Si bien el análisis marxista de la creciente concentración y acumulación de capital, con el consiguiente menoscabo de la calidad de vida de las clases trabajadoras crisis sistémica mediante, resulta correcto, aún debe explicar cómo es posible que el aumento de cualificación de nuestras clases trabajadoras no haya traído más conciencia colectiva y resistencia, sino menos. Obvio que la atomización y desmantelamiento programado de las fuerzas trabajadoras ha hecho bien su trabajo, con la financiarización de la economía y el control hipertrófico desde la deuda. Pero el marxismo clásico debe reconocer el papel principal de las fuerzas culturales dominantes en ello, a la Weber o la Escuela de Franckfurt. El dominio de nuevas técnicas mediáticas potentísimas para moldear ese conformismo en forma de individualismo consumista y competitivo, desde la radio, prensa y t.v. hasta la inmensa maquinaria de troquelamiento cultural y control del ocio colectivo que es Internet. Para su falsa conciencia Marx sigue precisando del análisis anarquista de Orwell o Chomsky, de la lucha por la hegemonía de Gramsci. Pero es la verdad la que siempre resulta revolucionaria, no las maquinarias electorales de guerra errejonianas, puro marketing, basadas en cultivar más aún el falso sentido común imperante.
"La dinámica capitalista está impulsada por los beneficios que obtienen los inversores de capital, y éstos vienen determinados por la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, definida por Marx y Engels en el volumen 3 de El capital. Esa tendencia a la baja de los beneficios se origina en la estructura misma de la sociedad mercantil basada en la competencia, y es causa de crisis periódicas en la economía e ineficiencias sistémicas del orden social –sobreproducción, estancamiento, recesión, etc., con las consecuencias políticas subsiguientes de guerras civiles e internacionales, fascismos, golpes de Estado, etc.- (...)
Estamos atravesando uno de esos momentos críticos de la dinámica capitalista, como se muestra por la depresión económica del centro imperialista, los movimientos fascistas y xenófobos en todo el mundo y el aumento de la tensión bélica internacional con peligro de guerra atómica.
Marx y Engels explican el beneficio capitalista a partir de la explotación de los trabajadores, mediante el concepto de plusvalía en dos aspectos principales: plusvalía absoluta, el tiempo extra de trabajo que el empleador exige a sus obreros contratados, y se convierte en excedente de producción que una vez vendido se transforma en beneficio; y plusvalía relativa, generada por el aumento de productividad cuando se introduce una innovación tecnológica, lo que da origen a ventajas comparativas y la creación de ganancias extraordinarias que compensan la tendencia descendente de la tasa de ganancia (...)
La plusvalía absoluta está garantizada por la existencia del ejército de reserva, la bolsa de trabajadores parados que venden su fuerza de trabajo en el mercado a cambio de un salario; el exceso de oferta de fuerza de trabajo presiona los salarios a la baja, y hace posible el sometimiento de los trabajadores y la producción de excedente del que se apropia el empresario. El ejército de reserva se crea por la emigración de campesinos desde el campo a la ciudad, lo que en determinados momentos históricos se realiza mediante procedimientos coactivos del Imperio burgués. Este proceso voy a denominarlo proletarización, coincide primero con los procesos de acumulación primitiva de capital y posteriormente con la industrialización, y todavía continúa con fuerza en la sociedad contemporánea; la forma en que se produce varía según la historia política de los diferentes Estados y regiones geográficas.
A finales del siglo XX y comienzo del XXI existen todavía enormes corrientes migratorias desde las zonas rurales hacia las metrópolis industriales en todos los continentes. Sin embargo, un aspecto característico del desarrollo capitalista en el último medio siglo ha sido el enorme crecimiento del sector servicios a costa de los demás sectores productivos, con importantes repercusiones en la composición de la clase obrera y su conciencia colectiva. Ese proceso se denomina terciarización, y se distingue netamente del proceso de proletarización. El desarrollo de los servicios o terciarización de la economía se ha hecho posible por la revolución informática, que ha incrementado la productividad del trabajo, automatizando y robotizando la producción industrial. Esto significa que la dinámica de crecimiento capitalista tras las crisis de la primera mitad del siglo XX se ha mantenido fundamentalmente gracias a la plusvalía relativa, generada en el sistema por las innovaciones tecnológicas recientes fundadas en la computación y la inteligencia artificial. Puede observarse también que una vez completada esa revolución tecnológica el sistema ha vuelto a entrar en crisis.
Esa evolución de los sectores productivos imprime características especiales a las relaciones sociales, de modo que nos exige interpretar la estructura social desde esa perspectiva (...)
