John Pilger:
"En los últimos 18 meses, la mayor concentración de tropas desde la
Segunda Guerra Mundial –comandada por Estados Unidos– se está
desplegando a lo largo de la frontera occidental rusa. Desde la invasión
de la Unión Soviética por los ejércitos de Hitler, ninguna fuerza
militar extranjera ha montado semejante amenaza demostrable contra
Rusia.
Ucrania –una vez integrante de la Unión Soviética– se ha
convertido en un parque temático de la CIA. Después de haber orquestado
un golpe de Estado en Kiev, Washington controla de hecho a un régimen
que está al lado de Rusia y es hostil a ella. Un régimen literalmente
plagado de nazis. Las figuras parlamentarias prominentes de Ucrania son
descendientes políticos de los conocidos grupos fascistas OUN
[Organización de Nacionalistas Ucranianos] y UPA [Ejército Insurgente
Ucraniano]. Elogian públicamente a Hitler y llaman a la persecución y
expulsión de la minoría rusohablante.
Esta noticia casi no existe en Occidente, o es tergiversada para quitarle la carga de verdad.
En
Letonia y Estonia –países vecinos de Rusia– el poder militar de Estados
Unidos está desplegando fuerzas de combate, tanques y armamento pesado.
Esta provocación extrema de la que es objeto la segunda potencia
nuclear del globo es recibida en Occidente sin que se haga oír una sola
voz.
Lo que constituye una perspectiva de guerra nuclear todavía más peligrosa es una campaña paralela contra China.
Casi
no pasa un día en el que no se coloque a China en el estatus de
“amenaza”. Según el almirante Harry Harris, comandante estadounidense de
la zona Pacífico, China está “levantando un gran muro de arena en el
mar de China Meridional”. Se refiere a la construcción de pistas de
aterrizaje en las islas Spratly, que son objeto de disputa con
Filipinas, una disputa que pasó desapercibida hasta que Washington
presionó y sobornó al gobierno de Manila, y el Pentágono lanzó una
campaña propagandista llamada “libertad de navegación”.
¿Qué
significa esto en realidad? Significa que los barcos de guerra
estadounidenses tengan libertad para patrullar y dominar el litoral
marítimo chino. Trate usted de imaginar cuál sería la reacción de
Estados Unidos si buques de guerra chinos hiciesen lo mismo frente a las
costas de California.
Yo rodé una película llamada The War You Don’t See
(La guerra que usted no ve) en la que entrevisté a distinguidos
periodistas de EEUU y Gran Bretaña: reporteros como Dan Rather, de CBS;
Rageh Omar, de la BBC; o David Rose, de The Observer. Todos ellos
dijeron que si los periodistas y presentadores de radio y TV hubiesen
hecho su trabajo y cuestionado la propaganda que sostenía que Sadam
Hussein poseía armas de destrucción masiva; si los periodistas no
hubiesen amplificado las mentiras de George W. Bush y Tony Blair y no se
hubieran hecho eco de ellas, la invasión de Iraq en 2003 posiblemente
no habría ocurrido, y cientos de miles de hombres, mujeres y niños hoy
estarían vivos.
En principio, la propaganda que está preparando
el terreno para una guerra contra Rusia y/o China no es muy diferente.
Que yo sepa, ningún periodista de los medios de “la corriente dominante”
occidental –un equivalente a Dan Rather, digamos– pregunta por qué
China está construyendo aeródromos en el mar de China Meridional.
La
respuesta saltaría a la vista. Estados Unidos está rodeando a China con
una red de bases militares, misiles balísticos, unidades de combate,
aviones de bombardeo que transportan bombas nucleares. Este mortífero
arco, que comprende Australia, las islas del Pacífico, las Marianas y
Guam, Filipinas, Thailandia, Okinawa, Corea del Sur y, ya en Eurasia,
también Afganistán e India. Estados Unidos ha puesto un dogal en el
cuello de China. Pero esto no es noticia. Silencio mediático; guerra
mediática (...)
En el circo conocido como la campaña presidencial
estadounidense, Donald Trump aparece como un loco, un fascista.
Ciertamente, es detestable, pero también es alguien que odia a los
medios. Esto solo ya despertaría nuestro escepticismo.
Los puntos
de vista de Trump sobre la inmigración son grotescos, pero no mucho más
que los de David Cameron. Trump no es el Gran Deportador de Estados
Unidos; sí lo es el ganador del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama.
Según un gran comentarista liberal, Trump está “desencadenando las fuerzas oscuras de la violencia” de Estados Unidos.
¿Desencadenándolas?
Este es el país donde los bebés le disparan a su madre y la policía
está empeñada en una guerra asesina contra los estadounidenses negros.
Este es el país que ha atacado y tratado de derribar a más de 50
gobiernos, muchos de ellos elegidos democráticamente, y bombardeado
desde Asia a Oriente Medio, provocando la muerte y la miseria de
millones de personas.
Ningún país puede igualar este sistemático
récord de violencia. La mayor parte de las guerras de Estados Unidos
(casi todas ellas contra países indefensos) no han sido iniciadas por
presidentes republicanos sino por demócratas liberales: Truman, Kennedy,
Johnson, Carter, Clinton, Obama (...)
Donald
Trump es un síntoma de esta actitud, pero también es un disidente. Dice
que la invasión de Iraq fue un crimen; él no quiere entrar en guerra
con Rusia y China. Para nosotros, el peligro no es Trump sino Hillary
Cliton. Ella no es una disidente. Ella personifica la resiliencia y la
violencia de un sistema cuyo cacareado “excepcionalismo” es totalitario con un ocasional rostro liberal.
Según
se acerque el día de las elecciones, Clinton será saludada como la
primera mujer en la Oficina Oval, sin que importen sus crímenes y
mentiras; tal como fue alabado Barack Obama por ser el primer presidente
negro, y los progresistas se tragaron sus tonterías sobre la
“esperanza”. Y las bobadas continúan (...)
En
2008, en su campaña presidencial, Hillary Clinton amenazó a Irán con
“destruirlo completamente” con armas nucleares. Como secretaria de
Estado en el gobierno Obama, ella participó en el derribo del gobierno
democrático de Honduras. Su contribución en la destrucción de Libia, en
2011, fue casi jubilosa. Cuando el líder libio, el coronel Gaddafi, fue
sodomizado en público con un cuchillo –un crimen que solo fue posible
gracias a la logística estadounidense–, Clinton se regodeó diciendo:
“Nosotros llegamos, lo vimos y él murió”.
Una de las más
estrechas aliadas de Clinton es Madeleine Albright, la ex secretaria de
Estado, que ha atacado a algunas jóvenes mujeres por no apoyar a
“Hillary”. Es la misma Madeleine Albright que celebró infamemente por la
televisión la muerte de medio millón de niños iraquíes diciendo “valió
la pena”.
Entre los más grandes apoyos de Clinton están los grupos de presión
israelíes y las empresas fabicantes del armamento que alimenta la
violencia en Oriente Medio. Ella y su marido han recibido una fortuna
proveniente de Wall Sreet".
No hay comentarios:
Publicar un comentario