Samir Amin, el gran teórico de la desconexión y la teoría de la dependencia acaba de morir: in memoriam
"Está en marcha una avalancha hacia África, bajo la forma de una irrupción neocolonial sobre los recursos minerales, energéticos, territoriales, marinos, solares, eólicos y humanos del África del Norte y subsahariana.
Un nuevo imponente saqueo, pero con importantes diferencias en relación a lo que ocurría en tiempos de la Conferencia de Berlín de 1884-1885:
Esta vez el asalto es global, porque África es el continente más prometedor para el capital global. Lo que está en juego aquí es algo de primera importancia. En primer lugar, se trata de realizar un excedente de acumulación del capital que parece cada vez más difícil obtener en otras partes. Por otra parte, ¿no es África la única parte del mundo en la que tanto la población como el potencial de mano de obra continúan creciendo a un ritmo rápido? Los depredadores no son únicamente los tradicionales bandidos europeos, sino también las multinacionales estadounidenses (las más importantes inversiones en términos de stock de capital, provienen de los Estados Unidos, los bancos y empresas chinas, sauditas, emiratíes, indias y turcas. Las inversiones directas en el extranjero (IDE) hacia África han crecido de 10.000 millones de dólares en 2000 a más de 55.000 millones en 2015, haciendo de este continente el segundo destino mundial de IDE inmediatamente después de la región Asia-Pacífico (…)
Los instrumentos del asalto neocolonial contra África se han vuelto más sofisticados y más diversificados. Mediante la multiplicación de la presencia militar estatal y privada, de bases militares, de consejeros y de servicios secretos, en el continente y sus márgenes. Mediante las guerras desencadenadas por Occidente y las guerras civiles o de secesión en las que los imperialismos, incluyendo el italiano, están implicados en gran medida. Pero también y sobre todo mediante otras formas de implicación:
- el estrangulamiento debido a la deuda externa, de 13.000 millones de dólares en 1973 a 450.000 millones hoy, para los estados subsaharianos;
- el land grabbing [acaparamiento de tierras] en África -que equivale a cerca del 50% de las tierras acaparadas en todo el mundo- para una superficie superior a 21 millones de hectáreas (de 41 millones de total mundial)
- la transformación de la agricultura africana, bajo la dominación del agrobusiness, en una agricultura de exportación, que no responde a las necesidades alimentarias de las poblaciones locales: monocultivos intensivos impuestos a varios países para la producción de biocarburantes, de madera, etc;
- la venta a pérdida, en los mercados africanos, de productos agrícolas estadounidenses o europeos subvencionados, poniendo fuera de juego a los productos de la agricultura local;
- la rapiña de las riquezas piscícolas costeras;
- la trata de mujeres, cuyas cadenas de mando y “consumidores finales” están en Europa y en los demás países más ricos;
- el bran drain [literalmente pillaje de cerebros, de calificaciones] de la gente africana más cualificada, profesionales de la medicina ante todo, denunciado hace ya veinte años por Coutrot y Husson;
Sin hablar aquí del tradicional saqueo de materias primas, habiendo sido sustituidos el caucho y el oro por el petróleo, el gas, el coltán, los metales raros de los que África rebosa literalmente, en ciertos casos de forma casi monopolística. A lo que hay que añadir los efectos indirectos, sobre todo el continente, del hiperdesarrollo capitalista mundializado, la desertificación, la sequía y las hambrunas, productos del cambio climático, que África ha sufrido más que cualquier otra parte del globo.
Este conjunto de procesos interactúan y acaban por conducir a un movimiento migratorio interno en África, en rápido crecimiento. La deserción progresiva de los campos está en curso, paralelamente a la ruina de la agricultura de subsistencia, que alimenta sin embargo aún a un tercio de las y los habitantes del continente, y al nacimiento de megapolis incluso de ciudades-región (Lagos cuenta con 23 millones de habitantes) y de un gran número de centros urbanos. Apenas hace 10 años, la gran mayoría de los movimientos migratorios de África se desarrollaban en el interior del continente. Los que iban hacia Europa estaban en crecimiento pero seguían siendo modestos, comparados a los movimientos intracontinentales. La emigración africana hacia Europa provenía aún en su mayoría de África del Norte, la salida de los países subsaharianos estaba aún limitada y era cosa de personas que tenían un nivel de formación medio o elevado (…)
Desde hace una quincena de años, las cosas han cambiado verdaderamente. Los procesos de urbanización, ligados al desarrollo y a la modernización capitalistas de las economías y de las sociedades subsaharianas se han acelerado. Al mismo tiempo las fronteras entre Estados africanos, anteriormente bastante porosas, se han vuelto menos permeables. Y tendencias nacionalistas, cuando no racistas, se han afirmado contra las migraciones provenientes de otros países del continente (los pogromos sanguinarios que han estallado estos últimos años en África del Sur constituyen un caso extremo) (…)
El progresivo ascenso del discurso público antiinmigrantes, de su puesta en marcha promovida por la antigua derecha así como por gobiernos de centro-izquierda, así como de las fuerzas que han lanzado/promovido el nuevo curso político europeo cada vez más explícitamente racista, ha permitido proclamar alto y fuerte un mensaje recurrente que unifica hoy a los Estados y los gobiernos europeos: ¡Alto a la inmigración!.
Ascensión acompañada por el cierre de las fronteras europeas contra la tan temida invasión de África, devolución de las embarcaciones en el Mediterráneo, refuerzo de la policía de fronteras Frontex, edificación de una cadena de campos en África del Norte, además de los macabros centros actualmente en pie, y de muros para cerrar el camino a las hordas de inmigrantes, tras haber cerrado el acceso por Turquía de acuerdo con Recep Tayyip Erdogan (…)
La lucha contra las políticas migratorias restrictivas y represivas de los Estados y contra toda forma de discriminación hacia las poblaciones inmigradas debe ser una prioridad de los y las revolucionarias internacionalistas, que deben denunciar sin ambigüedad las migraciones forzadas, que constituyen una gran parte de las migraciones contemporáneas. Es un proceso complejo, vista la profundidad histórica y el carácter estructural de estas causas. Avanzar en esta dirección necesitaría grandes confrontaciones y transformaciones sociales.
Habría que obtener ante todo: 1º, la anulación de la deuda externa de los países africanos; 2º la retirada inmediata de las tropas -privadas y públicas, italianas y europeas-, de los consejeros militares, de los grupos de entrenamiento militar y policial; 3º la restitución de las tierras arrebatadas a través del land grabbing; 4º la detención del envío a África de los productos agrícolas europeos subvencionados que destruyen la agricultura local; 5º el abandono de la pesca en los mares de los países africanos; 6º la rediscusión de las relaciones comerciales, sobre bases paritarias y de reciprocidad; 7º la elaboración de formas concretas de un proceso de restitución del saqueo multisecular; etc.
Y, en muy primer lugar, la ruptura del silencio sobre las luchas obreras y populares, sobre las resistencias al neocolonialismo, en curso en África, y su apoyo por todos los medios. ¡Para dejar así de cubrir África de campos, muros, montañas de cadáveres de migrantes, de deudas, de depredadores, de contingentes militares, de guerras abiertas o secretas!"
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