“En los países democráticos no se percibe la naturaleza violenta de la economía, mientras que en los países autoritarios lo que no se percibe es la naturaleza económica de la violencia”
Bertolt Brecht

"Hay que aprender de los errores del siglo XX y superarlos. El capitalismo no lo ha hecho. Los socialistas deben hacerlo"
Tariq Ali

"La cuestión no es mercado sí o mercado no, es qué espacio tenemos que concederle al mercado para que tenga efectos positivos y qué espacio tenemos que quitarle para que no tenga efectos negativos"
César Rendueles ("Capitalismo canalla" antídoto para "Los enemigos del comercio" de A. Escohotado)

"Los poderosos siempre han perseguido a los alfabetizadores, a los que paraban las balas con columnas de periódico, a los que hacían escudos con libros cargados de metáforas y razones. También a los que han hecho visibles a los invisibles, a los que enseñan a decir no con una sonrisa y también a los que enseñan desde el monte a recordar que no hay que vivir de rodillas"
J.C. Monedero

Qué son los PsyOps: "Los daños que causan las PsyOps [Operaciones Psicológicas] se reflejan en la aparición de cambios en el plano cognitivo y mental (...) Toda operación militar, y por tanto toda operación psicológica, tiene que contar con una cadena de mando. El análisis detallado de los mensajes a través de Twitter y Facebook ha permitido descubrir «nodos de red», o sea estados mayores implicados en la operación. Estos están entrenados en el uso de métodos de control de las multitudes para crear una situación de contagio entre individuos de diferentes medios y orígenes. De esa manera, los estados mayores logran localizar fácilmente los «repetidores de opinión», o sea los individuos que influyen sobre los demás. Los especialistas pueden entonces optar entre informarlos sobre el proyecto o mantenerlos en la ignorancia de lo que está sucediendo"
Valentin Vasilescu (experto en inteligencia militar)

"Gozamos de tres bienes de valor incalculable. La libertad de conciencia, la libertad de palabra y la prudencia de no usar nunca ninguna de las dos". Mark Twain.


martes, 16 de octubre de 2018

De monstruos en nuestro jardín


El filósofo Santiago Alba:

"Hay algo así como una fuga organizada, colectiva, del silencio, en cuyos abismos tratamos de no caer por todos los medios. ¿De qué está lleno el silencio?

 El silencio está lleno de… palabras. De toda la chatarrería común, de todos los tópicos y toda la hojarasca que nos ha metido el mundo. Pero está lleno también de todas las palabras que no queremos escuchar; de esas palabras socráticas contra las que se levanta, por ejemplo, la así llamada “industria del entretenimiento”, pensada para evitar el silencio y el aburrimiento, para “proletarizar el ocio” e impedir todos los procesos de individuación que tienen que ver con la memoria personal, pero también con la diferencia creativa. La música comienza en el silencio; la polis en el aburrimiento. Una sociedad en la que está prohibido el aburrimiento, matriz de todos los inventos, madre de todos los “vicios”, es una sociedad en peligro de muerte. Más aún si se repara en el hecho de que esos procedimientos materiales de fuga organizada –del turismo a las nuevas tecnologías– erosionan al mismo tiempo la conciencia y el planeta.

Estoy totalmente de acuerdo cuando afirmas: “Lo que me parece mal –está mal– es que nuestras leyes no nos defiendan, nuestras instituciones no nos protejan, y nuestros parlamentarios no nos representen, y que, por este motivo, hayamos desconfiado no de nuestros secuestradores, sino de la política misma”.

En efecto, el problema no son las leyes, a condición de que las hayamos decidido nosotros y sean justas; ni las instituciones, a condición de que sirvan para proteger a los ciudadanos; ni los parlamentos, a condición de que realmente nos representen. El problema, en definitiva, no es la democracia sino su ausencia o deficiencia. Tenemos que tener mucho cuidado a la hora de distinguir las palabras y las cosas; y no confundir a las élites que minan nuestras democracias con la democracia misma. Ese es el camino por el que ha transitado siempre el fascismo, el caudillismo, el autoritarismo. Tenemos que defender la democracia tanto de los “demócratas” como de los antidemócratas.

¿Y la juventud? El pensamiento hegemónico refiere que “ninguna generación ha vivido mejor”. Creo que con toda la razón, contraargumentas que “tampoco ninguna ha tenido menos perspectivas de futuro. Pero no solo eso: quieren ser tratados como mayores de edad, y solo pueden serlo chocando objetivamente contra el mercado. Hay revueltas del pan y revueltas contra las golosinas, y las dos revelan el límite del capitalismo”. 

