Lidia Falcón:
"Durante ese periodo interminable entre convocatorias electorales este Presidente oportunista que tenemos, que está haciendo siempre cálculos sobre los rendimientos de sus estrategias, creyó que las nuevas elecciones le darían una ventaja apreciable de escaños respecto a los que ya tenía. Con este horizonte se las prometió muy felices: subiría hasta 150 escaños –lo que le vaticinó su amigo José Félix Tezanos del CIS- , hundiría a Unidas Podemos y le restaría poder de presión, acabaría con Ciudadanos (única predicción que se ha cumplido) y mantendría en la irrelevancia a VOX.
Pero las voluntades de los ciudadanos a veces no se cumplen como desean sus dirigentes y ante el evidente fracaso de los resultados electorales, con la pérdida de 750.000 votos, y la debilidad de UP, que tampoco le sirve para formar gobierno, avalan la hipótesis de que Sánchez no quiere verse abocado a rendir cuentas ante su partido y ante la ciudadanía de la estrategia que ha seguido durante el verano y que ha logrado resultados negativos y preocupantes.
Sin embargo, los efectos colaterales de esta estúpida estrategia son que la nueva consulta ha permitido que la extrema derecha sume un millón de votos más y se sitúe en el Parlamento con 52 diputados, resultado impensable hace unos meses cuando habían obtenido 24; que Ciudadanos, que podía haber sido un apoyo decisivo a un gobierno liderado por el PSOE, con sus 56 escaños, se haya convertido en una fuerza marginal con sus 10 modestos diputados; que Esquerra Republicana de Cataluña, dicen que la formación política más moderada del independentismo, haya perdido 2 diputados y que los fanáticos de JxC los hayan ganado a su vez.
Evidentemente el negocio que pensaba realizar Sánchez no se ha cumplido. Y en cambio Unidas Podemos, y a pesar de la pérdida de 600.000 votos y 7 escaños parece la ganadora (...)
Leyendo el acuerdo, dos páginas con 10 puntos tan escuetos como el Decálogo judío, es poco seguro que se cumpla el programa de Iglesias y sus exigencias de un giro radical a la izquierda que ha manifestado durante años en las campañas electorales. Las expresiones de los propósitos que se plantean cumplir son genéricas y tan abstractas que algunas pueden ser perfectamente compartidas por la derecha, como la 1ª que dice: “Consolidar el crecimiento y la creación de empleo. Combatir la precariedad del mercado laboral y garantizar trabajo digno, estable y de calidad.” ¿Y qué formación política no promete lo mismo? Lo que resulta un misterio es cómo se proponen llevar a cabo tan ambiciosos propósitos.
La 2ª: “Trabajar por la regeneración y luchar contra la corrupción” que está en el programa de todos los partidos políticos. Y todas las demás: “Proteger los servicios públicos, especialmente la educación -incluyendo el impulso a las escuelas infantiles de cero a tres años-, la sanidad pública y la atención a la dependencia. Blindaje de las pensiones de nuestros mayores: asegurar la sostenibilidad del sistema público de pensiones y su revalorización conforme al coste de la vida. La vivienda como derecho y no como mera mercancía. Apostar por la ciencia como motor de innovación económica y dignificar las condiciones de trabajo del sector. Recuperar talento emigrado. Controlar la extensión de las casas de apuestas.” hasta la extrema derecha lo promete (...)
Y, pregunto, ¿este es el programa por el que se ha batido el líder de Podemos durante más de un año? Más aún, ¿este el programa por el que ha luchado la izquierda durante décadas, con tantos sufrimientos?
Resulta enormemente indignante que Pablo Iglesias envíe ahora un mensaje a su militancia advirtiéndoles que no podrá llevar a cabo las transformaciones que pretenden porque las condiciones en las que se encuentra su formación no lo van a permitir. Es decir, que la debilidad de sus 35 escaños le impide exigir al PSOE giros a la izquierda decisivos. Pero estas condiciones ya eran evidentes antes de elecciones, incluso un poco mejores, y sin embargo se empecinó en exigir su participación en el gobierno, que Sánchez detestaba, hasta que se rompió la cuerda. Y para arrastrar a su partido a nuevas elecciones no tenía ni siquiera la esperanza que abrigó Sánchez de aumentar su influencia, porque nadie era tan iluso que lo supusiera.
En definitiva, UP se encuentra nuevamente en el dilema de escoger entre apoyar la investidura del PSOE sin entrar en el gobierno, como tantas le pedimos, en lo que ya se ha denominado un “pacto a la portuguesa”, en la que su postura de oposición le permitiría seguir defendiendo un programa de izquierda y criticar aquello que Sánchez no aceptara, o, como parece que va a hacer, entrar en el Consejo de Ministros con dos o tres ministerios. Para hacer la política del PSOE.
Porque o se es muy ingenuo o se puede entender claramente que en un gobierno con 18 o 20 carteras, la presencia de las tres provenientes de UP únicamente tendrán posibilidad de protestar en las reuniones cuando las decisiones que allí se tomen no correspondan ni a su ideario ni a sus esperanzas. Y después salir a denunciar públicamente los incumplimientos de Sánchez. ¿Y eso es lo que queremos desde Unidas Podemos? ¿Participar en un gobierno donde no tengamos influencia, se nos ningunee o desprecie y se provoquen continuos conflictos?
Porque afirme lo que quiera Iglesias, como en tiempos pasados en España, o en Francia y en Alemania donde la izquierda se ha plegado a gobernar con la derecha, el resultado de esas alianzas ha sido que el partido dominante se ha atribuido los éxitos en materias sociales y ha acabado por hundir a la izquierda"
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