John Bellamy Foster:
"Casi al terminar las dos primeras décadas del siglo XXI, es evidente que el capitalismo ha fracasado como sistema social. Hoy el mundo está inmerso en el estancamiento económico, la financiarización, el desempleo masivo, el subempleo, la precariedad, la pobreza, el hambre, y la desigualdad más extrema de la historia. Desde el punto de vista ecológico vivimos una planeta amenazado por una “espiral de muerte”.
La revolución digital, el mayor avance tecnológico de nuestro tiempo, que en sus inicios fue una promesa de comunicación libre se ha transformado en un poderoso medio de vigilancia y control de la población. Las instituciones de la democracia liberal están a punto de colapsar, mientras que el fascismo, la retaguardia del sistema capitalista, está de nuevo en marcha, junto con el patriarcado, el racismo, el imperialismo y la guerra (...)
Las indicaciones de este fracaso están en todas partes.
Los llamados mercados libres están obstruyendo la inversión productiva y la especulación financiera trae consigo burbujas que explotan inevitablemente.
Una creciente desigualdad en los ingresos y la concentración de la riqueza ha degradado de las condiciones materiales de la gran mayoría. (Los salarios reales para los trabajadores en los Estados Unidos apenas se han movido en cuarenta años, a pesar del aumento constante de la productividad).
La intensidad del trabajo ha aumentado, mientras que la seguridad en las faenas son sistemáticamente eliminadas. Los datos de desempleo ya no tienen sentido debido al subempleo institucionalizado. Los sindicatos son meras sombras del pasado. El capitalismo ha conseguido un control arbitrario de los lugares de trabajo. Con la desaparición de las sociedades de tipo soviético, la socialdemocracia en Europa ha fenecido en manos de la ideología del “libre mercado”.
La plusvalía obtenida por las corporaciones multinacionales – en las regiones más pobres del mundo – está produciendo una acumulación de riqueza financiera sin precedentes en el centro de la economía mundial y una extendida pobreza en el mundo de la periferia. (Alrededor de 21 billones de dólares de fondos offshore se esconden en paraísos fiscales (principalmente en el Caribe) creando “un refugio fortificado de las grandes finanzas”) (...)
En todas las regiones del mundo, la desigualdad ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. La brecha en el ingreso per cápita, entre las naciones más ricas y las más pobres, crece apresuradamente. El 60 por ciento de la población empleada del mundo, unos dos mil millones de personas, trabajan en un sector informal empobrecido, formando un enorme proletariado global. El ejército de reserva del trabajo es un 70 por ciento más grande que el ejército de trabajadores formalmente empleados.
La asistencia sanitaria, la vivienda, la educación, el agua y el aire limpio están fuera del alcance de grandes sectores de la población. En los países ricos de América del Norte y de Europa el transporte se ha vuelto insostenible, con niveles irracionalmente altos de dependencia del automóvil y con una pasmosa falta de inversión en el transporte público.
Las estructuras urbanas se caracterizan por la gentrificación y la segregación; en las ciudades se construye para favorecer a la población acomodada, mientras se margina a amplios sectores ciudadanos. Alrededor de medio millón de personas (la mayoría de ellos niños) no tienen hogar en los Estados Unidos. Nueva York está experimentando una gran infestación de ratas, atribuida al calentamiento global, lo que refleja otras de las tendencias que afectan a todo el mundo.
En los países de altos ingresos, la esperanza de vida está en pleno declive; hay un resurgimiento de las enfermedades – de la época victoriana – que esta directamente relacionada con la pobreza y la explotación. En Gran Bretaña, la escarlatina, la tos ferina, la tuberculosis y el escorbuto han vuelto emerger después de haber desaparecido por décadas. La llamada enfermedad pulmonar negra ha vuelto con fuerza en las minas de carbón en todo el norte rico.
El uso excesivo de antibióticos, utilizados por la industria pecuaria y agrícola, está provocando una peligrosa resistencia a los antibióticos. Para mediados de siglo las muertes por la aparición de las súper-bacterias podrían superar las muertes anuales por cáncer, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a declarar una “una emergencia sanitaria mundial”. Definitivamente, esta espiral destructiva de la vida es el resultado del funcionamiento de un sistema fracasado. (Frederick Engels lo llamó “asesinato social”, en su libro La Formación de la Clase Obrera en Inglaterra).
A instancias de corporaciones gigantes, fundaciones filantro-capitalistas y gobiernos neoliberales, la educación pública se está reestructurando con la implementación de la Inteligencia Artificial. Este mecanismo está generando bases de datos entre la población estudiantil, para comercializarlos y venderlos al mejor postor. La privatización de la educación está pensada para alimentar la sumisión al mercado. En la practica estamos viviendo la burda filosofía utilitaria dramatizada en la novela “Los tiempos difíciles” de Charles Dickens"
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