La idea misma de ciudadanía se asocia, desde la Ilustración, al acceso por parte de la humanidad, según la expresión de Kant, a la “mayoría de edad”. Las dictaduras siempre han tratado políticamente a los ciudadanos –y por eso no son ciudadanos– como a “niños”. Pero también los trata como a niños, desde un punto de vista antropológico, el capitalismo consumista. Nos soborna con mercancías baratas, con gadgets tecnológicos y televisión basura. Los jóvenes de las “revoluciones árabes” se rebelaron contra las dictaduras que los infantilizaban; los del 15M contra la minoría de edad de los mercados: “no somos mercancías”. El año 2011 fue un momento de reivindicación global de ciudadanía por parte de juventudes de diferentes países que vivían situaciones políticas distintas, pero bajo un imaginario común; un momento de reivindicación democrática de ciudadanía revertido trágica y rápidamente. La advertencia, en todo caso, es clara: o se deja a los jóvenes acceder a “la mayoría de edad”, dándoles medios económicos y políticos de participación en la vida pública, o sus revueltas adquirirán formas cada vez más identitarias y violentas.

“ Si no fuese colonialismo, el turismo sería en todo caso mala educación”. No puedo dejar de pensar en que el “Forum de las Culturas de Barcelona” se hizo de espaldas a la Mina, para que los clientes de los hoteles no vieran la miseria y el abandono histórico de este barrio.

En otro de mis libros hablaba del turismo como de una “mirada caníbal”, la expresión más banal, más placentera, más inocente de esa prolongación del aparato digestivo en que hemos convertido la reproducción de la vida en Occidente. Hay motivos ecológicos para comer menos carne; y hay motivos ecológicos, culturales y políticos para viajar menos. Desde un punto de vista material, el planeta no puede permitirse 90 millones de vuelos al año; y no hay que olvidar que, mientras son unos pocos millones de personas las que se desplazan del sur al norte para buscar trabajo o huir de la guerra –y tropiezan con todo tipo de obstáculos– son 1000 millones las que lo hacen del norte al sur, sin que nadie las detenga, para hacerse una fotografía. Este segundo tipo de desplazamiento, destructivo ecológicamente hablando, es difícilmente justificable en términos culturales: la industria del turismo convierte el desplazamiento en lo contrario de un “viaje”; lo contrario –es decir– de una experiencia individual transformadora. Los inmigrantes y refugiados son individuos y viajan; los turistas forman colectivos abstractos protegidos por pasaportes privilegiados y se limitan a consumir experiencias manufacturadas. Estas experiencias manufacturadas, por lo demás, exigen la adaptación de países enteros –con sus economías y gobiernos– a las necesidades de esos colectivos abstractos, con lo que eso implica de recolonización permanente de los recursos y de marginación de las poblaciones. Digamos que la relación con el otro se ha turistizado de tal manera que los occidentales tratamos siempre a los extranjeros más pobres como si fueran inmigrantes o refugiados, y ello tanto en nuestras metrópolis, donde aumentan el racismo y la islamofobia, como en sus países de origen, en los que contemplamos su pobreza como exótica o merecida y su disposición a servirnos como jerárquicamente natural. Nos lo comemos todo: también las imágenes del mundo y los seres humanos que lo pueblan. Vivir antes era un viaje; y lo sigue siendo para los más desgraciados. Para nosotros es una visita guiada; y entre nuestros derechos se encuentra el de ver a alguien muriendo desde la ventanilla.

“El capitalismo ha hecho realidad todas las utopías de la izquierda, pero volteándolas en pesadillas…” Me recuerda las reflexiones de Bifo, devorar lo antagónico para devolverlo en forma de mercancía…

Esa es la primera utopía que el capitalismo hace realidad como distopía: el viejo mito de la cornucopia, el cuerno de la abundancia de los cuentos de hadas, soñado desde hace miles de años por todos los pueblos de la tierra, verificado por fin pero trasladado a una forma –la mercancía– en que esa riqueza que inunda el planeta resulta al mismo tiempo inasible y mal repartida. El capitalismo –insitía Marx– ha producido más y mejor que ningún otro orden económico anterior. El resultado es una pesadilla muy parecida a la de Tántalo en el Hades griego: muerto de sed y sumergido en el agua hasta el cuello sin poder beber. Las mercancías no son “cosas” –pues ni se usan ni mueren– y además están desigualmente distribuidas. Nunca hubo tanta desigualdad entre un señor feudal y su vasallo, ni económica ni cultural, como la que existe hoy entre Bill Gates y un vecino de Móstoles (...) 
 
