberal y eso ha implicado una desafección de la política. Ha producido un corte entre lo que sucedía en las instituciones y lo que le sucedía a la gente. Se asume que el político era un profesional que simplemente seguía un procedimiento y que eso no tenía nada que ver con la vida de los ciudadanos. Esa desafección es lo que Mouffe llama “la pospolitica”. Lo que ha sucedido con la crisis de 2008 en Europa es que la gente se ha empezado a dar cuenta de que estos políticos profesionales estaban perjudicándoles la vida. Si bien el desmantelamiento del Estado de bienestar por parte de estos políticos se venía configurando desde hace algunas décadas, lo cierto es que la crisis de 2008 manifiesta ese desmantelamiento. Eso implica un despertar de la política.
Ante ese despertar, y en eso hay reminiscencias con los años 30, surgen dos fuerzas. Una es la que algunos llaman populismo de derechas, yo prefiero no llamarlo así, prefiero llamarlo literalmente fascismo. Esa fuerza fascista vuelve a conectar la dimensión afectiva con el ámbito de la política. Lo que pasa que este fascismo es un fascismo que, si bien reactiva la fuerza pasional de los sectores populares, tiene como finalidad recrudecer el neoliberalismo. No es que quieran crear ese vínculo para volver a un Estado de bienestar o volver a dar derechos y posibilidad de participación política a los ciudadanos. Es un despertar político que crea un vínculo emocional pero que no necesariamente va a permitirle a la gente hacer un desarrollo crítico de la política.
Surge también otra fuerza, que es a la que a mí me gusta llamar populista. Esta piensa que el vínculo entre los afectos y la política va a servir para una transformación social en un sentido igualitario y de recuperación de las instituciones. En el caso del fascismo es para recrudecer el neoliberalismo y en el del populismo es para repensar la democracia, propiciar la igualdad, recuperar las instituciones y radicalizar las cosas: problematizar el capitalismo. Algo que la socialdemocracia neoliberal ha olvidado por completo.
¿No es más apropiado hablar de neofascismo, habida cuenta de que hay diferencias clave con respecto a los años 20 y 30 del siglo XX? Una de las primeras diferencias es la ausencia casi total de milicias o fascios vinculados a los nuevos partidos de extrema derecha.
No soy muy partidaria de poner los prefijos ‘neo’ o ‘post’, porque me parece que el mismo término puede ser resignificado para nuestra época. Si lo llamamos fascismo es porque hay algo del orden del pasado que se reitera. También hay una transformación: en la medida en que el pasado frota con el presente se generan cosas nuevas. Cuando una habla de que hay un retorno del fascismo, lo que dice es que hay una lógica de lo político identitaria que tiene una manera de construir lo político a partir de la exclusión y eliminación del otro. Creo que, en términos de Carl Schmitt, esa es la esencia de la lógica política del fascismo. Por eso yo prefiero hablar sencillamente de fascismo. No desestimo que pueda surgir otro término pero, dado que todavía no encontramos la manera de nombrarlo y, dado que se reitera esa lógica excluyente de lo político, me parece que es apropiado llamarlo así.
Si nos desmarcamos del contexto europeo y pensamos que la lógica fascista es una lógica que opera en todo el mundo —y si nos vamos al contexto latinoamericano, y pensamos por ejemplo en Colombia— vemos cómo el paramilitarismo es una forma de milicias fascistas. Es decir, son grupos armados paraestatales pero que dependen del Estado y que hacen acciones criminales, organizaciones que matan a líderes sociales y territoriales. En Europa no se da esa forma política, porque las dinámicas son otras, pero en lugares donde sí las necesitan, las vemos renacer.
Igual que en el 20 o 30 estos partidos cumplen una función respecto al statu quo.
Efectivamente. Tengo una obsesión con pensadores de los años 20 y 30. Hay resonancias que hay que escarbar de ese pasado para entender qué es lo que se repite y que aparece nuevo. Hay tres pensadores que, desde que irrumpió la crisis de 2008, considero claves: [José Carlos] Mariátegui en América Latina, [Walter] Benjamin en Alemania y [Antonio] Gramsci en Italia. Ellos ven esa crisis a nivel europeo pero también global, que tuvo lugar en los años 20 y 30, y cómo esa cierta forma de socialdemocracia o de liberalismo da lugar a esta irrupción fascista para contrarrestar al comunismo de aquel entonces.
Esa socialdemocracia o ese liberalismo termina pactando con el fascismo porque le da más miedo la transformación que pudiera propiciar el socialismo o el comunismo que la lógica de muerte o la necropolítica que propiciaba el fascismo. Y hoy pasa algo parecido: a Ciudadanos, que se declara un partido de centro, le da más miedo pactar con la izquierda española —con el progresismo, ya sea Más Madrid o Podemos— que pactar con Vox. Eso se repite. De nuevo, si vamos al contexto latinoamericano hay cierto liberalismo que está más dispuesto a apoyar a figuras como [Jair] Bolsonaro o Iván Duque que a apoyar a fuerzas progresistas como pueden ser Lula Da Silva, Cristina Kirchner, etc. De alguna manera, el fascismo de los años 30 y el fascismo actual son un gran medida un invento del liberalismo. Como un monstruo que se les sale del control pero que ellos ayudan a crear"
https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/entrevista-luciana-cadahia-que-es-populismo
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