En segundo lugar, la victoria de Trump. Amenaza inmediata, el repudio del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Pero también hay que mirar hacia el gobierno que se perfila, con el peso de los tiburones de Wall Street y de la industria petrolera, los militares belicistas y la resurrección de los profetas ultraconservadores. Podemos ver lo que se nos viene encima: maná de los dioses para las finanzas y el neoliberalismo emparejado con el autoritarismo, como en sus peores momentos.
Pero existe todavía otra pesadilla que está por llegar: una nueva crisis financiera. La pregunta, por cierto, no es si esta crisis se producirá, sino cuándo se va a producir. El aumento de la volatilidad de los mercados financieros y la acumulación de la deuda son las consecuencias de una política amenazadora: el BCE puso dinero en circulación que revalorizó las acciones pero no impulsó la demanda y en particular la inversión, mientras que las tasas de interés negativas estrecharon los márgenes bancarios y estimularon nuevas operaciones financieras de riesgo, de las que el Deutsche Bank es un ejemplo (el valor nocional de los derivados es superior al valor del PIB mundial). Es decir, nuestro problema mundial son las soluciones al problema.
Al finalizar el año pasado, nos encontramos con una crisis de la demanda mundial y con una escasa capacidad para responder a una recesión, porque los bancos centrales no pueden hacer mucho.
Tomen nota, por favor: el centro del peligro está en Europa, que acumuló los mayores errores durante toda la década y lo pagará ahora con la ‘trumpificación’ de su política en Francia y Alemania (...)
La segunda es que esta combinación de acumulación de dificultades por medio de la extracción de los ingresos financieros ha creado un proceso de endeudamiento insostenible, que condujo a la crisis de las subprime de 2007 y a la recesión de 2008, después de un largo período recesivo.
La tercera es que este proceso de endeudamiento se vio alimentado por la creciente desigualdad que, al igual que en la década anterior a la primera depresión (1929), estimuló la transferencia de ingresos de los trabajadores y pensionistas hacia las finanzas, primero a través de la deuda privada y luego de la deuda pública.
La cuarta es que la política de austeridad orientada hacia el aumento del desempleo tiene un efecto estratégico: debilitar el poder de negociación de los trabajadores y de los movimientos sociales y obtener la privatización los bienes públicos esenciales, y se diferencia así de las políticas de respuesta a la primera gran depresión, con las que se procuraba aumentar la inversión para crear puestos de trabajo.
La quinta conclusión es que la recesión y austeridad generan el espiral de la deuda, por lo que la austeridad es la causa más que la cura de la depresión. La austeridad es además una idea peligrosa. Para responder a la depresión es preciso poner fin a la austeridad y, por lo tanto, la reestructuración de las deudas.
La sexta conclusión es que para reestructurar las deudas es preciso abandonar el euro e imponer y reconvertir la deuda en la nueva moneda nacional, devaluada para promover la sustitución de importaciones y mejorar los saldos comerciales y, sobre todo, permitiendo asi la emisión monetaria y, por tanto, dejar de depender de la financiación a través de los mercados financieros, recuperando un banco central nacional. Después de la experiencia del gobierno griego, no es posible que la izquierda siga fomentando la ilusión de que la Unión Europea permite una negociación amable para un acuerdo que salve las economías endeudadas. Si Grecia ha enseñado algo ha sido que el castigo político y la destrucción de un país serán los instrumentos de la Comisión y del BCE para garantizar la protección de los acreedores y las rentas perpetuas para apoyar la financiación"
En el primer caso, aparecen las expresiones de descontento popular articuladas, principalmente, por las clases dominantes de los países y zonas del centro capitalista pertenecientes al arco atlántico en crisis, catalizadas por UKIP en el caso del Brexit en Gran Bretaña, de la victoria de Trump en el conocido como cinturón del óxido (rust belt) de EE UU y el avance del FN en las zonas industriales en declive de Francia, que en el caso de los países del este, capitalizan los herederos de las viejas élites nacionalistas rurales reconvertidas en burguesías rentistas urbanas dependientes de Alemania y EE UU (...)
Se estaría ante los discursos defensores de la desglobalización, que en el caso de la derecha, pretenden articular una potente base popular con las que lograr triunfos electorales que les permitan acceder al control del Estado, y así reconstruir su capacidad económica y competidora frente a otras facciones de clase mejor insertadas en la globalización.
En el segundo caso, los países de la Europa meridional sufren la crisis de un modelo de inserción subalterna en la UE, que ha especializado sus economías en economías de servicios desindustrializadas, basadas en el sector del turismo y el logístico, que han asumido en la Europa del euro una posición periférica dentro de la división del trabajo principalmente configurada por Alemania y demás potencias exportadoras europeas (Holanda y Suecia principalmente).
El artículo de Louçã explica de manera acertada, las consecuencias de un modelo de especialización productiva de los países de la Europa meridional dentro de la economía euro, que ha traído como resultado la conversión en países endeudados, debido al fuerte déficit exterior contraído con los países del centro europeo y de fuera de la UE. Este proceso entra dentro de la dinámica de endeudamiento general de los países de la periferia europea, provocada por la estrategia exportadora alemana, la cual ha impuesto una división espacial dentro de la UE entre países del centro exportadores y dotados de una fuerte estructura industrial y tecnológica, y países periféricos endeudados que han reproducido un modelo comercial dependiente. Dicho esquema ha definido el proyecto neoliberal europeo, que con la crisis del euro, ha erosionado los consensos sociales que existían en dichos países respecto a la UE y, que de manera especial en España, Grecia y Portugal, ha generado la irrupción de proyectos que se reclaman de proyectos soberanistas de carácter popular.
La expansión de la globalización económica ha resucitado no solo expresiones de identidades étnicas y locales, sino que ha resucitado al gran sujeto a través del cual se ha desarrollado la política a lo largo del siglo XX: el poder del Estado, lo que en palabras de John Agnew, convierte de nuevo al Estado nación “como la principal estructura de oportunidad para la mayoría de las formas de actividad política”, escenario que condicionará, guste o no, el debate de la reconstrucción de la izquierda en Europa"
http://www.espacio-publico.com/se-abre-o-se-cierran-oportunidades-para-el-cambio-en-europa#comment-5881
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