Daniel Bernabé:
Algunos ciudadanos, huérfanos de voz y de contexto, les compran el discurso. Odiar a fondos de inversión y bancos centrales es emocionalmente complicado. Visualizar al moro integrista o al salvaje africano es mucho más fácil. Podemos hablar ahora de postverdad y cargar contra los angry white men. Lo cierto es que los últimos cuarenta años de neoliberalismo han engendrado esto premeditadamente: cuando no tienes identidad de clase pero tu vida se sigue rigiendo por las intemperies de lo asalariado, te echas en brazos de quien te recuerda, de quien te pone cara, de quien te proporciona un papel, por muy mezquino, miserable y grotesco que resulte.
Mientras, un tiparraco que parece salido de los postres de una comida de promotores inmobiliarios y proxenetas, dice que va a censar a los gitanos. Se llama Salvini, es el ministro de Interior italiano. Maneja presupuesto, tiene autoridad, dispone de un cuerpo de miles de hombres armados y uniformados que acatan sus órdenes.
De momento los seres humanos podemos seguir con nuestro ciclo reproductivo, por lo demás la ficción cinematográfica del inicio ha quedado ensombrecida por nuestro presente.
La prensa liberal, alguna con cierta decencia humanitaria, otra olvidando por completo sus valores cristianos, juega al despiste, al cortoplacismo electoral o a lo sumo al análisis de las malas decisiones. Parece cierto que hay votos, simpatías y salidas desesperadas que resultan letales para los derechos humanos. Parece obvio que hay una cohorte de advenedizos que están revolucionando sus países contra la UE, no desde lo popular sino desde lo sectario. Lo cual no implica que reducir la enfermedad a los síntomas sea un análisis acertado, a lo sumo apropiado para quien tiene pecados que esconder. Este no es el resultado de una serie de catastróficas desdichas, de una jugada adversa con los dados. Es lo que pasa cuando la política se reduce a la función de bedel en el casino global"
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