La UE se queda atrás en la ciberguerra, más incluso que de los rusos en manos de Israel, pero al menos se plantea importar de ellos sus técnicas brutales de interrogatorio.
"En el libro, los periodistas responden a estos interrogantes: “por qué se asiste a una generalización de las fugas masivas desde hace 10 años. ¿Cómo son los entretelones de estas manipulaciones?. ¿Quién maniobra y, sobre todo, a quiénes benefician?”. Lo primero que constatan los autores es que, al principio, “los espías se vieron sobrepasados por el fenómeno, pero hoy van hasta encargar el robo de datos”. Gracias a esos leaks, los “Estados y los intereses privados pueden llevar a cabo “ataques nucleares de información instantáneos con un arma que no cuesta gran cosa”, explica Pierre Gastineau. Un ejemplo imperdible es el pirateo mortal de los mails del equipo de campaña de la ex candidata demócrata Hillary Clinton. Según los dos periodistas, los rusos se convencieron de que los Panamá Papers eran “la obra” de la administración Obama. Ello “generó una paranoia en el seno del aparato del Estado ruso y Moscú decidió hacer lo mismo” (...) La guerra de la información empezó a ocupar un lugar preponderante en la doctrina rusa a partir de 2010 y se acelera entre 2012 y 2013. Otro aspecto importante es el hecho de que mientras la mayoría de los países reducía sus presupuestos de espionaje e información al final de la Guerra Fría, Rusia mantuvo intacto el suyo”. En el libro aparece justamente el testimonio de un espía ruso que confiesa que en la academia donde se capacitan los agentes, “las técnicas de manipulación e influencia constituyen los cursos a los cuales se les da más valor”.
El resto lo hizo la misma actualidad y, en ella, dos símbolos: el ex soldado Bradley Manning y el ex consultor de la Agencia de Seguridad norteamericana (NSA), Edward Snowden. Cuando Moscú vio el daño que los leaks le habían hecho al imperio “entendió rápidamente que disponía de un arma de un altísimo grado de desestabilización”. Pero los rusos, desde luego, no son los únicos actores de estas guerrillas digitales. Otro ejemplo reciente es la ruptura de las relaciones diplomáticas entre los países del Golfo Pérsico y Qatar a raíz de unas declaraciones del emir de Qatar a través de la agencia oficial qatarí. Según esa fuente, el emir dijo que Irán era un “socio” honorable y que el movimiento palestino Hamas era el “único representante de la Autoridad Palestina”. Sólo que nada de ello fue verdad. La declaración “fue introducida por un hacker en el hilo de la agencia oficial”, cuenta Vasset. Pero… ¿quién y por que la introdujo?. Aquí la razón: “hoy sabemos que fueron los Emiratos Árabes Unidos quienes contrataron y pagaron a los piratas que introdujeron la falsa información. Y lo hicieron para vengarse del hackeo del email de su Embajador en Washington, del cual responsabilizaron a Qatar”.
Esto lleva a los autores de Armas de Desestabilización masiva a corroborar que se trata ahora “de una nueva guerra clandestina donde un Estado o una empresa pueden ser puestos de rodillas sin que el golpe se vea venir. Es una suerte de Guerra Fría en donde los conflictos entre las grandes potencias se desarrollan en el ciberespacio a través de actores como los hackers, los cuales, a su vez, se ven atrapados en lógicas que los sobrepasan y cuyos objetivos sirven para el arreglo de cuentas entre Estados, empresas y otros actores poderosos” (...) En esta rueda digital de la fortuna o el infortunio, Rusia no es, desde luego, el único demonio que hace tambalear el sistema. Ni muchos menos. Cuando se interroga a Vasset y Gastineau acerca de los amos del trabajo clandestino, la respuesta es contundente: India e Israel. Philippe Vasset resume su investigación: “Israel y la India optaron por desarrollar plataformas informáticas muy ofensivas y, por consiguiente, capacitar a hackers para luego integrarlos a sus servicios secretos. Pero en vez de retenerlos, los dejaron que fueran a otras partes a vender sus técnicas…sin perder jamás la relación con ellos para que no actúen contra su propio país. Rusos y ucranianos son también muy activos. Sin embargo, si se mira más de cerca, mucho se reduce a India e Israel. Los hackers suelen ser ex miembros de los servicios del inteligencia que crearon empresas privadas, start-up, con ayudas del Estado, el cual, a su vez, es el primer cliente de las empresas de ciberinformación. El Mossad acaba de crear Liberad, un fondo especial consagrado a esas empresas”. Otras dos constantes aparecen también en esta mega investigación. La primera de ellas es que, ante las fugas y sus consecuencias, los europeos y los norteamericanos se quedaron “desnudos”, congelados en una suerte de “estrategia defensiva. Invirtieron enormemente en complejos aparatos para tratar de frenar las fugas de información en vez de servirse de ellas”. La segunda evidencia radica en que los intereses de los Estados y las empresas, o sea, las ciberguerras cruzadas, empezaron a ser defendidas o montadas con los instrumentos que antaño empleaban los activistas de la sociedad civil: “en apenas una década, esas técnicas de los activistas se volvieron las técnicas de los poderosos, alega Vasset (...)
El Consorcio internacional de periodistas de investigación, (ICIJ), jamás reveló la fuente de los Panamá Papers o los 13 millones de documentos correspondientes a los Paradise Papers. Por ello, Pierre Gastineau y Philippe Vasset admiten que “los periodistas no siempre fueron lo suficientemente atentos a las motivaciones de las fugas masivas que ellos mismos contribuyeron a difundir. Con lo cual, a veces se hicieron cómplices de operaciones cuyos intereses estaban mucho más allá de las informaciones que se publicaban”. En este mar de guerras asimétricas, espías, hackers, mentiras robotizadas y espionaje masivo, los dos periodistas franceses sólo tienen una recomendación destinada a la sociedad civil o a los grandes poderes: “verifiquen sus conexiones en la red y cambien sus contraseñas: bienvenidos al mundo de las cibertrincheras”. "
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