Es obvio, que las elites globales esperaban -así lo manifestaban en sus conferencias, cumbres o foros- que la "Gran Depresión", que comenzó con la crisis de las hipotecas y el colapso del sistema financiero mundial en 2008, fuera una recesión cíclica, es decir estos episodios regulares en el sistema capitalista, que ocurren aproximadamente una vez por década, y por lo general no duran más de dos años.
Pero la crisis estructural a la cual nos enfrentamos es más profunda, y su resolución requiere de una reestructuración a fondo del sistema (...)
La globalización y las políticas neoliberales, junto a la revolución en la tecnología de la que se apodero el gran capital, computación, robótica e informática y otros avances tecnológicos ayudaron al capital transnacional emergente a lograr grandes avances en la productividad y a reestructurar, "flexibilizar" y deshacerse de mano de obra en todo el mundo.
Esto, a su vez, debilitó el trabajo asalariado, significó la pérdida de los beneficios sociales y facilitó una libre transferencia de ingresos y salidas sin control de capital. Estimulando el crecimiento a través del consumo en su máxima expresión. Sin embargo, el modelo neoliberal se ha traducido también en una polarización social a nivel global. (...) La polarización social global agudiza el problema crónico de sobre acumulación, y la concentración de la riqueza esta cada vez en menos manos, hasta que el mercado mundial sea incapaz de absorber la producción mundial y el sistema colapse. A los capitalistas transnacionales les resulta cada vez más difícil desembarazarse de su masa ya abultada y aún creciente de excedentes: no pueden encontrar salidas donde invertir su dinero con el fin de generar nuevas ganancias, por lo que el sistema entra en una recesión o algo peor.
En los últimos años, la clase capitalista transnacional ha recurrido a la acumulación militarizada, a la especulación financiera salvaje y al allanamiento o saqueo de las finanzas públicas, bajo diferentes instrumentos de endeudamientos públicos y privados a fin de sostener su lucro.
El capital financiero transnacional y sus agentes políticos utilizaron la crisis para imponer una austeridad brutal e intentar desmantelar lo que queda de los sistemas de bienestar y los estados sociales desarrollados de Europa, América del Norte, para exprimir más plusvalía de la mano de obra, directamente a través de una explotación más intensa, e indirectamente a través de las arcas estatales. Los niveles de endeudamiento de los países desarrollados y no desarrollados han aumentado a niveles históricos.
Sin embargo, el sistema es incapaz de recuperarse, y por el contrario se hunde más en el caos. Las “elites globales” con la complicidad de sus “socios locales” no pueden manejar las contradicciones explosivas. Es imposible predecir el resultado de la crisis (...) La magnitud de los medios de violencia y control social no tiene precedentes. Las guerras informatizadas, aviones teledirigidos, bombas antibúnker, guerras de las galaxias y otros similares han cambiado el rostro de la guerra. La guerra ha sido convertida en algo "normal" y "sanitaria" para quienes no están en la mira directa de una agresión armada. También sin precedentes está la concentración en manos del capital transnacional del control de los medios de comunicación y de la producción de símbolos, imágenes y mensajes. Hemos llegado a la sociedad de video-vigilancia y al control orwelliano del pensamiento (...)
En conclusión, no habrá salida rápida del caos mundial que crece. Nos espera un periodo de grandes conflictos y trastornos profundos. En los cuales tres sectores del capital transnacional, en particular, se destacan como los más agresivos y propensos a buscar acuerdos políticos neo-fascistas (Brasil, Italia, Austria) para garantizar la acumulación continua a medida que la crisis avanza: el capital financiero especulativo, el complejo militar-industrial-seguridad y el sector extractivo-energético"
No hay comentarios:
Publicar un comentario