El lumpencapitalismo de Donald Trump,
magníficamente relatado por Samuel Farber, más allá de la superficialidad de los análisis psicológicos del personaje, delinean el aire de los tiempos. Cuando los jerarcas de los grandes negocios, como en los años 20 y 30, se acogen políticamente al lumpen para mantener sus beneficios en los propios términos del lumpen, algo que tan bien relató Bertolt Brecht en su
El evitable ascenso de Arturo Ui. Tanto al lumpen proletario comandado por Orbanes, Salvinis y Bolsonaros, como al capitalista simbolizado por alguien como Trump y sus círculos de grandes timadores y coleccionistas de grandes pufos. En España precisamente aflora hoy todo ese lumpencapitalismo cañí imbricado en las esferas del Estado que nunca dejó de ser el trasfondo de país, desde la cúspide heredada hacia abajo. En tiempos de aislamiento político y criminalización de quienes demandan democracia, aunque solo sea porque dudan de que exista ya otro lado hacia el que mirar. Una labor quijotesca que se enfrenta contra gigantes que en su bajeza insondable lo son por soplar aspas de una gran maquinaria de prensar pensamiento y humanidad.
"El casino
Existe una ofensiva reaccionaria motivada por la crisis estructural que se origina en la financiarización. Este modelo de acumulación logra extorsionar al mundo productivo mediante la exigencia de rentabilidades solo alcanzables mediante la brutal precarización, la flexibilidad y la caída del poder adquisitivo de los salarios. La trampa radica en que el capital productivo se fuga hacia paraísos fiscales exigiendo que el mundo del trabajo maximice la explotación para poder competir con la rentabilidad ofrecida por su lógica rentística.
Su expresión más violenta son los fondos buitre defendidos por equipos de abogados expertos en guerras jurídicas dispuestos a saquear las arcas estatales de los países que se endeudan con apoyo del FMI y las élites locales. Por su parte, los Macri, Temer, Piñera y otros se ven beneficiados con cuantiosas comisiones (provenientes de la emisión de títulos de deuda) y sobre todo con la expectativa de convertirse en futuros CEOs de las empresas transnacionales que adquirirán las destrozadas redes productivas locales, mediante inversiones ínfimas
Camisas pardas.
Los movimientos reaccionarios siempre han sido el resultado del intento de democratización de las sociedades y del desafío a los sectores privilegiados. Frente a Espartaco en Roma, a la irrupción de los trabajadores en 1870 o en 1917, y/o a la conformación del peronismo de la década del ’40, los poderes fácticos se aliaron con el objetivo de ahogar cualquier posibilidad de darle cabida o continuidad a la extensión de la equidad y la libertad. Todos los procesos de reacción responden al miedo que sienten los sectores del privilegio a perder el control del tablero: Bolsonaro y el resto de las derechas en el mundo irrumpen como expresión desesperada ante los posibles avances de los sectores democráticos.
Quienes los votan han sido cooptados por el terror ante la invasión de los extraños, a quienes se presenta como los responsables de amenazar aquello que se ha conquistado: el ultraliberalismo produce las condiciones de la marginalidad y la violencia y se ofrece para solucionar el problema con mano dura, homofobia, misoginia y etiquetamientos variados. El temor sistémico es inoculado a través de murmuraciones repetidas por los medios hegemónicos que instigan a la aceptación inmediata de respuestas rápidas y crueles. En forma paralela, el delito, el narcotráfico y la imbricación de los organismos de seguridad en los entramados oscuros del poder mafioso, aumentan con los efectos del ultraliberalismo y la falta de proyectos sociales colectivos esperanzadores.
Meteorología.
Las convocatorias a la violencia de Estado son exitosas cuando existe una ciudadanía carente de conciencia crítica, y al mismo tiempo ajena a los procesos de participación democrática cotidiana. Los climas reaccionarios necesitan fabricar enemigos internos y externos y de ser posible combinarlos. Pueden ser elegidos entre los más débiles y vulnerables con la condición de despertar desconfianzas generalizadas: migrantes, nacionalidades foráneas o portadores de características étnicas o fenotípicas suelen ser las víctimas prioritarias. Estos etiquetamientos son útiles para ocultar el proceso de deterioro que generan las políticas de acrecentamiento de la riqueza. Al instigar al odio hacia un enemigo se busca cambiar el eje del debate real sobre la producción material cultural y simbólica de las crisis que sus políticas producen.
Bienes.
La inclusión social expresada en el consumo aparece como una paradoja: el neoliberalismo excluye al tiempo que sus opositores, los sectores progresistas, intentan expandir el mercado interno. Cuando esto último sucede, los incluidos se desesperan por conservar lo que han adquirido y se identifican con facilidad con los discursos privatistas y discriminatorios. Desprecian a quienes están subsidiados por el Estado, porque los consideran competidores ilegítimos de su ascenso social (...)
Cualquier oposición del tipo productivista, que pretenda limitar la especulación y valorizar el trabajo, será acusada de populista y descalificada en los altares bienpensantes del poder mundial. El modelo de democracia al que se puede acceder, aquel que autorizan, sólo es el que se ofrece como funcional a la financierización extorsiva.
Aniquilamiento
La lógica del mercado busca exterminar a la política porque ese es el único territorio donde las grandes mayorías pueden lograr la democratización de algo. Solo la remanida voluntad general o su versión remasterizada, el poder popular, pueden hacerle frente"
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=248594
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