El libro trata de datar la muerte del periodismo, seguramente de tu periodismo, como reflejo o expresión de una transformación muy grande en la estructura económica que, por un lado, está acabando con los trabajadores porque son entendidos como un coste que se pueden ahorrar gracias a la tecnología, y en segundo lugar por una enorme descualificación de la fuerza de trabajo periodística, que va de la mano del capital y que la convierte en simple mercancía.
Lo que veo de bueno en esta situación es, en primer lugar, que entender este cambio nos da alternativas para intentar cambiar el modelo económico actual. En segundo lugar, que el periodismo, o la manera de hacerlo, que no venga de una empresa privada, sino de una institución social pública, como lo puede ser un ayuntamiento o un distrito de barrio.
Esto es lo que va a permitir a Facebook convertirse en un banco central, pero no de capital financiero o monetario, sino de capital social. En la medida en que Facebook tiene información de cómo se comportan todas las personas en una sociedad, puede ser muy eficiente a la hora de decirle a un banco cuales pueden ser sus capacidades de endeudamiento o cuándo se le ofrece un alquiler por Airbnb. Se le puede decir hasta cuánto puede pagar o cualquier otro dato que se necesite sobre la persona. Ahí es donde se cruzan con las políticas del Banco Central Europeo y la Troika, que dicen: “lo que necesitamos es que los salarios sigan estancados y la gente no puede ahorrar”. Entonces llega Facebook y muestra el camino para exprimir un poco más a la gente y convertir al individuo en algo alejado de toda concepción social. Ahí es donde entra Facebook. Es la dopamina o viagra de un sistema financiero en plena crisis. No está muerto, pero sí en plena crisis y necesita, por un lado, un nuevo medio de producción y, por otro lado, la legitimidad que ha perdido. Los bancos centrales no son guays, pero Facebook lo utilizan 2.000 millones de personas (...)
Pero claro, ya no habrá empresas como la actual Telefónica, que está totalmente privatizada. Por eso una política sencilla para acabar con el capitalismo tecnológico es recuperar las propuestas tradicionales de la izquierda, como nacionalizar los sistemas productivos. No hay ninguna novedad en la manera de atacar al capitalismo digital, solo es recuperar las luchas clásicas de la izquierda pero adaptadas al Siglo XXI (,..)
Leyendo el libro parece que defiendas en varias ocasiones que esta nueva oligarquía puede que nos lleve a escenarios de totalitarismo que sean incluso más duros que otros anteriores, incluso lo comparas con el Holocausto nazi. ¿Cómo explicas al lector de esta entrevista que el “bueno” de Zuckerberg pueda llegar a ser peor que Hitler?
Bueno, a mí lo que me molesta es el capital. Hitler lo que hizo fue negarle a las clases populares o a las clases proletarias su derecho a transformar las relaciones de la propiedad y ponerse a sí mismo en su lugar. Un líder carismático que anuló a las masas para establecer un sistema totalitario que mantuviera las relaciones de propiedad intactas. Eso es lo que ocurrió en la II Guerra Mundial y de hecho los empresarios alemanes estarán muy contentos de que así fuera y no hubiera una revolución comunista. Lo que yo digo es que ahora está ocurriendo un proceso muy similar, no en el sentido de que Zuckerberg sea Hitler, sino en el de que los capitalistas necesitan medidas excepcionales para establecer el orden.
Y esto viene acarreado por la enorme crisis que sufrimos en 2008 y todavía no ha terminado, es decir, las políticas de austeridad y neoliberales que se han implantado en los úlitmos diez años son totalmente autoritarias. No tenemos a Hitler, pero tenemos a gente como Mario Draghi"
No hay comentarios:
Publicar un comentario