Eric Toussaint:
"La religión de los mercados
Casi todos los dirigentes políticos, ya sean de la izquierda tradicional o de la derecha, ya sean del Sur o del Norte, cultivan un verdadero culto a los mercados y, en particular, al mercado financiero. Habría que decir, más bien, que fabrican una religión de los mercados. Todos los días y en todos los hogares que tengan televisión o una conexión internet se escucha una misa para honorar al dios Mercado: es el momento en que se informa de la evolución de la cotización en la Bolsa y las expectativas de los mercados financieros. El dios Mercado envía sus señales mediante la voz de un o una periodista de economía, o de un o una cronista sobre finanzas. Y no solamente es cierto para todos los países más industrializados sino también para la mayor parte del planeta. Ya sea que estemos en Shanghái o en Dakar, en Río de Janeiro o en Johannesburgo, en Bruselas o en Atenas, recibiremos las «señales enviadas por los mercados». Para amplificar, en el espíritu de los creyentes, la potencia de los dioses de los Mercados, los y las comentaristas anuncian periódicamente que «ellos» han enviado señales a los gobiernos indicando su satisfacción o su descontento.
Los lugares en los que los dioses son susceptibles de manifestar sus humores con mayor potencia son Wall Street en Nueva York, la City de Londres, las Bolsas de París, Fráncfort o Tokio. Para medir su descontento se han inventado instrumentos que llamamos índice Dow Jones en Nueva York, Nikkei en Tokio, CAC40 en Francia, Ibex35 en Madrid… Para asegurarse del beneplácito de los dioses, los gobiernos sacrifican los sistemas de seguridad en el altar de la Bolsa. También privatizan. Y también vigilan que el reparto del valor añadido se haga siempre a favor del capital en detrimento del trabajo.
¿Por qué se les ha otorgado atributos religiosos a simples operadores? Ni son desconocidos ni puros espíritus. Tienen un nombre y una dirección: son los principales directivos de doscientas grandes transnacionales que dominan la economía mundial con la ayuda del G7 , que ha vuelto, gracias a la crisis, al primer plano. Los inversores institucionales (grandes bancos, fondos de pensiones, aseguradoras, hedgefunds, etc.) que dominan los mercados recibieron de los gobiernos billones de dólares bajo forma de donaciones o préstamos que sirvieron para ponerlos nuevamente en marcha después de la debacle de 2007-2008.
Es necesario luchar contra el fundamentalismo y el radicalismo de los mercados financieros. Hay que desarmarlos. Se debe romper con el sistema capitalista sobre el que se erigió la religión de los mercados.
En realidad, creo que la situación es más compleja: la Fed sabe perfectamente que la salud de los bancos es mala y es en parte falso que ignore las señales que envían. Por el contrario, le debemos reprochar que se rindiera ante las exigencias de los mercados y exigirle cambios radicales concernientes a la política, las misiones y la estructura misma de los bancos centrales.
La Fed sabe muy bien que la riqueza de los directivos y de los accionistas de los grandes bancos privados va en aumento mientras que prosiguen y amplifican, día tras día, sus prácticas inaceptables. Y esas prácticas conducirán a una próxima y feroz crisis. La Fed sabe también que la economía estadounidense va mal a pesar de las fanfarronadas de Trump, y a pesar de un porcentaje de desocupación históricamente bajo. Esa tasa de desempleo es falsamente tranquilizadora y, de hecho, es engañosa ya que los patrones apoyados por los sucesivos gobiernos han obligado a los trabajadores y trabajadoras a aceptar contratos cada vez más precarios y mal pagados. Además, millones de desempleados han renunciado a hacer las gestiones oficiales para ser indemnizados (cobrar subsidio de desempleo) y así desaparecen de las listas de desempleados. La Fed sabe muy bien que la supuesta buena salud de la economía estadounidense reposa sobre una montaña de deudas privadas y públicas que sirve esencialmente a la especulación, y que llevará tarde o temprano a una nueva crisis mayor. A ello agreguemos que el crecimiento de la producción del sector industrial en Estados Unidos es muy bajo en 2019, pudiendo llegar a la estagnación, o francamente a la recesión en 2020. Además las inversiones en el sector industrial han bajado en los dos últimos trimestres.Las exportaciones de productos manufacturados descienden.
La Fed sabe que si aumentara los tipos de interés y si no se inyectara constantemente liquidez, algunas grandes empresas (incluidos los bancos) quebrarían. La Fed sabe que, si se preocupara realmente de la prevención de los riesgos bancarios y por ello pidiera a los bancos aumentar sus fondos propios y la liquidez que deberían guardar en tesorería, se produciría una «sublevación», entrarían en pánico y llamarían a Trump. Por consiguiente, la Fed se pliega a las exigencias de los mercados sin entusiasmo pero dócilmente. En este caso, las exigencias de los mercados son claramente lo que exigen una quincena de grandes bancos privados de Estados Unidos (de los que cuatro poseen 377.000 millones de dólares en reservas líquidas y son: JPMorgan Chase, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo) y los grandes fondos de inversión como BlackRock, por ejemplo.
Lo que es seguro es que la situación del sector financiero privado en Estados Unidos (y en todo el mundo) es muy inquietante, pues de lo contrario ¿por qué la Fed inyectaría liquidez en forma permanente desde el 17 de septiembre?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario