“En los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía, mientras que en los países autoritarios lo que no se percibe es la naturaleza económica de la violencia”
Bertolt Brecht

"Hay que aprender de los errores del siglo XX y superarlos. El capitalismo no lo ha hecho. Los socialistas deben hacerlo"
Tariq Ali

"La cuestión no es mercado sí o mercado no, es qué espacio tenemos que concederle al mercado para que tenga efectos positivos y qué espacio tenemos que quitarle para que no tenga efectos negativos"
César Rendueles ("Capitalismo canalla" antídoto para "Los enemigos del comercio" de A. Escohotado)

"Los poderosos siempre han perseguido a los alfabetizadores, a los que paraban las balas con columnas de periódico, a los que hacían escudos con libros cargados de metáforas y razones. También a los que han hecho visibles a los invisibles, a los que enseñan a decir no con una sonrisa y también a los que enseñan desde el monte a recordar que no hay que vivir de rodillas"
J.C. Monedero

Qué son los PsyOps: "Los daños que causan las PsyOps [Operaciones Psicológicas] se reflejan en la aparición de cambios en el plano cognitivo y mental (...) Toda operación militar, y por tanto toda operación psicológica, tiene que contar con una cadena de mando. El análisis detallado de los mensajes a través de Twitter y Facebook ha permitido descubrir «nodos de red», o sea estados mayores implicados en la operación. Estos están entrenados en el uso de métodos de control de las multitudes para crear una situación de contagio entre individuos de diferentes medios y orígenes. De esa manera, los estados mayores logran localizar fácilmente los «repetidores de opinión», o sea los individuos que influyen sobre los demás. Los especialistas pueden entonces optar entre informarlos sobre el proyecto o mantenerlos en la ignorancia de lo que está sucediendo"
Valentin Vasilescu (experto en inteligencia militar)

"Gozamos de tres bienes de valor incalculable. La libertad de conciencia, la libertad de palabra y la prudencia de no usar nunca ninguna de las dos". Mark Twain.