Se ha producido una subversión de la vieja y clasista memoria estereotípica de la humanidad: “No solo los gitanos, los extranjeros, los pobres, son peligrosos. Cualquiera –tú mismo– puede ser un monstruo. La normalidad misma es monstruosa...”
Antes, en efecto, “los otros” estaban lejos: bárbaros, extraterrestres, extranjeros. Hoy somos nosotros mismos; o viven en nuestro propio edificio. La cultura de la desconfianza cultivada por la soltería mercantil obliga a estar alerta en las cercanías: puedo estar casado con un monstruo que entierra a sus víctimas en mi jardín. La normalidad se ha vuelto sospechosa mientras la lejanía –la de las élites que firman acuerdos secretos en despachos cerrados– nos resulta tranquilizadora. Cualquiera puede ser un monstruo, salvo los que nos gobiernan o nos roban nuestros ahorros (...)

¿Cómo podemos explicar la barbarie en el Mediterráneo? ¿Cómo detener la acumulación de cadáveres en la fosa común? ¿Hay esperanza en un espacio potencial a un lado y otro de “miserias y resistencias compartidas”?

Ocurre que los europeos, sujetos morales normales, están al mismo tiempo interesados en cerrar los ojos. En cada uno de ellos se libra una batalla ininterrumpida entre la moral y el interés. Y entonces llegan los gobiernos y los partidos políticos e inclinan la balanza. ¿Qué hacen? Nos autorizan a anteponer el interés a la moral: es justo, es legítimo, es más “francés” o más “húngaro”. Este proceso de “autorización de la indiferencia” lo hemos vivido en otros periodos de nuestra historia. Por eso yo hablo de un Weimar global en el que la pérdida de credibilidad de la democracia, unida a una severa crisis económica, convierte a los europeos en “refugiados”. Porque son ellos –nosotros– los verdaderos refugiados. Si refugiarse quiere decir –según su etimología– “huir hacia atrás”, no son los sirios o los afganos los que buscan “refugio” sino los gobiernos y los ciudadanos europeos, de vuelta a los años 30 del siglo pasado para construir un enemigo que, mitad dentro mitad al otro lado del mar, fija los límites de los derechos humanos “universales”: “los españoles primero”. En 2011, como decía antes, hubo una posibilidad de democratización común del mediterráneo. Su derrota ha llenado el mediterráneo de cadáveres y Europa de protofascistas.

Para terminar, es elocuente y paradigmático el paralelismo que planteas entre los actuales refugiados y migrantes con la llegada de los “bárbaros”, como paradoja de la decadencia de la civilización occidental.

Sólo un pacto entre los “refugiados” del interior y los “bárbaros” que presionan en nuestras fronteras; sólo un pacto basado en los Derechos Humanos podrá evitar que –como ya está ocurriendo– unos y otros se radicalicen: neofascistas y yihadistas, mezclados ya en los territorios, un poco indiscernibles entre sí, acelerando el proceso de desdemocratización global. Si el capitalismo es, además de un orden económico, una civilización y está en decadencia, el postcapitalismo puede ser aún peor: una generalización de la barbarie –tribal, identitaria, religiosa– en un mundo de “armas nucleares sin fronteras”. Nunca ha sido más necesaria la política como defensa común de la fragilidad compartida (...)
Mi convicción es que, en efecto, el particularismo tribal europeo no sólo ha robado vidas y riquezas sino que nos ha robado un legado universal: la razón con sus límites, la sensibilidad con sus grilletes de flores, el Estado de Derecho, el republicanismo, los Derechos Humanos, el laicismo, el feminismo plural, todos esos milimétricos progresos que, contra el colonialismo, el patriarcado y el capitalismo, ha hecho la Humanidad en su conjunto. Puede que la humanidad la hayan definido hombres blancos ricos y heterosexuales, pero hay que preguntarse si la han definido de tal manera que valga la pena ampliar sus límites a las mujeres, los “negros”, los homosexuales, etc. (como se extendió el derecho al voto a las mujeres y a los más pobres)"

https://www.rebelion.org/noticia.php?id=247340

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