Daniel Bernabé:
"En el caso de España las peculiaridades de nuestra economía han dado forma a un régimen donde el poder político extraía ilegalmente dinero público con intención de aumentar los beneficios privados, es decir, que los representantes electos se comportaban como el consejo de administración de la burguesía nacional. No valen por tanto los esfuerzos judiciales ni policiales cuando la enfermedad está inserta en el ADN del sistema y no es simplemente un brote vírico.
De hecho, Villarejo no era más que uno de los facilitadores de estas relaciones, un individuo creado por el aparato profundo del Estado. Si la democracia liberal en España dio durante un tiempo una imagen confiable fue por personajes como Villarejo, dispuestos a enmendar, bajo la ley, sobre la ley y contra la ley, los excesos y escándalos que se producían en el anormal pero cotidiano funcionamiento de la corrupción política en España.
Quizá el mayor pecado cometido por Villarejo es el que acaba empapando a este tipo de personajes, el ser agentes dobles entre los intereses del Estado (el estado de los grandes poderes económicos) y sus aspiraciones personales. Un país que debe administrar a 47 millones de personas y que está entre las catorce mayores economías mundiales es evidente que no puede contar con tan solo un Villarejo ni depender de un personaje tan atrabiliario.
Pero más allá del sujeto debemos recordar que estamos envueltos, como ya comenté en esta misma publicación, en una crisis irresuelta de régimen político donde las formas electorales y el sistema de partidos son incapaces de proporcionar un gobierno estable, donde hay graves tensiones territoriales con Cataluña y donde la extrema derecha vuelve a ser un actor notable.
En esta situación, que se confirme que el anterior gobierno utilizó a la Policía para crear noticias falsas, no solo para perjudicar a Podemos, sino para impedirle formar ejecutivo con Pedro Sánchez, podría dar al traste con los planes de salida para esta crisis de régimen, es decir, la búsqueda de un gobierno estable entre el PSOE y Ciudadanos.
El silencio del PP es obvio, son los mayores implicados en lo que parece una trama –otra más– donde el Estado fue utilizado para perjudicar a rivales políticos como Podemos, que no eran del agrado del poder económico. Sin embargo, el PSOE tiene también presuntas conexiones tanto en la época de González como en la época de Rubalcaba, posiblemente a través del caso Interligare. Y Ciudadanos pues a lo que les manden, que para eso salieron de la probeta.
Sin embargo, se añade un factor a la opinión pública precisamente por parte de los que la crean. El sistema de medios en España ha sido una verbena de autosatisfacción, compadreos e intereses cruzados con el poder económico. Ahora, además, podrían aparecer como los colaboradores necesarios, y probados, de una trama de noticias falsas, injurias y manipulaciones con el objeto de alterar el panorama político del país a favor, justo, de sus grandes accionistas.
Inda puede ser, si así lo prueba la justicia, una de las cabezas más visibles de este entramado. Al igual que a Villarejo, sus intereses personales pueden haberle llevado a ser menos cuidadoso y más arrogante de lo aconsejable. Pero como decíamos también, Inda no es el único que ha confundido la filtración con ser el brazo ejecutor de tal o cual ministro o empresario. Hay periodistas que reciben presiones, otros van al palco del Bernabéu.
Que toda esta situación final sea tan solo potencialmente desestabilizadora para la crisis de régimen que vivimos se debe, sobre todo, a los esfuerzos denodados de determinados políticos y comunicadores estrella por mantener a raya el escándalo, es decir, por ir cortando la cabeza a los insalvables pero no permitir a la ciudadanía conocer la verdadera profundidad de la trama. No en vano, los tertulianos más hábiles, aquellos que reflejan una pretendida neutralidad e incluso un sofisticado progresismo, han apelado estos días a la razón de Estado, como si en el fondo la estructura estatal fuera una máquina autónoma o tan solo el escudo del papel timbrado.
La realidad es que una parte del Estado está poniendo punto final a la policía política, pero más por una cuestión de supervivencia que por que su naturaleza sea la de inclinación a la justicia. Si se consigue un nuevo gobierno estable en las próximas elecciones se necesita un reinicio incluso en la forma oscura en que el Estado administra sus miserias. Y quizá algunos jueces de la Audiencia y algunos fiscales, además de unos cuantos mandos policiales, sean realmente funcionarios honrados, lo que no quita para que la máquina siempre se eleve por encima de sus componentes, para que la máquina cumpla su función última: mantener el orden de clase.
La izquierda en España ha cometido errores propios y ha pagado errores ajenos –y me refiero a la intentona independentista–, pero sin duda ha sufrido una campaña de desprestigio, más allá del robo del móvil o el informe PISA, íntimamente relacionada con muchos de los personajes que han ido apareciendo en estos párrafos y, por encima de ellos, los intereses que representan: los de los patricios por encima de los de la plebe, que es, por muchos siglos que pasen, el verdadero concepto de ciudadanía bajo un sistema económico basado en la desigualdad"
No hay comentarios:
Publicar un comentario