La fase de terciarización consiste en el trasvase de fuerza de trabajo desde el sector industrial o secundario al terciario de los servicios –educación, sanidad, administración, finanzas y comercio, funcionarios públicos, etc.-. Este proceso se caracteriza al mismo tiempo por la educación básica universal y el acceso masivo de la población a los estudios superiores, por lo que también puede entenderse como la cualificación de la fuerza de trabajo.
La vinculación entre terciarización de la economía y cualificación de los trabajadores no parece necesaria, pero en la práctica se produce una cierta correlación entre ambas, por cuanto los trabajos del sector servicios están dirigidos a mejorar las relaciones sociales y aumentar la calidad de vida, y requieren por eso mejores aptitudes intelectuales. Esa evolución consiste la sustitución del trabajador de mono azul por el empleado de bata blanca –por emplear una imagen descriptiva-. La cualificación del trabajo puede entenderse como desarrollo humano, y habría de medirse por los años de estudio de los trabajadores y la aplicación de sus conocimientos en la producción. Del mismo modo en la ciencia social y económica habría de sustituirse el PIB (Producto Interior Bruto) como indicador del crecimiento económico en función de la producción medida en términos monetarios, por el IDH (Índice de Desarrollo Humano) como indicador de las mejoras educativas y la salud de la población (...)
De ese modo, actividades que permanecían fuera de la organización capitalista de la producción han pasado a realizarse cada vez más como tareas laborales –trabajo doméstico, cuidado de personas dependientes, enfermos, ancianos y niños, salud, educación, etc.-, tareas definidas en la estructura económica regulada por la normativa social. Esto es, el trabajo de servicios, realizado de forma equivalente a la producción artesanal en el pasado, ha pasado a realizarse bajo criterios establecidos científicamente como producción social organizada sistemáticamente. Terciarización y cualificación de la fuerza de trabajo son procesos paralelos y complementarios. Añadir finalmente que la terciarización de la economía ha creado un ejército de reserva completamente nuevo de trabajadores con alta cualificación que no obtienen empleo, y que presionan a la baja el valor de la fuerza de trabajo expresado en el salario, a través de la competencia en el mercado de trabajo"
http://rebelion.org/noticia.php?id=242153
James Petras:
"Las condiciones de vida de los estadounidenses se han deteriorado a toda velocidad. Las empresas han dejado de cotizar las pensiones y han reducido o eliminado la cobertura sanitaria de sus trabajadores, y han visto rebajados sus impuestos de sociedades, lo que redunda en una merma de la calidad de la educación pública.
En los últimos veinte años, los salarios que perciben la mayor parte de los hogares se han estancado o reducido; los gastos en sanidad y educación han arruinado a muchos, y han convertido a los graduados universitarios en esclavos de sus deudas a largo plazo.
En EE.UU., el acceso a la propiedad de la vivienda para menores de 45 años ha disminuido del 24% en 2006 al 14% en 2017. Al mismo tiempo, los alquileres se han disparado, especialmente en las grandes ciudades de todo el país, y en la mayoría de los casos absorben entre un tercio y la mitad de los ingresos mensuales.
Las élites empresariales y sus expertos inmobiliarios desvían la atención hacia las desigualdades “intergeneracionales” entre pensionistas y jóvenes empleados asalariados, en lugar de reconocer el aumento de la desigualdad entre altos ejecutivos y trabajadores y pensionistas, cuyos ingresos han pasado de 100 a 1 a 400 a 1 en las tres últimas décadas.
También han aumentado las diferencias en la tasa de mortalidad entre la élite empresarial y los trabajadores, pues los ricos cada vez viven más años sin perder la salud mientras los trabajadores sufren un descenso en la esperanza de vida ¡por primera vez en la historia de Estados Unidos! Gracias a los ingresos procedentes de beneficios, dividendos, aumento del interés, etc., los ricos pueden pagar el elevado coste de la medicina privada y prolongar su vida, mientras a millones de trabajadores se les recetan opioides para “reducir el dolor” y precipitarles una muerte prematura.
Los nacimientos han descendido como consecuencia de la carestía de la sanidad y de la carencia de guarderías y bajas por maternidad o paternidad remuneradas. Los últimos estudios han revelado que 2017 tuvo el menor número de nacimientos en 30 años. La supuesta “recuperación de la economía” posterior al derrumbe financiero de 2008-2009 ha tenido un sesgo de clase: las élites empresariales e inmobiliarias recibieron un rescate superior a los 2 billones de dólares mientras más de 3 millones de hogares de clase trabajadora eran desahuciados y desalojados de sus viviendas por los financieros que habían adquirido sus hipotecas. El resultado: un aumento acelerado de personas sin hogar, especialmente en las ciudades con mayores índices de recuperación de la crisis"
http://rebelion.org/noticia.php?id=242116
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