Nazanin Armanian:
"La disolución del Pacto de Varsovia en 1991 fue una oportunidad para poner fin a la OTAN, y destinar el ingente gasto militar a resolver el principal problema de la humanidad: la pobreza que sufren 1.200 millones y cada día mata a 100.000 personas de hambre, más que la suma de los muertos en las guerras, por el terrorismo o en los accidentes de tráfico.
Sin embargo, La OTAN (1949) no nació con el Pacto de Varsovia (1955) para morir con él. Los países socialistas decidieron unirse en un pacto militar sólo después de la brutal agresión de EEUU a Corea del Norte (vecino de la Unión Soviética y China) que mató a 3 millones de personas, el 20% de la población.
El “el peligro Rojo” ya no era excusa: si no tienes enemigos, inventártelos. La fiesta del militarismo debería continuar, y la OTAN se hizo “bombero pirómano”: fabricó la “amenaza del terrorismo islámico”, que incluso era más rentable que la “amenaza comunista”, ya que afirmaban que al igual que los fantasmas los “yihadistas” eran invisibles, indetectables y aterradores. Su capacidad de aparecer en cualquier parte del mundo le permitía a la Alianza intervenir en tierras lejanas como Afganistán -el país más estratégico del mundo-, y sin la autorización de la ONU, para “salvar al mundo de los bárbaros”. El negocio del miedo hará que los ciudadanos paguen con gusto a las empresas militares para que les “protejan”: Los “yihadistas” harán de buldócer en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia y Siria, allanando el camino para que entren las tropas de la OTAN. Hoy, EEUU cuenta con unas 1000 bases militares en 156 países del mundo.
En vez de tratarles como vasallos, Donald Trump debería agradecerles a sus socios europeos por la cobertura política y legitimidad “democrática” que otorgan a sus invasiones. Es por ello que el jefe oficial de la OTAN es siempre un europeo, aunque es el Pentágono quien manda. La mera presencia de los europeos en la Alianza ha salvado a EEUU del aislamiento mundial, por ejemplo, durante los mandatos de Bush o Trump. Además, la invención del concepto “Comunidad internacional” que es usado – no para referirse a un conjunto de países que incluyan a gigantes como China, India, Rusia o Brasil, sino-, casi exclusivamente para referirse a una iniciativa política de EEUU, respaldada por Europa, le otorga una imagen de democrática.
El afán de ocupar las regiones estratégicas del mundo una vez que el bloque socialista dejo de ser una barrea, y así garantizar su hegemonía mundial.
El negocio que representa la propia guerra para el complejo militar-industrial. Hace 57 años, el presidente Dwight D. Eisenhower advirtió sobre el peligro de la creciente influencia de este sector económico sobre las políticas de EEUU: hoy Washington está dirigido por el Triángulo de Hierro: una alianza entre las empresas privadas militares, el Congreso, y los departamentos o agencias del Gobierno como los de Defensa, Energía, Seguridad o la NASA, y ninguno relacionado con las necesidades básicas de la población. Las guerras son un negocio, en el que los inversores invierten en invasiones: Venden armas, se deshacen del “stock” , prueban los nuevos artefactos en los laboratorios de las guerras, y también generan negocios paralelos relacionados como el tráfico de droga (encuentren puntos comunes entre Colombia y Afganistán) y la trata de seres humanos, sobre todos mujeres: Donald Trump, un presidente belicista que ha desmantelado la diplomacia y está vinculado con la industria de sexo comercial.
Permitirle la posibilidad de participar en los propios asuntos intraeuropeos. Mediante bases militares, y cooperación “anti terrorista”, el Pentágono y la CIA controlan los ejércitos y los servicios de inteligencia de sus aliados, para conseguir la obediencia de sus políticos.
Desde 1991, la Alianza Atlántica ha destrozado la vida de al menos 100 millones de personas, entre muertas, mutiladas, desplazadas, huérfanas, violadas, desempleadas, etc. Ejemplos:
Yugoslavia, 1999: bajo el pretexto de “salvar a los albaneses del gobierno genocida de Milosevic”, la OTAN lanzó durante 78 días, unos 2.300 misiles y 14.000 bombas (incluidas las de racimo BL755 y uranio empobrecido), contra unas 40.000 viviendas, 300 escuelas, 20 hospitales, varios puentes, edificios patrimonios de la UNESCO como el monasterio Gracanica y la fortaleza de Petrovarardin, tren con sus pasajeros, la cadena de televisión RTS con sus 16 empleados, fábricas como la farmacéutica Galenika o las plantas del complejo petroquímico de Pancevo, arrasando pueblos y ciudades enteras. Antes, el Ejército de Liberación de Kosovo (KLA), filial de Al Qaeda, creado a la imagen de los Contra de Nicaragua, y entrenado por el BND alemán, utilizo de forma masiva las técnicas de provocar el terror entre la población, incluida violaciones sistemáticas (al igual que sus colegas en Libia, Irak, Siria), mientras EEUU enviaba a nadie menos que su ex Embajador en El Salvador William G. Walker, implicado en el escándalo “Irán-Contragate”, como jefe de la Misión de Verificación de Kosovo. El 18 de noviembre de 1999 el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán confesaba que no había encontrado pruebas de la existencia de “masacres” o “fosas comunes” de los albaneses. Para Walter J. Rockler, ex fiscal de los Juicios de Crímenes de Guerra de Núremberg, el ataque a Yugoslavia fue la agresión militar más descarada desde que los nazis atacaron Polonia para evitar las “atrocidades polacas” contra los alemanes.
