Nazanín Armanian:
- La frustración generada por “no poder hacer nada” ante el poderío del militarismo.
- Los promotores de las guerras, aprendiendo de la experiencia de Irak, las empezaran a vender como “humanitarias” (Libia), “contra el terrorismo”, utilizando el 11-S (Afganistán, Mali), e incluso simplemente las ocultaran como la de Yemen.
- Utilizar a mercenarios alias “contratados” de distintos países en vez de enviar a los soldados propios de la “Mili”. Así, no habrá una “avalancha de féretros” y por ende, protestas de familiares. España suele contratar a los latinoamericanos: Entre el 2007 y el 2016, doce de ellos han muerto vistiendo el uniforme del Ejército Español en las misiones internacionales. Según el periodista Miguel González, en 2012 había 3.591 latinoamericanos en los cuarteles de España. Unos mil euros y los “papeles” previamente retenidos, son toda una tentación para los jóvenes que huyen de la pobreza, también organizada previamente.
- La privatización de los ejércitos y el auge de empresas reclutadoras de lumpen proletariado dispuesto a matar y morir por dinero, como la Contra nicaragüense, Al Qaeda (y sus filiales “Estado Islámico”, “Muyahedines” “Rebeldes” etc.), Blackwater (ahora Xe Services), etc. En Siria, los grupos yihadistas sunnitas y sus facciones defienden los intereses de Turquía, EEUU, Israel, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Qatar; el grupo chiita Fatemiyun es contratado por Irán, y Wagner por Rusia.
- Los grandes medios de comunicación ya censuran las imágenes del sufrimiento de los civiles en las guerras bajo el pretexto de “no herir la sensibilidad de la audiencia”, y en su lugar transmiten vídeos de militares repartiendo caramelos entre los niños, que no abusando de ellos. Han “deshumanizado” a las víctimas, llamándoles “daños colaterales”. Bajo lemas de “apoyar a las tropas”, han amordazado hasta a algunos líderes de izquierda, que llegan a mandar saludos navideños con videoconferencia a unos compatriotas armados hasta los dientes que han se han apoderado de la tierra de otras naciones.
- Presentar la “resistencia” en los países agredidos, como Talibán, “Yihadismo”, etc. impidiendo suscitar simpatía con la nación atacada y la verdadera resistencia.
- El que Rusia y China -considerados por un sector de la izquierda “países enemigos de EEUU” no vetaran la agresión de la OTAN a Libia, o que Rusia participara en la guerra de Siria.
- La confusión existente en los escenarios de guerra, al no saber quién es “el bueno” y quién “el malo”: EEUU arma a los kurdos para que luchen contra Daesh, mientras arma a Daesh para que desmantele al Estado sirio y, de paso, viole a las mujeres kurdas, árabes, turcomanas, etc. ¡Eso sí, después se premiará con un Nobel de la paz a una de ellas por sobrevivir a la violación y esclavitud!
- Existe un sector del progresismo convencido de poder convertir una guerra en una revolución social, poniendo el ejemplo de la Revolución de Octubre del 1917 de Rusia. Algo imposible hoy, teniendo en cuenta el poderío militar devastador de los países imperialistas. Intervenir en una guerra en nombre del progreso es hoy no es una estupidez, sino es una estafa.
- Centrarse
en manifestaciones y denuncias, descuidando un trabajo continuo de
concienciación de los ciudadanos y mostrar los motivos y las
consecuencias de las guerras contra otros seres humanos. Se puede
preguntar qué hace España en Mali, por ejemplo, o en Afganistán y en el Líbano. ¿Cuál es su grado de implicación en la muerte de decenas de miles de sirios y yemeníes?, entre otras preguntas (...)
- Convertir el “No a la guerra, bajo ninguna bandera, ni denominación y concepto” en un principio inamovible, al igual que el “no a la tortura”.
- Relacionar lo local con lo global: recordar a la población que es imposible construir una sociedad justa participando en la matanza de otros pueblos, y cerrar los ojos a los crímenes que se hace a nuestro nombre.
- Señalar que el objetivo de las actuales guerras no es un “cambio de régimen” (podrían hacerlo como antaño con golpes de estado o magnicidios), eliminando a Bin Laden, Asad, Sadam o Gadafi, sino colonizar países estratégicos.
- Dejar de llamar “democrático” al Estado que participa en la matanza de millones de personas “extranjeras”. Martin Luther King acusó al gobierno de los EEUU de ser el “el mayor proveedor de violencia en el mundo“.
- Revelar que con el millón de euros que cuesta un misil Tomahawk se podría evitar la muerte de algunos de los 100.000 niños que hoy se morirán de hambre. Donald Trump, que ha creado un gabinete para nuevas guerras, intenta que sus socios de la OTAN paguen más y pongan más carne de cañón. El gasto militar de EEUU, unos 603.000 millones de dólares en 2018, es equivalente a la suma de las siguientes 14 potencias; ha tenido un aumento de 25.000 millones con respecto al año 2017, tendrá otro de 16.000 millones para el 2019, recortando los fondos para vivienda pública, atención médica y educación, medio ambiente, etc.
- La educación para la paz en el colegio, para que en el futuro nadie sea capaz de manipularles, enviándoles a poner bombas o lanzar misiles para eliminar a otros seres humanos.
- Invitar al movimiento ecologista como parte de esta lucha: cantidad de bombas descargadas sobre Irak desde 1991, y sobre Afganistán desde 1980 hasta ahora, no sólo ha sepultado a cientos de miles de personas, sino ha contaminado la tierra, el agua y el aire, y ha producido daños medioambientales de graves consecuencias para el planeta. Dichos países han sido cementerios de uranio empobrecido y terrenos para probar nuevos artefactos bélicos.
- Trabajar con los inmigrantes, ya que un importante sector ha huido de las guerras y conflictos armados.
- Integrar al poderoso movimiento feminista: las mujeres aquí y allá son de las principales perjudicadas por el militarismo.
- Implicar a organismos mundiales existentes para un cambio positivo basado en la cooperación y la responsabilidad entre los estados.
- Insistir en el consumismo ético: no al petróleo de otras naciones, ni a su coltán, a cualquier precio"
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