El imperio del mal se desmorona. Impagables los semblantes hasta ayer soberbios de Barberá, Aguirre o Cospedal. Estrella de la muerte de desguace.
Lo del pucherazo contra sí misma de Cospedal, maravilloso.
El Twitter inteligente arde de placer: el instante que compensa años de fatigas.
Que gobiernen las listas más votadas, arguye Rajoy.
Han ganado. Por eso solo les queda la súplica estéril y tan irreal como el país que venden, figurada y literalmente.
Por supuesto, señor presidente: dejemos que los seis millones de votos a la corrupción, el autoritarismo de pandereta y cortijo, el cinismo grueso y la asfixia social, sigan decidiendo por los restantes treinta y tantos millones. Ahora nos toca al resto devolverles graciosamente el regalo, cómo no.
Se sigue de suyo, como que España es un país donde hay muchos españoles, que filosofaba el propio Rajoy.
Obviamente ya anuncian las próximas cruzadas de los medios afines para vociferar contra la extrema izquierda de Colau o Carmena.
Pero España empieza a demostrar ser mucho más que esos seis millones de votantes del círculo dantesco más profundo.
Podemos ha ganado allí donde ha hecho unidad, y se ha quedado de bisagra crítica del PSOE allí donde ha ido sola con su marca impoluta y mirífica. Es que el discurso neoliberal de las marcas se resquebraja.
Empezando por la marca España, la que nos inflige el país en las entrañas a las órdenes de la Troika y el capital financiero.
Se equivocaba Pablo Iglesias cuando argumentaba que lo que el sistema quería enfrente era precisamente las sopas de siglas que él rehusaba.
Bastaban con un epíteto unificador como En Comú o un Ahora y buenos candidato/as para demostrar su falsedad.
En Madrid podrían haberse hecho con la Comunidad junto al PSOE de haberse presentado conjuntamente Podemos-IU.
La advertencia de García Montero sobre la importancia de su 5% y la posición de Alberto Garzón frente a Lara respecto a las confluencias han resultado ampliamente validadas por la realidad electoral.
Aún esperanzado con una alianza Iglesias-Garzón cara a las generales que podría resultar decisiva. No dirán que no lo decíamos por aquí: más que nada porque lo argumentaba gente sólida como el propio Garzón o Manuel Monereo.
Las bolsas caen. Pero porque miran angustiadas donde realmente se juega en primer plano lo esencial ahora mismo: Grecia.
A España le queda todavía un trecho para ponerse al frente contra la Troika. Aún no estamos a la altura griega, porque no hemos alcanzado su miseria y latrocinio.
Pero estamos en ello. Al fin en ambos sentidos.
El gobierno de unidad popular factible en las generales para echar a la derecha depredadora parece que va a comandarlo/refrenarlo el PSOE si Podemos, IU y otras siglas no lo evitan fraguando la unidad. Aún quedan meses para darle la vuelta a esa tortilla, pero la lección impartida por estas elecciones históricas debe aprenderse con cierta celeridad.
¿Querrán, o se conformarán con el tercer puesto?
El tancredismo de Rajoy ayudará, ya que no piensa mover un pelo hasta noviembre o más.
Pocos días desde el 15-M ha habido para congraciarse, siquiera parcialmente, con este país. Disfrútenlo.
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