La invasión económica siguió a la militar: Boeing, Ford Motor, General Motors, Honeywell, Motorola, Nextel, SBC entre otras, ocuparon el mercado del país que desapareció. “De repente” el precio de las acciones de las fábricas militares estadounidenses subió: Raytheon un 17%, Boeing un 12% y Lockheed Martin un 8%. La crisis del capitalismo de EEUU necesita de grandes y continuas guerras.
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Afganistán, desde el 2002 hasta hoy: Entre el octubre del 2002 y el abril del 2003, y bajo el falso pretexto de vengarse el 11S, la OTAN invade y ocupa Afganistán. Los cazas anglonamericanas sueltan 10.000 toneladas de bombas sobre el país, sepultando bajo los escombros a decenas de miles de civiles. Usaron bombas de fragmentación, las “podadoras de margaritas” (daisy cutters), las antibunker GBU-28, el AGM-86D, la nueva versión de los misiles Cruise y bombas revestidas con el uranio empobrecido. Destruyen depósitos de agua, centrales eléctricas, cultivos y el ganado, provocando además una catástrofe humana: UNICEF advirtió de que podían morir de hambre hasta 100. 000 niños. La OTAN utilizó más munición radiactiva aquí que en la Guerra del Golfo Pérsico (1991) y la de Yugoslavia juntas: nacieron cientos de bebés con severas malformaciones como el Síndrome de Hiroshima, y una cuarta parte de la población se convirtió en invisibles refugiados, que huyen de Taliban y de la OTAN. Cientos de soldadas de la OTAN han denunciado sus propios compañeros en Afganistán e Irak de violaciones y abusos: ¿Qué no habrán hecho a las mujeres desarmadas de dichos países? EEUU ya tiene al menos 11 bases militares y varias cárceles a la semejanza de Guantánamo en este agujero negro que es Afganistán.
Libia, 2011 hasta hoy: Por su petróleo, agua y ubicación la OTAN invadió el país más próspero de África en nombre de castigar a Gadafi “por masacrar su pueblo” lanzando durante siete largos meses bombas y misiles sobre las ciudades y aldeas: el libio liberado es el libio muerto. Luego derrocó y asesina a su jefe de estado (acuérdense de “Fuimos, Vimos y Él murió” de Hilary Clinton), a pesar de que la resolución del Consejo de Seguridad sólo le habia autorizado crear una zona de exclusión aérea. Hoy, millones de desesperados libios son víctimas del “Caos creativo” que buscaba EEUU en este país.
Por 1) el creciente presupuesto destinado a mantener la Alianza, 1,67 billones de dólares (2018), a costa de reducir los gastos sociales. Los gobiernos invasores ni siquiera destinan parte del botín de estas guerras a mejorar la vida de sus ciudadanos. En EEUU, donde 48 millones de personas viven debajo de la línea de pobreza y la ONU afirma que tiene la tasa de la pobreza infantil más alta en el mundo desarrollado, se destina 596.000 millones de dólares a la “defensa”, eufemismo del negocio de “guerra”.
Por 2) al ocultarles a los ciudadanos los objetivos reales y las consecuencias de las guerras de la OTAN, les convierte en cómplices de sus crímenes: hace que de alguna manera apoyen la matanza de civiles bajo el seudónimo de “daños colaterales”, la tortura (“técnicas de extracción de información”), el secuestro y el encarcelamiento de personas inocentes, siempre que sean de “otros países”.
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EEUU busca nuevas y grandes guerras: ha roto el acuerdo nuclear con Irán, y ha creado una OTAN sunnita que está haciendo prácticas matando a Yemen gota a gota. Está diseñando un Comando Atlántico para el Ártico, que al parecer alberga una cuarta parte de los yacimientos inexplorados de hidrocarburo del mundo. Todo ello sin dejar de cercar las fronteras de China y provocar, sin motivo, el enfado del dragón.
En 2017, el gasto militar de la OTAN fue 900.000 millones de dólares, el 52 % del gasto mundial, y la “amenaza rusa” 66.300 millones. Por otro lado, Arabia Saudí, el segundo después de EEUU en gasto militar, destinó 69.400 millones a las armas, unos 55.000 millones más que Irán.
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