"Mientras los medios de comunicación se han enfocado en las manifestaciones callejeras dentro de las principales ciudades como París, el movimiento de los chalecos amarillos recientemente ha cambiado su enfoque de la oposición al aumento del impuesto sobre el combustible a la demanda de formas radicales de democracia. Los llamados recientes incluyen tanto la demanda para el establecimiento de RICs (Referendos de la Iniciativa Ciudadana o Référendum d’Initiative Citoyenne) como para la autoorganización autónoma de las masas trabajadoras mismas.
El Segundo llamado de los chalecos amarillos de Commercy es significativo porque es un intento de unir el creciente fenómeno de las asambleas populares que exige una democracia directa el cual está echando raíces en todas partes del país, desde Brest en el noroeste hasta Béarn en el Pirineo francés occidental; desde Carpentras en Provenza hasta Nancy en el noreste.
"Los estratos sociales que forman la base de los chalecos amarillos son, hasta ahora, los “franceses invisibles”, los que trabajan, con frecuencia, al borde de la miseria, o los jubilados, cuyas condiciones de vida son cada vez más desastrosas. Estos “franceses invisibles” también son en su mayoría trabajadores precarios resultado del proceso de exclusión. La combinación del aislamiento de su actividad productiva y del aislamiento geográfico al concentrarse en lugares periféricos produjo que estas personas sean prácticamente “invisibles” pero también las sacó de la vida política y asociativa. El movimiento los puso en contacto con otras personas. Las famosas ocupaciones de las “rotondas” han sido lugares por excelencia de reunión y construcción de una identidad política colectiva. También han experimentado la fuerza del movimiento, una fuerza que ha doblegado a un gobierno que se había mostrado hasta ahora intratable, ya sea en las “reformas” del Código de Trabajo o en la transformación de Ferrocarriles del Estado.
Las victorias obtenidas, aunque sean insuficientes, son sustanciales en comparación con lo que han logrado la lucha contra de la ley laboral o de los trabajadores ferroviarios. Estas victorias también han socavado la capacidad de Emmanuel Macron y su gobierno para abordar las pensiones y el seguro de desempleo. Los chalecos amarillos son los primeros, y por el momento los únicos, que han descarrilado el programa neoliberal en Francia. Sus victorias, incluso parciales, tienen un poder de aceleración sobre otras reivindicaciones.
El movimiento ha vuelto a poner la cuestión social, y dentro de ella la cuestión de los salarios está en el centro del debate. Pero la lucha por el poder de compra, contra la pobreza (en que viven millones de franceses) se había visto eclipsada, incluso reemplazada por cuestiones como el tema de género, lucha de transexuales, trans-géneros, “matrimonio entre personas del mismo sexo” y otras luchas de identidades. La cuestión socio-económica había sido marginada en el debate político por los partidos social-demócratas que han apuntado al neoliberalismo-progresista-de-tercera-vía en general y la globalización en particular. Este fenómeno no es un fenómeno exclusivo de Francia, por lo tanto, es una gran hazaña que los chalecos amarillos hayan logrado poner de nuevo en el centro de la vida política (francesa en este caso) la cuestión socio-económica. La fuerte presencia de mujeres –que hicieron los primeros videos de los chalecos amarillos- como su decisiva actividad en las rotondas, también es un indicio de la profundidad de la cuestión social más allá del tema de género y de su urgencia actual. Vea, J. Sapir Las primeras lecciones de los chalecos amarillos: El movimiento ha puesto la cuestión social en el centro del debate"
"La opinión pública también exige un gran plan contra el fraude fiscal, que cuesta al Estado cada año entre 80.000 y 100.000 millones de euros y priva al país de muchas inversiones necesarias. Reivindica que las grandes empresas no evadan el impuesto mediante subterfugios legales que les permiten transferir sus ganancias a otros países y hacen que sus actividades en Francia resulten artificialmente deficitarias. A título de ejemplo, Total, cuyo beneficio anual se eleva a más de 10.000 millones de euros, no paga un solo céntimo de impuestos en Francia. Esta injusticia social es incomprensible e insoportable para la mayoría de los ciudadanos.
El movimiento de los “Chalecos Amarillos”, apoyado por el 80 % de la opinión pública, simboliza la insurrección ciudadana de los olvidados de la República, de “la gente que no es nada” –para retomar las palabras despectivas del Presidente Macron hacia los más humildes- que aspiran a una repartición más equitativa de las riquezas nacionales. Los ciudadanos, apegados al Programa de Consejo Nacional de la Resistencia, a saber la seguridad social, la educación y la salud gratuitas, las prestaciones sociales para las categorías modestas, el sistema de pensiones por repartición, el control por el Estado de los sectores estratégicos de la economía, los servicios públicos, exigen justicia social y fiscal, una democracia más participativa y el derecho a vivir con dignidad"
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