lunes, 1 de julio de 2019

Maquinaria bélica, maquinaria emocional

 
Domenico Losurdo
 
"En marzo de 2014 Seymour M. Hersh, un periodista estadounidense galardonado con el prestigioso premio Pulitzer, hacía importantes revelaciones sobre el uso de armas químicas el 21 de agosto del año anterior: no, los responsables de esa infamia no habían sido los dirigentes del país, sino los «rebeldes» apoyados por las monarquías reaccionarias del Golfo Pérsico, aliadas de Occidente, y por Turquía, un país miembro de la OTAN y principal protagonista de la provocación y la escenificación, destinadas a levantar una ola de indignación mundial contra los dirigentes sirios y justificar la acción devastadora de los bombarderos con los motores ya encendidos y listos para entrar en acción. En agosto de 2013 hombres de estado, periodistas, divos y divas de la sociedad del espectáculo rivalizaron en pintar del modo más siniestro al enemigo por abatir. Huelga decir que el desenmascaramiento de la mentira tuvo en los distintos órganos de información un eco mucho más reducido que la propagación de esa misma mentira; más valía no dar mucha publicidad al escándalo para que no desacreditara ni comprometiera a la industria de la mentira, pues esta siempre será útil para la preparación de las guerras futuras. Y de nuevo la izquierda brillaba por su ausencia.
No había tenido el valor de hacer preguntas y plantear dudas en el momento en que la manipulación era más intensa, y no ha considerado necesario llamar la atención de la opinión pública sobre el desenmascaramiento de la manipulación y, en general, sobre la industria bélica de la mentira que pese a todo sigue floreciendo. De hecho, la izquierda se encoge justo cuando debería reaccionar con más energía ante los procesos de polarización social y redistribución masiva de la renta a favor de las grandes fortunas (a menudo parasitarias), ante la reaparición de guerras coloniales o neocoloniales y la amenaza de guerras a gran escala, ante la restricción y distorsión de la esfera pública provocada por la «plutocracia» y por una industria de la mentira más floreciente, poderosa e invasiva que nunca (...)
Ante todo habrá que hacer un reconocimiento del terreno. Es el asunto que se aborda en el primer capítulo. La crisis devastadora que estamos padeciendo, aunque tiene un alcance planetario, tampoco afecta a todo el planeta. Los países que en el siglo xx se sacudieron el dominio colonial y neocolonial bregan hoy por alcanzar un desarrollo autónomo en el campo económico y tecnológico, y en el transcurso de esta lucha cosechan éxitos importantes. Lo vemos, sobre todo, en el caso de China y los demás países emergentes. No se entendería nada del actual panorama internacional si no se tuvieran en cuenta dos procesos contradictorios: la «gran divergencia» que durante siglos colocó a Occidente en una posición de superioridad absoluta sobre el resto del mundo tiende a reducirse hasta anularse; al mismo tiempo, en los países capitalistas avanzados se abre un abismo, la «gran divergencia» que separa a una minoría opulenta cada vez más selecta del resto de la población. Se comprende entonces que el Occidente capitalista reaccione ante esta situación desmantelando el estado social y aplicando medidas de «austeridad» antipopulares, pero tratando de salvar, al mismo tiempo, su preponderancia internacional. Por eso desencadena unas guerras cuyo carácter neocolonial es cada vez más patente y se refleja incluso en los medios informativos. En estas guerras neocoloniales la Unión Europea y Estados Unidos no dudan en aliarse con fuerzas reaccionarias de Oriente Próximo que esclavizan a los inmigrantes, oprimen a las mujeres, reintroducen la poligamia, etc.
Todo esto tendría que haber provocado la reacción de la izquierda. Pero, como se observa en el segundo capítulo, el mundo capitalista-imperialista todavía consigue acreditarse como el «mundo libre». Es una pretensión que desde hace siglos forma parte de la autoconciencia y falsa conciencia de Occidente. Aunque hoy, más que nunca, debería haber perdido toda credibilidad. Desde la ofensiva neoliberal, los «derechos sociales y económicos» sancionados por la ONU no solo no se han puesto en práctica, sino que se deslegitiman también en el plano teórico. En cuanto a los derechos políticos, la «plutocracia» que poco a poco se impone en Occidente los vacía de contenido. Es como si se hubiera reintroducido solapadamente y de forma indirecta la discriminación censitaria que durante siglos excluyó a las clases subordinadas de la participación en la vida política. ¿Quedan en pie, al me­nos, los derechos civiles y el estado de derecho? (...) 
Y sobre todo: ¿es compatible la profesión de fe democrática de Occidente con su pretensión de ejercer una dictadura a escala planetaria, reservándose el derecho soberano a desencadenar guerras y embargos devastadores con o sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU?
La prosopopeya de Occidente a veces es grotesca. Pero sigue ejerciendo una influencia ideológica tan fuerte que a menudo es capaz de ofuscar a la izquierda en Estados Unidos y Europa. No le faltaba razón a Marx cuando en su tiempo observaba que el monopolio de la producción material es también el monopolio de la producción intelectual. Pero hoy la gran burguesía basa su poderío en el monopolio de la producción de las ideas, desde luego, pero también, y sobre todo, en el monopolio de las emociones: este es el tema central del tercer capítulo de libro. ¿Cómo se programa y se prepara la guerra en nuestros días? Se busca, manipula o inventa del todo una imagen que pueda demostrar la crueldad, la ferocidad, la falta de humanidad del enemigo a derribar o a matar; a través de la prensa, la radio, la televisión, internet y las redes sociales, esta imagen se difunde, se repite obsesivamente y se bombardea, por así decirlo, en todos los rincones del planeta. A los que no se alinean incondicionalmente con Occidente en la guerra que está a punto de desencadenar se les tacha de hacer oídos sordos a las razones de la moral y de ser cómplices del Mal. Es el terrorismo de la indignación, una indignación que pretende ser moral pero en realidad es maquiavélica en el mal sentido de la palabra. Es así como la sociedad del espectáculo pasa a ser una mortífera técnica de guerra"
 
 
 

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