Open Society, fundada en 1984. Eso ya era 1984 de Orwell, en que el totalitarismo coronaba su plenitud: el Gran Hermano lo mismo era el garante vigilante del orden social en todos sus resquicios como, consecuentemente, el maquinador en la sombra de la propia disidencia. Esta debe ser la culminación gloriosa del Espíritu Absoluto hegeliano que condensa en sí mismo la superación de todas las oposiciones dialécticas: y por tanto el cacareado fin de la Historia de Fukuyama... si no fuera por un ecosistema global y por miles de millones amenazados de muerte tanto bélica como medioambiental, lo que podría literalizar ese anhelado fin de la Historia. Al menos la humana, que no la universal de la inteligencia.
Ekaitz Cancela (La Marea.com):
"La mera existencia de George Soros es un hecho de lo más rocambolesco para ilustrar tanto el presente momento histórico del capitalismo global como la forma en que se ha consolidado. Se trata de un magnate que ha acumulado semejante riqueza mediante la especulación en un sistema financiero que ha dejado a miles de personas en la cuneta y emplea su excedente en promover la democracia y los derechos humanos en el mundo. Desde 1985 hasta 2015 ha gastado 12.000 millones de dólares en la hazaña, según recoge la escritora Anna Porter en un libro sobre el filántropo. Y hay visos de que la cuantía siga en aumento después de conocerse la transferencia de 18.000 millones que hizo de su propia riqueza hacia la Open Society, fundación filantrópica que fundó en 1984. Mediante ella, de acuerdo a los datos de Porter, el magnate húngaro invierte la friolera de mil millones de dólares cada año en alterar las políticas globales.
Cuestiones como las de acabar con la desigualdad deben alejarse progresivamente de objetivos como los de sostener un Estado del bienestar poderoso. Se trata de un círculo endogámico asentado en eliminar la política en favor de un sistema de gobernanza privado. De esta forma, unas pocas personas eligen con sus inversiones cómo administrar los recursos en una sociedad al tiempo que se ahorran pagar impuestos al fisco gracias a sus donaciones.
La relación que todo ello guarda con el periodismo no deja de ser controvertida. Los ricos se han elevado a una esfera de la sociedad en la que cada vez son más impunes y pueden seguir minando los sistemas públicos mediante ingeniería fiscal sin que ocurra ningún escándalo. Los medios participan de esta arquitectura social erigida a nivel global con una fe ciega en que la filantropía pueda contribuir a salvar el periodismo, y así este pueda resucitar la democracia. Lejos aún de poder cumplir esta función mesiánica, nunca ha sido tan palmaria la relación entre investigar al poder económico con el dinero que el periodismo recibe de las fundaciones filantrópicas y su escasa capacidad para provocar el más mínimo cambio en la estructuras de poder que la aparición de George Soros en los Papales del Paraíso.
El dato de que el magnate se sirvió de una sociedad offshore para administrar su riqueza fue revelado recientemente por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigaciones (ICIJ), ganadores de un premio Pulitzer por la información en los Papeles de Panamá, a cuya publicación también contribuyó el millón y medio de dólares que se sabe aportó la fundación Open Society (...)
La contradicción ilustra que se ha roto el hechizo, ya no existen medias tintas: el capitalismo ha entrado en una fase, eso que las élites han acuñado como posverdad, en la que un empresario oculta dinero de forma dudosa en paraísos fiscales al mismo tiempo que financia su descubrimiento.
Los tentáculos de la Open Society
Durante décadas, George Soros ha creado a través de su fundación una red de dimensiones estratosféricas vinculada solo en Estados Unidos con más de 30 medios de noticias. En 2011, el Media Research Center (MRC) publicó un informe —el cual llegó a difundir el Wall Street Journal, propiedad Rupert Murdoch— donde apuntaba que desde 2003 hasta 2009 había gastado entre 48 y 52 millones de dólares en subvencionar la infraestructura mediática del país mediante la financiación directa a medios de propiedad privada, distintas organizaciones de periodismo de investigación e incluso a escuelas periodísticas. Huelga decir que el MRC es un organismo que se dedica a monitorizar a los medios estadounidenses, forma parte del movimiento conservador y su objetivo manifiesto es “neutralizar el brazo propagandístico de la izquierda liberal”. Lo cual dice mucho del rol que juega el periodismo en esta especie de lucha entre republicanos y demócratas (...)
De este modo, al mismo tiempo que financia a los medios de comunicación para que informen de manera libre sobre la actividad política, Soros otorga cuantiosas sumas de dinero a partidos políticos de forma directa o indirecta para avanzar en su agenda. En 2004 destinó cerca de 27 millones de dólares en apoyar agendas contrarias al presidente Bush y posteriormente transfirió directamente ocho millones a la campaña de Hillary Clinton, junto al millón que donó a la Fundación Clinton. Ello explica el motivo por el que la antigua secretaria de Estado presionara en su momento en favor de los intereses de Soros, como publicó esta revista en relación a los correos electrónicos filtrados por WikiLeaks.
Esta especie de corrupción de la esfera pública habermasiana que lleva a cabo el dinero privado de filántropos mientras dicen salvarla mediante el periodismo libre se ilustra perfectamente con algunos ejemplos concretos. En el año 2009, George Soros propuso a través de Project Syndicate una iniciativa para que los países desarrollados crearan una especie de “fondo verde” para combatir el cambio climático en los países en desarrollo mediante la inyección de miles de millones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para proyectos agrícolas (...)
Una visión favorable al medioambiente que bien puede cambiar según sus intereses lo requieran. Si bien Soros ha incrementado sus inversiones multimillonarias en empresas estadounidenses y extranjeras que extraen petróleo y gas, también defendió una propuesta del gobierno de Barack Obama para emplear el gas natural como un combustible menos intensivo en carbono con el fin de tender hacia un “futuro de energía limpia”. Dicha medida gubernamental ofrecía grandes incentivos a Westport Innovations, una compañía que convierte motores diésel para el uso de gas natural y es parcialmente propiedad de uno de los fondos de Soros, como señalaba The Street.
En resumen, Soros le enseña al periodismo una lección importante: la industria tiene futuro siempre que la billetera de los filántropos esté abierta. Pero la concepción de ‘sociedad abierta’ apoyada por el filántropo es una sociedad dependiente del dinero corporativo. Una interpretación bastante peculiar de aquella idea expuesta precisamente por Karl Popper en el segundo tomo de La Sociedad abierta y sus enemigos: “Si estamos en silencio, ¿quién hablará?”. Ahora todos los medios tienen la capacidad de hablar, pero no de lograr cambios de calado, puesto que quienes corrompen el sistema democrático son los mismos que financian la profesión que debe soportarlo; el componente crítico del periodismo se diluye ante la hegemonía cultural dominante, como revelan los Papeles del Paraíso. Lo resumía a la perfección el escritor Martín Caparrós cuando hablaba precisamente de dicha filtración: “El periodismo es un engranaje necesario de este juego hipócrita: el que obliga a los gobiernos a decir, cada tanto, ‘Oh, qué sorpresa, aquí se roba’, y hacer como si fueran a hacer algo”. Solo que el mercado ya ha superado a los gobiernos. El periodismo, inmerso en una crisis eterna, se encuentra en tierra de nadie batallando contra unos gigantes que no parecen ser otra cosa que molinos de viento. Como le ocurría al Don Quijote dibujado hace siglos por Cervantes"
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